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BCNmp7: ¿Qué nos espera este 2014?

26 de febrero de 2014 3 Comments

Nuevos programadores

El ciclo musical #BCNmp7, aparte de «concebir la música como arte y experimentación, un trampolín para disfrutar de nuevas experiencias musicales y una aventura comunitaria que pretende vincular la música al entorno social», se presenta como «un espacio en que se ponen en armonía y en contradicción los valores y las formas de una época». Con esta vocación, en 2014 hemos querido implicar a diez profesionales que programan actividades musicales en Barcelona, con o sin recursos, tanto si llueve como si hay fútbol, con o sin patrocinadores, sobrios o ebrios, sin esperar a la ocasión, provocándola. Diez programadores (colectivos culturales o programadores individuales) con una concepción propia de la música y de lo que implica ser programador musical, una mirada humana y trabajada, lejos del humanitarismo, el mercantilismo o las tendencias.

Objetivo: cinco sesiones, dos programadores por sesión en diálogo para establecer un tema y un programa que desarrolle y justifique ese tema. Más que buscar fricciones innecesarias (un formato que está muy al alza, el de las «batallas» entre músicos, programadores, conferenciantes), lo que se pretende es provocar un fructífero diálogo que permita una mirada más ampliada de cada sesión. Las sesiones estarán protagonizadas por los siguientes colectivos/programadores: Sidewalks Bookings / Cuatro Cocos / Domestica Records/ Boston Pizza Records/ Gent Normal / La Fonoteca / Sones / Aurelio Santos / Nativa-Indigestió / Internet 2.

Sesión 1 / 6 de marzo / Una música incontrolable

Programada por Sidewalk Bookings y Los Cuatro Cocos,

Esta sesión se fija en aquellos colectivos que hacen del DIY (do it yourself –háztelo tú mismo–) su modus vivendi, fuera del circuito de la ciudad, fuera de las «tendencias» o los estilos que muchos grupos acaban clonando de las revistas musicales. Para lograrlo, se realizará un debate con sus protagonistas, pero ello solo será el preámbulo para dar paso al núcleo de la sesión, tres actuaciones que buscarán la complicidad/colaboración mutua: Pharmakon (electrónica industrial –Nueva York–), Una bèstia incontrolable (hardcore, punk –Barcelona–) y Coàgul (industrial, ocultismo –Barcelona–). Una experiencia musical basada en la energía del directo y fuera de cualquier control. O como decía Alberto Alegre refiriéndose a The Ex, aproximadamente: «quien no arriesga en la vida, tampoco arriesga en la música». Sidewalk Bookings es una promotora de conciertos con sede en Barcelona que también funciona como agencia en toda la Península. Activos desde finales de 2010, trabajan con un amplio espectro musical y han organizado conciertos de grupos como Tyvek, Gala Drop, Ocellot, Barn Owl, Umberto, Sun Araw, Sightings, Steve Gunn o Lucrecia Dalt. Los 4 Cocos es un colectivo de Barcelona dedicado a montar conciertos sin ánimo de lucro en que todo el dinero recaudado va a parar a los grupos. Entre otros grupos, han trabajado con Mujeres, Extraperlo, Sean Nicholas Savage, Las Ruinas, Sisu, Tarántula o los Surfing Sirles.

Pharmakon

Sesión 2 / 16 de abril / La asimilación de la New Wave

Programada por Domestica Records y Boston Pizza Records

Una aproximación a los inicios de la escena electrónica más desconocida y vanguardista surgida a principios de los años ochenta en Barcelona, con testimonios de artistas que formaron parte de un momento irrepetible en la historia de la música como Víctor Nubla (Macromassa), J.J. Ibañez (Kremlyn), Gat (New Buildings, G3G Records) y las actuaciones de Philipe Laurent (Minimal Wave) y Tvnnel (Roman Skirts/Polígono Hindú Astral). Boston Pizza Records es un sello independiente de Barcelona que empezó a finales de 2010. Domestica Records es también un sello independiente de Barcelona cuyo catálogo gira en torno a los diferentes géneros musicales como son la new wave, el industrial, el krautock, el electro, el experimental, el post punk y el synth pop, entre otros.

Coàgul

Sesión 3 / 15 de mayo / Me mata pero me gusta: Zeidun (una genealogía musical)

Programada por Gent Normal y La Fonoteca

La mayor parte de los grupos de música empiezan tocando porque sí, por pura amistad, la música es casi una excusa para la reunión social, aunque también el medio a través del que muchos adolescentes empezaron a expresar su relación (entusiasta, aunque a menudo conflictiva) con el mundo. Zeidun fue uno de esos grupos, pero es algo más, es la semilla de muchas bandas (Les Aus, Els Surfing Sirles, Joan Colomo, Esperit!…) que actualmente son referentes en nuestro circuito musical catalán, pese a que algunas de ellas ya se hayan disuelto. Sin ánimo de celebrar una sesión nostálgica, esta sesión quiere ser una fiesta, un homenaje, una celebración, un día para disfrutar del «padre» y de los «hijos». La sesión contendrá cápsulas audiovisuales documentales hechas para la ocasión por Gent Normal, las actuaciones de Zeidun y su legado, y algunas sorpresas. Los programadores, cautos y amantes del suspense, nos invitan a guardar silencio sobre la alineación final de los músicos, inequívocamente emocionante. Jordi Puntí, de El Periódico, dijo de Gent Normal: «A Viva Veu o Gent Normal son otros colectivos que se toman muy en serio esto de estar a la última e informar, y además con un diseño moderno, claro y divertido. Su ejemplo dinámico, algo subversivo y sin rehuir lo recóndito, contrasta con la lentitud que suele transmitir la Cultura (así en mayúsculas)». La Fonoteca es un colectivo abierto afincado entre Madrid y Barcelona dedicado a la música española con el objetivo, desde 2008, en que empezaron, de construir una plataforma para el apoyo y la promoción de la música del país, dentro y fuera de sus fronteras. Empezaron como archivo, pero actualmente hacen booking y management de grupos, a parte de programar conciertos.

Una bèstia incontrolable

Sesión 4 / 2 de octubre / Cuanto más lejos: más cerca

Programada por Sones y Aurelio Santos (What The Fuck Jam Sessions).

La sesión hará hincapié en la fuerza del momento, la improvisación, los encuentros inesperados y las sorpresas musicales a partir de una actuación única que reunirá sobre el escenario a músicos que hasta ahora vivían, sin saberlo, escondidos los unos de los otros. El público se concebirá como un instrumento más. De momento no podemos ofrecer más información: The Rest is Silence.

Sones es un sello discográfico, promotora de conciertos, agencia de management y proveedor de contenidos en el ámbito cultural. Además, tienen proyectos en el campo de la educación (Minimúsica) y la literatura (Libros de ruido). Algunos de los artistas con los que han trabajado: Anímic, Christina Rosenvinge, Dean Wareham, Doble Pletina, Klaus & Kinski, Le Pian, Los Carradine, Maria Rodés, Mick Harvey, Nacho Vegas, Miqui Puig, Pony Bravo, Za! o The New Raemon, entre otros. Aurelio Santos está desde 2001 detrás de las What the Fuck jam sessions del Jamboree, un pilar de la hibridación musical, en que grandes saxofonistas, pianistas o trompetistas de jazz compartían escenario con músicos de hip hop o spoken word o, incluso, la electrónica.

Sesión 5 / 27 de noviembre / Políticas musicales

Programada por Jordi Oliveras (Indigestió-Nativa), Carlitos Carbonell (Internet 2), con la colaboración de Marc Balfagon (Fundación Robo).

Bajo el título «Políticas musicales» la sesión quiere trabajar poliédricamente el binomio política-música. La política no solo pasa por el titular o la frase de turno, todo es político, lo que hacemos y cómo lo hacemos. Los invitados son músicos implicados políticamente, no solo por lo que hacen con su música, sino también por lo que hacen con su vida. Uno de ellos es Dick El Demasiado, músico y locutor de radio comprometido y con una larga trayectoria profesional, que vendrá a realizar su performance de cumbia digital. El segundo invitado, muy cercano en el estilo, pero alejado en las formas de Dick El Demasiado, está pendiente de una última conformación. La sesión se estructurará como si se tratara de un programa de radio en diferido con actuaciones en directo.

Por último, hay dos elementos más a destacar: el primero es la reflexión acerca del binomio «política-música» que se filtrará en la grabación radiofónica a partir de un encuentro previo con testimonios y expertos sobre el tema; el segundo es la interacción de los artistas con el territorio y la implicación de la institución con ese territorio. Aquí es donde entra la Fundación Robo. Desde ahora hasta noviembre, programadores, músicos y colaboradores irán desarrollando todos estos elementos que se comunicarán, con los nombres definitivos, en otoño.

Nativa es una publicación musical bimestral editada por Indigestió, dedicada a la cultura musical de la ciudad de Barcelona. Abordan la «música de proximidad», frente a la cultura mediática global, la industria musical, sin limitaciones de género musical. Indigestió se creó en 1995 y es una organización profesional sin ánimo de lucro que pretende promover la cultura musical desde una perspectiva ciudadana. Como dicen en su página web: «nuestro principal eje no es la promoción de los artistas o del negocio musical, sino la profundización en las relaciones entre la sociedad y los artistas». Indigestió también fueron responsables del ciclo Hipersons y, actualmente, de un foro cultural anual.

Carlitos Carbonell es la persona que está detrás de Internet 2, un grupo de vanguardia musical, con una puesta en escena a medio camino entre el Walt Disney más experimental y el DIY más arty. Carlitos Carbonell posee un universo propio muy peculiar, en él se dan cita la comedia romántica y el nerd. Fue el encargado de la música del programa de radio El Diferencial (RTVE) y, como programador, es responsable de haber traído a rarezas como NSHR (Portland, noise), La Veuve Moustache (Tokyo, cabaret) o Mishe Moishe Moishele (París, electro).

La Fundación Robo es un proyecto colectivo surgido a raíz del 15M. Sus miembros fundadores son Karlos Osinaga (Lisabô, Bidehuts), Joseba Irazoki (Atom Rhumba), Roberto Herreros (La Dinamo), pero poco a poco se le han ido incorporando más y más grupos. Nacho Vegas, Fasenuova, Mursego, Diploide, Albert Pla, Fernando Alfaro, Refree o Sílvia Pérez Cruz son algunos de ellos.

Si queréis estar puntualmente informados de todo ello, seguidnos en:

Twitter: @CCCBmusica #BCNmp7

BCNmp7: La edición 2013

19 de febrero de 2014 No Comments

El BCNmp7. Músicas en proceso es un ciclo musical estable que nace en 2006 con la voluntad de subrayar la especificidad musical de Barcelona, sin olvidar los intensos vasos comunicantes entre ciudades, regiones y tendencias globales. Sobre el proyecto puede recuperarse el post que realizamos anunciando la programación de 2013.

El año pasado, hubo dos grandes novedades dentro del ciclo: en primer lugar, pusimos en marcha un twitter de las actividades musicales del CCCB (@CCCBmusica) y, en segundo lugar, se abrió la propuesta a nuevos programadores para la ocasión, dejando a A Viva Veu, Àlex Gómez-Font y Lluís Nacenta la articulación de los contenidos de las sesiones, programadores que trabajan en ámbitos musicales muy diferentes para públicos no homogéneos.

Las cinco sesiones giraron en torno a cinco temas: Prescriptores (A Viva Veu), Música analógica (A Viva Veu), El rock progresivo de los setenta en la Península (Àlex Gómez-Font), Cultura de Clubes (A Viva Veu) y Minimacción (Lluís Nacenta).

La sesión de Prescriptores (A Viva Veu) abordó un tema muy vigente: ¿cómo se orientan los productores y consumidores musicales a través de la avalancha de información musical que puebla la red? La pregunta se ilustró con un debate protagonizado por Isaac Marcet (Playground), Andy Votel y Brian Shimkovitz y moderado por Carles Novelles (Scanner FM, Red Bull Music Academy, Radio 3) y se pudieron ver los directos de Andy Votel y Brian Shimkovitz (era la primera vez que venía a Barcelona), dos importantes «prescriptores» musicales a nivel internacional.

Andy Votel © Miquel Taverna

La sesión de Música Analógica (A Viva Veu) quiso poner de relieve a aquellos músicos que, en vez de aprovechar las facilidades que nos brindan las herramientas de producción musical digital, siguen siendo fieles a los métodos de producción analógica, prestando mayor atención a cómo se genera el sonido, la música, que en el solo hecho de generarla. El público pudo asistir a las actuaciones de Zombie Zombie, un grupo francés de synth-pop secuenciado con sintetizadores y que, en sus actuaciones en directo, hacen uso de aparatos e instrumentos musicales vintage; Akron, amante de las bandas sonoras de películas olvidadas y la library music, que se estrenaba en el escenario, y, por último, Diego Garcia, un ingeniero informático que se construye sus propios aparatos electrónicos y que, con una puesta en escena retrofuturista (por las máquinas, no por el personaje), interpretó su música progresiva, electrónica, primitiva, arraigada en los años setenta.

Akron © Miquel Taverna

Precisamente fue la tercera sesión en que se desplegó el rock progresivo de los setenta en la Península. La sesión la programó Àlex Gómez-Font, la persona que se ha dedicado más a estudiar este período y contexto musical y que logró, para la ocasión, reunir a la mítica banda Máquina! (una parte de la misma), que hizo un repertorio clásico de la época acompañada por la banda Asimètric. El público, con un promedio de edad superior al normal, no podía permanecer quieto en sus sillas escuchando los hits de su época. La sesión recuperó, asimismo, a otro de los protagonistas de la época, el multifacético Toti Soler, que interpretó La guitarra catalana, el concierto que recoge algunas de sus obras que más prestigio le han reportado por la renovación musical que supusieron. Para cerrar la premisa de Àlex Gómez-Font («hay vida más allá de la Nova Cançó»), el propio programador mantuvo un debate con el periodista Karles Torra, con el fin de adentrarnos en el contexto social y musical de la época.

Toti Soler i Arnau Figueres © Miquel Taverna

La cuarta sesión, programada por A Viva Veu, puso sobre la mesa el innegable revival que se vive de la Cultura de Clubes, no solo con motivo del libro dedicado a Sideral o el documental dedicado al Nitsa; el auge de la «cultura musical de festivales» ha hecho evidente la necesidad de recuperar algunos contextos de recepción musical en que la experiencia pueda rehuir la masa, el repertorio ilimitado de artistas y la interferencia permanente. Estos espacios son los clásicos clubes, origen de la música electrónica, y algunos de ellos crearon un auténtico «escenario» musical en Barcelona. Para recordarlo, los programadores solicitaron a gente vinculada con la música que lo había vivido en primera persona (como Javier Blánquez, Albert Guijarro, Miqui Puig, Frankie Pizá, entre otros) que escribieran un texto, recogido en un fanzine que se repartió, gratuitamente, durante la sesión. Las actuaciones musicales fueron a cargo de Headbirds (Barcelona) y el esperado Dean Blunt, músico de Nueva York, personaje enigmático, misántropo explícito y, en la actualidad, el foco de atención de muchos aficionados a este tipo de música. Blunt estrenó formación para el concierto.

Dean Blunt © Miquel Taverna

Por último, cerró el ciclo una sesión titulada «MinimAcción», programada por Lluís Nacenta. Esta sesión, como la anterior, tendía un puente entre un pasado inmediato, en este caso la música minimalista anglosajona de Steve Reich, con la de Roger Goula (compositor afincado en Londres), pasando por el filtro de los músicos de Experimental Funktion (Vera Martínez Mehner y Jonathan Brown del Quartet Casals, junto con la violoncelista Erica Wise y Elena Rey). El cuarteto, tras un debate introductorio que ayudó a la gente a entender mejor esta corriente musical, interpretó Different Trains de Steve Reich y Asteroseismology, la pieza que Roger Goula compuso para la ocasión en una première mundial como respuesta a la obra de Reich. El público, también renovado, pudo disfrutar del impactante directo de unos intérpretes inmejorables.

Experimental Funktion © Miquel Taverna

Minimacción, la última sesión del BCNmp7

25 de noviembre de 2013 1 Comment

Lluís Nacenta, programador de la última sesión del BCNmp7 cuyo título es MINIMACCIÓ, nos introduce a la música minimalista y a las piezas de Steve Reich y de Roger Goula que tocarán Experimental Funktion. La sesión, que tendrá lugar el jueves 5 de diciembre a las 21 horas en el Teatro CCCB, estará encabezada por una introducción de la mano del programador, de los músicos y del compositor Roger Goula. Aprovechamos para recordaros que el lunes 2 de diciembre sortearemos vía Twitter 5×2 entradas. Más información en @CCCBmusica.

Hay músicos y críticos (los más conservadores generalmente) que consideran la música que denominamos minimalista como una música pobre y esquemática. Más que intentar negar esa afirmación —lo que tiene un interés muy relativo—, lo que me parece que vale la pena es procurar comprenderla bien, descubrir a qué idea de la música responde.

Es cierto que las dos piezas que presentamos en esta sesión, Asteroseismology de Roger Goula y Different Trains de Steve Reich, pueden ser calificadas de esquemáticas en cierto sentido. Ambas parten de motivos melódicos y rítmicos fácilmente reconocibles y articulan el discurso musical en base a la repetición de estos motivos. Cuando el material ya ha dado bastante de sí, se toma otro motivo y se procede del mismo modo —por supuesto estoy simplificando las cosas, pero esta es la primera impresión que las dos piezas producen al oído. Este tipo de construcción por repetición no se aplica solo a la articulación del discurso a lo largo del tiempo. En Different Trains, por ejemplo, la formación instrumental fundamental, el cuarteto de cuerda, también se encuentra repetida. Para lograr una sonoridad más llena que la de un solo cuarteto, lo que hace Steve Reich no es ampliar la partitura para que la toque una orquesta de cámara, sino que hace sonar cuatro cuartetos de cuerda a la vez (tres de ellos grabados previamente, y que suenan por el sistema de altavoces durante la ejecución de la pieza, el tercero tocando efectivamente encima del escenario).

Pero que una pieza tenga una estructura esquemática, o una instrumentación esquemática, no significa que sea pobre. Creer que estas piezas son pobres supone tener una idea formalista de la música, pensar que la música se reduce a su estructura, a la forma en que está organizada. O puede suponer también tener una idea esencialista de la música (esta era la posición de Schopenhauer): creer que la música solo dice verdades inefables, que no se pueden traducir en ningún otro sistema de signos. En última instancia, ambas posturas son equivalentes: tanto importa creer que la música no dice nada como que dice las verdades más profundas, en ambos casos la convertimos en algo aislado, que se justifica y se explica por sí misma.

Por el contrario, si no pensamos que la música es algo aislado, si la escuchamos con relación a lo que pasa a su alrededor, y nos fijamos en lo que hace y en lo que nos dice en este entorno, deberemos admitir que hay otras cosas, más allá de su estructura interna, que pueden hacerla rica y compleja. Steve Reich califica Different Trains de documentary music (música documental). El término es interesantísimo: dice que la pieza es narrativa (nada extraordinario hasta aquí), pero, todavía más, sitúa aquello que la música explica no en el terreno de la ficción, sino de la realidad. El valor de documento de la pieza procede, argumenta Reich, del hecho de que la historia no se explica poniendo música a un texto, sino insertando en la música, mediante grabaciones, las voces de los protagonistas de la historia, y calcando los juegos melódicos de la pieza (los motivos esquemáticos de los que hablaba antes) sobre las entonaciones de esas voces.

Quizá no se trata tanto de la presencia real de las voces —por descontado la grabación de una voz no es su presencia misma—, como de su valor de testigo, de su carácter documental. Así como una película documental debe estar bien construida en términos cinematográficos, esta pieza debe estar bien escrita en términos musicales, tan bien escrita como cualquier pieza de ficción musical (si se me permite la expresión). Sin embargo, lo que pasa es que ya no podemos medir el grado de complejidad solo por la riqueza de la estructura interna. Ahora la pieza tiene relación directa con elementos que no son musicales, y su sentido, lo que hace y dice con relación al entorno en que suena, deja de ser inefable, como era cuando se encontraba cerrada sobre sí misma, para convertirse en problemático, algo que se da en la fricción entre cosas heterogéneas o, en palabras de Diedrich Diederichsen, «en la confrontación entre signos y no signos». Si inefable quiere decir cerrado e inaccesible, problemático significa abierto y disponible.

Esta es una música que se toca con las cosas, de ahí su fuerte capacidad de evocación.

  • Different Trains, de Steve Reich

«Differents Trains (1988), de Steve Reich, es una pieza muy importante del minimalismo norte-americano. Escrita para cuarteto de cuerda y electrónica, se basa en el recuerdo de niñez de los viajes reiterados que tuvo que hacer, entre 1939 y 1942, de costa a costa de los Estados Unidos. Sus padres estaban separados, la madre vivía en Los Ángeles y el padre en Nueva York (esta es la causa por la que tuvo que hacer tantas veces ese viaje) y Reich se recuerda a sí mismo pensando, durante aquellos trayectos fascinantes realizados en los años de la Segunda Guerra Mundial, que, en su condición de judío, si en lugar de estar en los Estados Unidos se encontrara en Europa, probablemente viajaría en otros trenes, camino de un campo de concentración. De ahí la idea de different trains. La pieza se basa en grabaciones de fragmentos de voces, de los tutores que le acompañaban en los viajes, de operarios de los trenes, y también de supervivientes de los campos de concentración nazis. De la entonación natural de esas voces hablando surgen, por imitación, todas las melodías de la pieza.»

  • Asteroseismology, de Roger Goula

«Inspirada en los sonidos que llegan a la Tierra provenientes del espacio, Asteroseismology, para cuarteto de cuerda y electrónica, desarrolla hasta las últimas consecuencias los recursos expresivos del minimalismo musical, haciéndose eco de la tradición iniciada por músicos como Steve Reich o Michael Nyman. La pieza revela claramente la amplia experiencia del compositor en la escritura de música para cine: una música con una fuerte capacidad evocadora, y de establecer tonalidades emotivas en base a los colores armónicos e instrumentales. Asteroseismology ha sido un encargo de Experimental Funktion y se presenta en el CCCB en estreno mundial.»

  • Experimental Funktion

«Fundado en 2011 en Barcelona, Experimental Funktion es un grupo instrumental de formación variable, orientado a la interpretación de la música contemporánea, con un interés especial en la investigación de nuevas formas de organización instrumental y compositiva. Su repertorio se centra particularmente en la tradición de la música experimental norte-americana, en la obra de compositores como John Cage y, muy especialmente, Morton Feldman. Los miembros estables del grupo sonla violinista Vera Martínez Mehner, el viola Jonathan Brown (ambos miembros del prestigioso Cuarteto Casals) y la violonchelista Erica Wise. Todos ellos tienen la particularidad de combinar la más alta solvencia y prestigio en la interpretación del repertorio clásico con la intrepidez intelectual y estética de querer explorar nuevos caminos musicales.»

Experimental Funktion © Linda Valdés 2012 sota llicència CC BY-NC-SA

Cultura de club: La dinámica inalterable de “salir de noche” de nuestro país es salir a evadirse

2 de octubre de 2013 7 Comments

Este es uno de los artículos que formarán parte del fanzine sobre cultura de clubs que se está preparando para la próxima sesión del BCNmp7 (viernes 11 de octubre en el Teatro del CCCB). Músicos, DJ’s, periodistas musicales… escriben sobre el fenómeno. ¿Existe o existió la cultura de club? 

En este caso, el artículo es de Txarly Brown, a quien reconoceréis por ser un tipo con poco pelo y unas gafas muy grandes. A parte de ello, para mí es una de las personas que dentro del underground de Barcelona, y probablemente del Estado, me merecen un gran respeto.

Arnau Sabaté, programador BCNmp7 Cultura de Clubs

Actuación de Txarly Brown en BCNmp7 Neocalorrismo
© Albert Uriach, CCCB 2012

Pues sinceramente yo siempre creí que lo de la “cultura de club” fue una manera bonita de autoconvencernos, una minoría, de que aquí la gente sentía interés por la música y las corrientes artísticas que se generaban en los clubs. Cuando hablo de una minoría me refiero a los melómanos, djs, periodistas y gente interesada en la música que consume, compra y lee o indaga habitualmente sobre música. Creo recordar que alguien quiso definir como cultura de club a lo que ocurría en los clubs modernos a principios de los 90s. Es decir, que la gente asistía allí a descubrir cosas y, por lo tanto, aprendía algo. ¿Eso era cultura de club? Los que íbamos a ver a disc-jockeys para enterarnos de que se estaba cociendo supongo. Los que alucinábamos con los test pressing del nuevo disco de fulano o esa rareza que descubríamos en la visita de mengano. Generalmente eran los deejays extranjeros en su visita a nuestro país lo que despertaba más atención cuando eso no era una moda ni un corriente. Me refiero al periodo 1990-2000, cuando arrancaba el hundimiento de la industria discográfica local de la mano del compact disc, invento obsoleto el día de su nacimiento, que propició la transformación de la música en series cifradas de unos y ceros. Y que actualmente, gracias a la telaraña tejida por los grupos de telecomunicaciones, acabó siendo el abono de su beneficio ilícito. Ese tiempo muerto en el que el CD dio paso a internet y sus portales de descarga lo recuerdo como una época en que se aprendía en los clubs, oyendo música que difícilmente podías oír en ningún otro sitio y un porcentaje (bajo) de la gente que acudía lo hacía con el mismo motivo. Hasta hubo un momento ridículo en que los dj’s tapaban el label de los discos que ponían para que no supieras qué era lo que sonaba. El cambio y declive llegó el día en que algunos se traían las novedades aún no editadas en CD. Ya no era lo mismo. Y ya cuando empezaron a aparecer los ordenadores en las salas de baile, apaga y vámonos.

Hubo un momento en que casi todos los clubs de la ciudad pujaban por traer reputados dj’s y tener en plantilla a los melómanos locales. Hubo un tiempo en que en esta ciudad se podía descubrir lo que ocurría en el mundo a través de las ofertas de clubbing. Cuando las tendencias internacionales se importaban a velocidad de vértigo. Cuando quisimos ser los más modernos del planeta y el público en general pujaba por ser testigo de ello. Años más tarde la masificación festivalera, internet y la política cultural segaron el escenario. ¿Para qué ir a un club si lo tenias todo en internet? ¿Para que pagar por ver a tal dj si en el Sonar estaban todos juntos en formato non-stop? ¿Para qué pagar por copas mal servidas, por no poder fumar, por sufrir controles de todo tipo y relacionarse? Acabemos con ello. Todo tiene ventajas e inconvenientes.

En la puerta del club Monumental, de izquierda a derecha: Alberto Guiljarro, Albert Salmerón, Ana Maria Martínez y Txarly Brown. Fuente: www.kikoamat.com

Para ejemplificarlo. En 1993 durante una visita de Gilles Peterson a Barcelona, descubrí una melodía tremenda en la intro del “Light My Fire” de Young Holt Unlimited (incluida en el LP “Just a Melody” Brunswick 1969). Yo conocía esa porción porque sonaba en el tema de De La Soul “A Roller Skating Jam Called Saturdays” de su primer disco del 1989. Un detalle que no me podía quitar de la cabeza y que en esos momentos era imposible descubrir. No existía la web como hoy la conocemos, ni discogs, ni whosampled, ni puñetas. La única manera de descubrir esas cosas era ir a la cabina y ver el disco, anotar mentalmente lo que habías visto y lanzarte a la caza por las tiendas de discos que conocías… Resultado, obviamente ese disco jamás había sido editado ni distribuido en nuestro país. La única manera de volver a oírlo en realidad era esperar a la siguiente visita. Y así con cientos de canciones. Pensamientos inconexos. Se me ocurre también otra forma de ejemplificar el declive. Recuerdo una sesión de Dj Spinna en Berlín ¿2001?, en un club molón al que me llevó una runner del colectivo Jazzanova. La sesión me impresionó: soul y funk raro y conocido, mezclado con talento, copias dobles de todos los discos, técnica de scratcher y selección exquisita y populista. Años después volví a verle en el Powder Room (Sala Apolo). Lo mismo pero con Mac, nada que ver. El dj paso de ser un espectáculo visual a un operario de la Nasa.

Realmente la cultura que funcionaba en los clubs y durante el tiempo que pasé en ellos era la del tráfico de estupefacientes. En la mayoría de los locales que trabajé vendía droga hasta la señora de la limpieza, no es broma. Con los años descubrí que el éxito de una sala era directamente proporcional a la facilidad por adquirir droga en ella. En ese momento me di cuenta de que todo me parecía una mierda. Y así sigue siendo. La dinámica inalterable de “salir de noche” o “cultura de club” de nuestro país es salir a evadirse. El primer objetivo es ponerse del revés, el resto va priorizado por: aparearse, hacerse el molón, hablar con amigos y, finalmente, escuchar música. Y nuestra sociedad se ha convertido en intolerante e inmediata por culpa de internet. La gente va a los clubs a oír lo que ellos quieren. Exigen la música que les gusta y, encima, exigen que te la descargues o que pinches un mp3 cerdo de Spotify. ¿Cultura de club? Mala educación de la cultura del pelotazo y catetismo Gandía Shore a raudales. La incultura en nuestro país se fomenta de base. Por lo tanto difícilmente podremos presumir de cultura de club jamás. Siempre hemos sido una panda de catetos. Si te gusta la música eres un snob o un freak. Si compras música eres un pijo snob y freak. Si tienes un BMW y un Rolex y te descargas música de “Emuller” eres un triunfador. Pues a la mierda, yo no soy de este planeta. Otro caso para analizar es el que empieza de camello y termina de dj-camello para ser guay, pero que no tiene el mínimo interés por la música, eso está claro. La música no es un bien tangible.

Siempre quedará ese (que yo considero) 10% de personas que sin alardear les gusta la música y disfrutan con ella en su faceta “expresión corporal”. Un fenómeno fascinante que se da en la mayoría de los humanos. Dejé de bailar cuando dejé de drogarme, por lo tanto, ese tema aún no lo puedo comentar con propiedad. Por otro lado, siempre he pensado que la climatología y la influencia del poder mediático nacional sobre el gusto de la gente (que nos convirtió a todo un país en anglófilos en sólo 10 años, 1980-1990) hacen que el interés por la cultura musical actualmente sea algo casi anecdótico en España. El porcentaje de gente que consume o escucha música es bajo, de entre ellos el porcentaje del que compra es menor y, de entre esos pocos, el porcentaje del que siente interés es ínfimo. Eso ha provocado que queden solo apenas 3 tiendas de vinilo dignas en nuestra ciudad, que las producciones de los músicos locales apenas tengan salida ni sean conocidas fuera de nuestras fronteras, y que evidentemente la gente que acude a los clubs se haya desculturizado hasta el extremo de confundir al dj con el camarero y exigir la música que quiere oír con el pretexto de que la puede conseguir instantáneamente en internet. Estamos mal, estaremos peor, pero me la trae floja, sigo escuchando música de todo tipo y disfrutando de ella. Y el análisis a tiro pasado o la futurología creo que de poco sirve.

Cultura de club: Lo más preocupante es que el tinglado sigue en manos de todos aquellos que empezaron algo en los 90

30 de septiembre de 2013 No Comments

Este es uno de los artículos que formarán parte del fanzine sobre cultura de culbus que se está preparando para la próxima sesión BCNmp7 en el CCCB (viernes 11 de octubre en el Teatro). Músicos, DJ’s, periodistas musicales… escriben sobre el fenómeno. ¿Existe o existió la cultura de club? Próxima entrega: Txarly Brown.

Cuando empecé a aficionarme a la música electrónica lo que se entendía entonces por cultura de club significaba alguna cosa, o al menos eso me hicieron creer. Por mi particularidad geográfica frecuentaba Florida 135, en Fraga, una de las tres salas responsables a mi modo de ver de que esta gran pelota que es la música de club avanzara hacia a algún lado en Catalunya y alrededores. España se estaba desperezando de su anterior cultura de club, la ruta del bakalao, para abrazar las corrientes de música electrónica que felizmente ya mandaban en la mayoría de países de nuestro entorno. Fue precisamente en un viaje a Francia cuando Juan Arnau, propietario del club oscense, decidió dar un giro a su programación. Sin embargo, al rememorar esa transición todo lo que me viene a la mente es un camino un tanto espinoso. En la primera sesión del italiano Francesco Farfa en España, si no recuerdo mal durante el otoño de 1994, escuché silbidos. Mucha de la gente congregada esa noche abandonó la sala en la primera media hora para acabar anidando en el parking. La visita de Laurent Garnier en 1995 también produjo sensaciones encontradas. El público no estaba todavía demasiado preparado. Hasta que esa esencia puramente rutera no desapareció no empezamos a utilizar con determinación el término cultura de club. Personalmente siempre he pensado que la estricta pureza del la frase de marras queda enmarcada en la Inglaterra de finales de los 60: Blackpool Mecca, Twisted Wheel o Wigan Casino y la explosión vital del northern soul fueron el comienzo de la auténtica cultura de club. La estética ceremoniosa del público, el culto al baile como forma de vida y el estatus artístico, elevado a categoría de Dios, del selector de discos. ¿Hablamos de eso, no?

David G. Balasch. Font: http://numerocero.es/

Durante la segunda mitad de la década de los 90 nos empapamos de toda la electrónica que entraba sin piedad. Etiquetas como downtempo, drum & bass, IDM, deephouse, 2-step o breakbeat se colaron a la velocidad de un meteorito. Bajo el paraguas de lo novedoso, lo vanguardista y lo supuestamente moderno, llegamos a tragarnos cosas buenas, regulares, malas e incluso infumables. No en la teoría pero sí en la práctica, los filtros fueron casi inexistentes. Cogíamos el Dance De Lux y leíamos todas y cada una de las reseñas en busca de ese disco que nos cambiara la vida. Todo era nuevo, todo merecía escuchas, páginas, charlas acaloradas en la tienda y minutaje en festivales. Monegros gozó incluso durante algunos años de un escenario de drum and bass. Inaudito.

Sin embargo, creo que ese término es un axioma generacional generado por una simple ecuación espacio-tiempo. Me explico. 20 años llevo girando entorno a la música de baile. Tras mis primeras experiencias de club viajé a Londres, donde empecé a pinchar en clubs de funk. Desprovisto del contexto techno, mi abanico musical se amplió. Un año después me trasladé a Valencia, y tres después a Madrid, donde residí ocho años. Durante todo ese tiempo he organizado fiestas, pinchado, he frecuentado y he trabajado para clubes y, sobre todo, he colaborado codo con codo con gente vinculada a la escena nocturna. Me atrevo a decir que nadie en su sano juicio ha seguido utilizando esa expresión más allá de los años 2002-2003. Incluso puedo afirmar que cuando alguien la ha mentado ha sido para hacer un chiste o tachar de pretencioso al que la ha soltado. Durante esa explosión desmedida de etiquetas daba la impresión que la cosa no tenía fin. Escuchábamos a DJ Krush y hablábamos de hip-hop abstracto. Si Kruder & Dorfmeister hacían una remezcla buena, todo el downtempo nos parecía excitante. Si Garnier mezclaba techno, house y drum & bass en una sesión de tres horas eso era el éxtasis. Se le llamaba eclecticismo. Hubo un tiempo en el que había noches de drill & bass en Nitsa, en ellas podías ver a 1200 personas bailando como si no hubiera mañana a un ritmo endiablado: no veo comparación alguna en el actual estado de la nación. ¿No suena esto un poco a ciencia ficción ahora? El público de entonces se ha hecho treinta o cuarentañero, se ha casado, ha comprado una casa y ha tenido hijos o simplemente está a otros quehaceres. Algunos estarán en el paro también. Los que vienen desde abajo suben con el piñón cambiado. La música electrónica ha seguido transformándose, cogiendo derivas interesantes, decepcionantes o irrelevantes, como antaño. Se ha fracturado, como se ha partido en mil también el rock y el pop. Con la desintegración de la industria musical se han ido al garete casi todos los filtros, y, aunque no seré yo quien defienda a los tiburones, no todo son asociaciones buenas cuando hablamos de una caída tan gigantesca. Ya no leemos las mismas revistas porque muchas han sido engullidas por la(s) crisis, así que muchos de esos inputs vienen ahora de publicaciones internacionales. Han desaparecido la mayoría de tiendas de vinilo, motores importantes para dj’s y punto de encuentro de apasionados compradores. A grandes rasgos, el tinglado sigue en manos de todos esos que empezaron algo en los 90, y eso es probablemente lo más preocupante de todo.

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