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«Hay que politizar el juicio sobre cualquier transformación urbana»

17 de noviembre de 2016 No Comments

Entrevista a David Bravo, arquitecto y colaborador del CCCB

¿Cuáles son los problemas de vivienda y urbanismo que más preocupan a escala global? ¿Están de acuerdo los gobiernos, las empresas y las instituciones en el momento de abordarlos? ¿Las ciudades comparten problemáticas y conflictos similares? En octubre de 2016 se celebró en Quito «Habitat III», la tercera Conferencia Internacional sobre Vivienda y Desarrollo Sostenible. La ONU convoca esta cumbre cada veinte años para definir lo que se ha llamado «Nueva Agenda Urbana», la hoja de ruta que los estados y organizaciones tienen que seguir en materia de urbanismo y desarrollo urbano.

El arquitecto David Bravo, colaborador del Centro de Cultura Contemporánea en proyectos como el Premio Europeo del Espacio Público y la exposición «Piso Piloto», de la que fue co-comisario, asistió a la cumbre en representación del CCCB. Carlota Broggi, responsable de itinerancias del CCCB, entrevista a David Bravo sobre su experiencia en «Habitat III».

La necesidad de entender la vivienda como un derecho, de democratizar las ciudades y alejarlas de los intereses de las grandes corporaciones, la gentrificación y el discurso acrítico alrededor de las llamadas smart cities (ciudades inteligentes) son temas comunes que preocupan tanto en Barcelona como en Quito y que David Bravo recupera en esta entrevista.

David Bravo en el CCCB. Foto: Lucía Calvo

¿Qué sentido tuvo la presencia del CCCB en Quito?  

- «Habitat III», la Conferencia de la ONU sobre Vivienda y Desarrollo Urbano Sostenible, reunió en Quito a activistas, pensadores y gobernantes de todo el planeta a fin de establecer las directrices de la Nueva Agenda Urbana. La relevancia de este encuentro se refleja en el hecho de que solo se celebra cada veinte años. La presencia del CCCB dio visibilidad a su reflexión sobre el hecho urbano, que, desde los inicios de la institución, forma parte de su ADN. La mirada del CCCB sobre la ciudad ha sido siempre transversal y se ha esforzado por cruzar disciplinas tan diversas como la filosofía, la literatura, la política y el urbanismo. Esta promiscuidad era muy pertinente en el contexto de Quito, donde se encontraron voces de muy distintas procedencias geográficas y disciplinarias.

- El debate generado en «Habitat III», ¿de qué forma te ha hecho cambiar tu visión de lo que deberían ser la arquitectura y el urbanismo como instrumentos para regenerar la ciudad?

- Más que hacerme cambiar de visión, me ha confirmado que la arquitectura y el urbanismo son armas de doble filo. Por un lado, pueden estar al servicio del abuso de poder, contribuir a la injusticia espacial, la especulación inmobiliaria, la corrupción urbanística, la deuda pública, el derroche energético y la concentración de riqueza en pocas manos. Por otro, sin embargo, son instrumentos ineludibles para la democracia.

- Más que de «regeneración», hay que hablar de democratización de la ciudad. Demasiado a menudo somos víctimas de una neofilia cegadora que nos lleva a presuponer que toda regeneración es positiva. Pero no siempre es así; muchas veces, regenerar significa estropear un tejido social y urbano, echar a perder sus valores y excluir o expulsar a sus habitantes más desfavorecidos. Por este motivo hay que politizar el juicio sobre cualquier transformación urbana, que en ningún caso es una cuestión puramente técnica o estética. Las transformaciones democratizadoras son aquellas que mejoran la convivencia de quienes comparten hoy la ciudad —justicia— y la supervivencia de quienes la heredarán mañana —sostenibilidad—. Si no se cumplen estas dos condiciones, no se está construyendo democracia.

«La arquitectura y el urbanismo son armas de doble filo: pueden estar al servicio del abuso de poder y ser a la vez instrumentos para la democracia» 

- La cumbre convocó a alcaldes de todo el mundo, así como a responsables de gestión y gobernabilidad de todas partes. ¿Hay consenso respecto a la visión de la vivienda como necesidad básica y como fenómeno colectivo, tal como lo es el espacio público?

- No, de ningún modo. Hay una gran polarización entre los que entienden la vivienda como un activo inmobiliario y priorizan el derecho a la propiedad y los que, antes que nada, entienden la vivienda como un derecho básico y como un instrumento para democratizar la ciudad. Esta polarización se manifiesta de varias formas. De los «encuentros temáticos» (thematic meetings) celebrados previamente en distintas ciudades para preparar la cumbre de Quito —en Barcelona hubo uno en abril— surgieron declaraciones oficiales en las que abundaban las alertas contra la «injusticia espacial» y en defensa del «derecho a la ciudad», conceptos que también estuvieron muy presentes en los actos de Quito, tanto en los networking events de la propia cumbre como en los foros alternativos celebrados paralelamente. A pesar de todo, algunos estados miembros de la ONU rechazan el uso de estos conceptos. Tanto es así que la declaración final de la cumbre, tal como señala el politólogo Joan Subirats, abunda en aproximaciones comerciales como la «smart city», mientras que elude la palabra «democracia» y hace una sola referencia, muy tangencial, al «derecho a la ciudad».

Hace unos años que se ha incorporado al debate sobre vivienda y urbanismo la necesidad de apostar por ciudades inteligentes o smart cities. ¿Qué significa realmente este concepto y qué relevancia tuvo en Quito?

- Mi principal objeción a la corriente de las smart cities es que pone los medios por delante de los fines. De alguna forma, podríamos decir que contradice la tesis maquiavélica según la cual «el fin justifica los medios» defendiendo que «el medio justifica los fines», afirmación igualmente errónea. A menudo la smart city ofrece soluciones a problemas irrelevantes o inexistentes, mientras que elude dar solución a los dos principales problemas que sufren todas las ciudades: la injusticia y la insensatez. Por poner un ejemplo, no necesitamos sensores que nos permitan encontrar aparcamiento más rápidamente; lo que nos hace falta es conseguir que las ciudades puedan volver a funcionar sin un invasor tan injusto e insostenible como el vehículo privado, aunque sea eléctrico o sin conductor.

- La smart city se aproxima al hecho urbano desde una tecnofilia acrítica altamente despolitizada mientras olvida —u oculta— que cualquier transformación urbana tiene causas y efectos políticos —¡política viene de polis, que quiere decir ciudad!—. Además, lo hace de la mano de grandes corporaciones globales de dudosa reputación —como Cisco Systems o Telefónica— que concentran mucha riqueza y poder en pocas manos. Bien es cierto que, últimamente, se habla también de smart citizens, en lo que parece un lavado de cara de una iniciativa que, originariamente, se había olvidado de la gente. Y no cabe duda de que las nuevas tecnologías pueden ser de gran utilidad para mejorar la transparencia, la participación, la coproducción colaborativa y la gestión democrática de las ciudades. Pero hay que tener siempre muy presente que la tecnología es solo un instrumento y que tan pronto puede estar al servicio de la democracia como del abuso de poder.

«La smart city ofrece soluciones a problemas irrelevantes o inexistentes, mientras que elude dar solución a los dos principales problemas que sufren todas las ciudades: la injusticia y la insensatez»

Foto: Lucía Calvo

- Como representante del CCCB, ¿qué aportación al debate general pudiste hacer durante las mesas redondas que se organizaron en «Habitat III»?

- En especial, se dio visibilidad a las lecciones acumuladas por el Premio Europeo del Espacio Público Urbano —convocado desde el año 2000 por el CCCB junto a seis instituciones más, de Fráncfort, Helsinki, Liubliana, Londres, París y Viena— y a las reflexiones aportadas por la exposición «Piso Piloto» —organizada conjuntamente por el CCCB y el Museo de Antioquia de Medellín—, que muestra multitud de soluciones que han demostrado su viabilidad a la hora de hacer efectivos el derecho a la vivienda y el derecho a la ciudad.

¿Piensas que esta reflexión ha evolucionado durante las jornadas de trabajo en Quito?

- Las reflexiones que hay detrás de «Piso Piloto» se han enriquecido porque han demostrado que, más allá de los contextos de los que partía la exposición —las ciudades de Barcelona y Medellín—, son igualmente pertinentes en otros escenarios, como las ciudades ecuatorianas o mexicanas. En Quito o el DF también preocupan fenómenos como la gentrificación, la falta de viviendas públicas de alquiler social y la proliferación de grandes promociones privadas que empobrecen el tejido urbano y aíslan a sus residentes en comunidades cerradas. En último término, se constata que el derecho a la vivienda y el derecho a la ciudad son universales e inseparables uno de otro. Es más: en un mundo cada vez más urbanizado, estos derechos constituyen la base del resto de derechos humanos.

- Si «Piso Piloto» sostiene que «la ciudad del futuro ya está construida», ¿por qué crees que es útil discutir los desafíos de la urbanización en el siglo xxi?

- Cuando decimos que «la ciudad del futuro ya está construida» no nos referimos a que no haya que hacer nada más ni pretendemos que todo se deje tal como está. Lo que queremos es superar el paradigma urbanizador del siglo xx, basado en el crecimiento ilimitado. Superar la lógica utopista del urbanismo moderno, que prefiere la tabla rasa o la obra nueva antes que tratar con la complejidad del lugar preexistente. Superar la extensión compulsiva del suelo urbano a través de sectores de nueva planta, monofuncionales y de baja densidad. Superar un modelo caduco, altamente injusto e insostenible, responsable de la dispersión urbana, la segregación espacial, las emisiones contaminantes, el derroche energético y la depredación territorial.

Lejos de ser nostálgico, hoy es plenamente contemporáneo defender el modelo premoderno de ciudad mixta y compacta, hecha de fincas pequeñas y entre medianeras, con calles corredor que favorecen el comercio de proximidad, la mezcla de usos y clases sociales, el movimiento peatonal y la posibilidad de un transporte público eficaz y de calidad. Este modelo es mucho más pertinente para afrontar los retos económicos, ecológicos y políticos que nos plantea el futuro inmediato.

«En Quito o el DF también preocupan fenómenos como la gentrificación, la falta de viviendas públicas de alquiler social y la proliferación de grandes promociones privadas que empobrecen el tejido urbano y aíslan a sus residentes en comunidades cerradas»

Idealmente, ¿cuál crees que sería la mejor Agenda Urbana de los próximos años?

 - A mi entender, la Agenda Urbana tendría que ser una apuesta decidida por inundar las ciudades de radicalidad democrática. Lejos de ser un brindis al sol, esta apuesta puede traducirse en medidas muy concretas y contrastables. Cualquier transformación urbana debería democratizar la ciudad en cuatro sentidos principales:

1. Mirando hacia abajo, está el principio de redistribución, que transmite riqueza y oportunidades a la base de la pirámide social. Hay que democratizar el acceso a los recursos básicos y los lugares primordiales, combatir las crecientes desigualdades y entender que la cohesión social es una condición necesaria para el buen funcionamiento de cualquier ciudad.

2. Mirando hacia delante, está el recurso de la sostenibilidad, que mejora el legado que dejamos a las próximas generaciones. Hay que dejar de endeudarlas económicamente, de derrochar los recursos energéticos que necesitarán o de echar a perder el medio ambiente donde vivirán. Promover formas sensatas de hacer ciudad es el modo más eficaz de combatir el cambio climático.

3. Mirando hacia atrás, está el valor de la memoria, que extrae las mejores lecciones del pasado para que cada generación pueda progresar desde un punto de partida cada vez más adelantado. Hay que llenar los huecos disponibles en los tejidos compactos, activar las preexistencias heredadas del pasado con nuevos usos y sentidos que preserven sus valores patrimoniales. Reformar, reciclar, reutilizar y rehabitar lo que está construido antes de destruir, sustituir o edificar de nuevo.

4. Mirando hacia arriba, está la idea de la participación —o el bottom-up—, que nos permite combatir la tecnocracia, el populismo, el clientelismo y el abuso de poder. Hay que usar la pedagogía, la transparencia y el rendimiento de cuentas para transformar a los indiferentes o egoístas en ciudadanos responsables, rigurosos, concienciados, implicados y empoderados.

Barcelona, ¿ciudad magnética?

23 de septiembre de 2014 No Comments

Los imanes generan un campo magnético a su alrededor que puede atraer y repeler al mismo tiempo. Lo mismo pasa con las ciudades. hace más de un siglo Georg Simmel escribía: “En la ciudad, la economía monetaria y la documentación del intelecto tienen una relación muy cercana(The Metropolis and Mental Life, 1903). La vida en las ciudades no ha cambiado tanto a lo largo del siglo, a menudo la vida cultural se supedita a esta economía monetaria, ya sea bajo la forma de la especulación del suelo, ya sobre la forma del turismo (la especulación económico-cultural). Seguimos con la estela de Simmel y su visión de la ciudad como una lucha, no solo del hombre contra la naturaleza, sino de todos los hombres entre ellos. Algunos cineastas de la misma época articularon una mirada lírica y utópica de la “ciudad moderna” con toda su fauna y flora, con toda su fuerza productiva: es el caso de Vertov, Vigo, Ivens, Ruttman, Moholy-Nagy, entre otros, imágenes de las ciudades como un cuerpo orgánico que comprendía tanto su estructura física como su corpus social. Son los vídeos que hemos incluido en la careta de la sesión.

“El hombre de la cámara” (1929). Dziga Vertov

El tiempo pasa sobre las ciudades, pero el bullicio no se para, las prioridades cambian, pero el artificio permanece en distintos ámbitos de acción. Ya no hace falta crear un “barrio gótico” ficticio, como en la Barcelona de principios del siglo XX, ni llevar a cabo ninguna “Exposición Universal” como la de 1888 que Eduardo Mendoza describe tan bien en “La ciudad de los prodigios“, o la de 1929; ya no son necesarias unas Olimpíadas como las de 1992. Pero la transformación de la ciudad en beneficio de la internacionalización de su imagen (“ciudad-marca”) sigue en pie, por ello muchos barrios se han levantado contra las políticas municipales que velan para seguir creando la “imagen-marca” de la ciudad, siendo el barrio de la Barceloneta y el Raval-Poble Sec (con el “Pla Paral·lel“) los actuales focos más activos. La ciudad no es un concepto, sino un sistema complejo de relaciones que debe tener en cuenta el urbanismo y la demografía, la sociología y la ecología, la economía y la cultura (de hecho, todo es cultura). La ciudad es un espacio que, por naturaleza, fomenta la pluralidad y la diversidad, también cultural. La ciudad es para recorrerla, como en el flâneur de Benjamin, para reforzar lo que decía Michel de Certau, que “la historia empieza a ras de suelo, con los pasos“. La ciudad es para vivirla, para habitarla, la ciudad es de sus ciudadanos.

Joan Maragall (de la familia “Maragall”) hizo una Oda nova a Barcelona en 1911, donde ya presenta la ambivalencia de la ciudad; por un lado es una ciudad “con mucha presencia”, “dicharachera”, “con rauxa y traza”, “la gran hechizadora”, pero también dice que es “cobarde, cruel y grosera”. La metrópolis barcelonesa no es solo la “ciudad podrida” que cantaban los de la Banda Trapera del Río y que el escritor Javier Pérez Andújar recupera en su libro Paseos con mi madre, sino que también es un espacio de oportunidades, de intercambios y de producción político-cultural. Muchos músicos recuerdan la Barcelona preolímpica como un lugar efervescente en el que la música inundaba las calles, los clubs, las sedientas bocas de la gente. Música diversa, música no estanca en géneros, estilos o grupos, música que lo único que quería era ser música, salir volando y volver a caer para mineralizar algún tipo de ritual social; una experiencia también estética, de vanguardia, pero, al mismo tiempo, una fiesta para compartir con sus vecinos (también de filias), en los lugares, dentro de la propia ciudad y no en recintos o precintos preparados para la ocasión. Muchos músicos recuerdan haber tenido sus primeras fiebres musicales asistiendo a conciertos en los locales de las ciudades, encantados de haber compartido noches y pasiones musicales con gente tan diferente que, hoy en día, en un mundo tan especializado y sectarizado, solamente podrían coincidir en las redes sociales o en las fiestas de la ciudad, por decir algo.

Captura del documental de Llibert Fortuny i Za!

En esta cuarta sesión del #BCNmp7 de 2014 intentaremos acercarnos a todo esto desde la música a partir de figuras como Za!, Munir Hossn, Llibert Fortuny, Pablo Schvarzman y David Soler. Es el tema, y los músicos, que han querido subir al escenario los programadores, Aurelio Santos (WTF Jam Sessions) y Mireia y Víctor de Sones. Estos músicos son de Barcelona pero de orígenes muy diversos: Munir Hossn es de Brasil, vive en París y empezó a aprender música en la iglesia donde su madre llevaba el coro, tocando todos los instrumentos para suplir las bajas; Pablo Schvarzmann vino a finales de los años 80 de Buenos Aires para poder entrar en una conocida escuela de música y, atraído por la vida auténtica y bohemia que ofrecía la ciudad, empezó con el jazz para acabar en los brazos de la electrónica y la experimentación; Llibert Fortuny es de Las Palmas, pero su familia en seguida se estableció en Cataluña, es metódico y asalvajado, y ha convertido su saxo en una orquesta entera; David Soler es hombre de guitarras, de pedal steel, de las tierras telúricas del Montseny, y vive para tocar sin restricciones; Edu Pou y Pau Rodríguez son Za!, los únicos de Barcelona, que entraron en la música gracias a los locales de ensayo y el circuito underground de las salas de concierto (si es que pueden llamarse así), y sus estilo es la falta de estilo, o la suma de todos los estilos, pero aún y así son reconocibles a quilómetros de distancia por la fuerza, la energía y la loca alegría de su directo.

Todos ellos han sido reunidos en esta sesión para explorar, de nuevo, el diálogo con músicos de estilos bien distintos a partir de la improvisación, para dar protagonismo a la contundencia de la actuación única en un directo en buenas condiciones (cosa que a veces se pierde en contextos masivos) e irrepetible. Además, Barcelona, con sus contradicciones, ha servido para establecer un hilo conductor a la sesión, que se dividirá en tres bloques y que irá acompañada por tres breves cápsulas documentales sobre los temas con las intervenciones de los propios músicos: “La llegada a Barcelona y la llegada a la música”, “Cara A y cara B de Barcelona” y, finalmente, “Los estilos y la improvisación”.

Sesión #BCNmp7: Barcelona, ciudad magnética

Día y hora: 2 de octubre de 2014 de 21 a 24h

Llugar: Teatre del CCCB

Con la participación de: Za!, Llibert Fortuny, Munir Hossn, David Soler, Pablo Schvarzman y otras sorpresas

Programan: Sones y Aurelio Santos

Precio: 7 € / Reducido: 5 €

Entrada gratuita para los Amigos del CCCB, menores de 16 años y parados.

Joan Nogué: «La cooperación hubiese sido más rentable que la competencia»

22 de febrero de 2013 No Comments

Según el catedrático de Geografía humana Joan Nogué, la histórica riqueza organizativa de la sociedad civil catalana se muestra ahora especialmente útil, ya que, en momentos de crisis institucional, política y económica como los actuales, Nogué cree que la sociedad civil es lo que queda para reconstruir un sistema que se ha demostrado inviable.

En la entrevista que le hicimos tras su participación en el debate “En comú”, el director del Observatorio del Paisaje de Cataluña afirmó que la proliferación de cooperativas de consumo y mercados de intercambio ejemplifica una nueva apuesta por la cooperación; una apuesta que, en muchos sentidos, puede ser más provechosa y rentable que la simple y pura competencia desenfrenada.

También podéis ver el diálogo completo celebrado en el CCCB entre Joan Nogué, Xavier Antich i Joan Margarit.

Joan Margarit: «No hay comunidad sin individualidad»

21 de febrero de 2013 No Comments

“Sin cultura no me imagino qué quiere decir lo común”, dice Joan Margarit, quien añade que la cultura tiene al principio un carácter individual, pero que después, en una segunda etapa, busca al otro. Para Margarit, poeta y arquitecto, lo que ha cambiado es que, si antes lo más inmediato era la relación y la compañía, ahora lo primero es el autismo.

En la entrevista que le hicimos tras su participación en la conferencia “En común”, Margarit constató que la ciudad ha dejado de ser exterior para ser interior, ya que nos hemos fusionado con ella. Como poeta, lo ejemplificó diciendo que la poesía no ha vuelto nunca al romanticismo (a la unión entre persona y naturaleza). Por eso, ya no es posible mirar la ciudad con distancia: no podemos hacer como el pintor que situaba el caballete frente al paisaje.

También podéis ver el diálogo completo celebrado en el CCCB entre Joan Margarit, Xavier Antich y Joan Nogué.

Xavier Antich: «De la vida pública, todos somos responsables»

19 de febrero de 2013 No Comments

Uno de los grandes retos de la actualidad es devolver a la sociedad civil el protagonismo de la gestión pública. Eso cree Xavier Antich, filósofo y profesor de Historia de las ideas estéticas de la Universidad de Girona, quien alerta que hemos terminado por identificar la política con lo que hacen los políticos profesionales, cuando “política” es, en realidad, todo lo que hacemos en el espacio común.

Durante la conversación que mantuvimos tras su participación en el debate “En común”, Antich afirmó que, en este espacio compartido, el reto es huir de la “trampa comunitaria” y, por lo tanto, en lugar de reforzar aquello que existe en común, asumir el pluralismo. En este proceso, según el filósofo, la educación juega un papel central; ya que tiene la capacidad de conseguir que no sólo formemos parte de una comunidad, sino que participemos en ella activamente.

También podéis ver el diálogo completo celebrado en el CCCB entre Xavier Antich,Joan Margarit i Joan Nogué,

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