Si investigas, mejor llamarte John que Jennifer

28 de enero de 2015 1 Comment

Working in Lab (MSA)

John y Jennifer son biólogos formados en la Universidad de Yale. Tienen currículos idénticos y ambos han sido elegidos para ocupar dos puestos iguales como técnicos de laboratorio. Ahora, sus credenciales deben pasar por las manos de 127 profesores de biología, química y física, que sobre el papel tendrán que decidir su sueldo. Lo que no saben es que se trata de personajes inventados por un experimento de esta misma universidad sobre diferencias de género. Han creado la situación para ver cuál es el alcance del sesgo de género. La conclusión es clara: con los mismos méritos, es mejor llamarse John que Jennifer. Para ella, proponen un salario bruto anual 3720 dólares inferior. El estudio, publicado en 2012 en la revista PNAS, fue liderado por una mujer, Jo Handelsman, actualmente directora de la Oficina de Política Científica y Tecnología de la Casa Blanca y, por lo tanto, asesora en temas de ciencia del presidente Obama.

Pocas mujeres llegan donde está ella porque, a pesar de los adelantos, la ciencia aún es sexista. Con el mismo talento, a menudo las mujeres cobran menos que los hombres, tienen muchas más dificultades para prosperar, consiguen menos becas y tienen más posibilidades de acabar abandonando su carrera. Y es así en todo el mundo. Las mujeres que dirigen grupos de investigación todavía son minoría. En las 48 universidades públicas españolas solo hay tres mujeres rectoras. Y para ser rectora, primero hay que ser catedrática. En España tan solo un 15% de las cátedras universitarias las ocupan mujeres.

A la hora de recibir reconocimientos públicos, las mujeres también se quedan atrás. De los 457 premios Nobel que se han otorgado desde 1901, solo 11 han sido para mujeres. Ahora bien, muchas mujeres han trabajado duro en equipos donde otros miembros masculinos han recibido la distinción. Uno de los casos históricos más reconocidos es el de Rosalind Franklyn, biofísica y cristalógrafa de la Universidad de Cambridge (institución que no permitió que las mujeres fueran miembros de la misma hasta el año 1948 y en que durante años se estableció una cuota máxima de mujeres alumnas del 10%). Como investigadora, Franklyn realizó importantes contribuciones al descubrir la estructura del ADN en uno de sus experimentos. Ahora bien, fueron James Watson y Francis Crick, a quien ella enseñó inocentemente las imágenes que había obtenido, quienes publicaron los resultados en la revista científica Nature, y como consecuencia obtuvieron el reconocimiento de la comunidad científica internacional y ganaron el premio Nobel. A nivel público, ambos son reconocidos como los descubridores del ADN, cuando Rosalind Franklyn debería ser considerada la mujer que realmente abrió paso a una nueva era de la medicina.

Esta presencia tan escasa en la élite de la ciencia contrasta con el número de mujeres licenciadas y doctorandas. Si bien en algunas ingenierías las chicas son minoría, en algunas áreas, como las ciencias de la vida, representan el 75% de licenciados y más del 60% de doctorandos. Los porcentajes se adelgazan a medida que la mujer pasa de los treinta años, momento en que la mayoría empieza a plantearse tener hijos. Es en este momento que la gráfica estadística que hasta entonces dibuja dos líneas (la de los hombres y la de las mujeres) con trayectorias más o menos en paralelo se entrecruzan, formando una tijera en la que la hoja inferior, la que corta, la de las mujeres, cae en picado. Hay excepciones, pero lo cierto es que la maternidad y la falta de medidas para conciliar frenan el alto rendimiento, hasta puntos tan desalentadores que llevan a algunas mujeres a abandonar su carrera. Aparte de los prejuicios, la ciencia es exigente: es necesario publicar, asistir a congresos, presentarse a convocatorias que no esperan, viajar… Sin apoyo, todo ello no perdona, ni siquiera a las madres más entregadas que pasan horas ante el ordenador, escribiendo proyectos y dando al mismo tiempo el pecho a su bebé.

El hecho consumado de que en la élite científica los hombres sean mayoría está tan internalizado que incluso es frecuente que muchas de las mujeres que llegan a ser jefas y a publicar en las mejores revistas se encuentren en algún momento cara a cara con algunos de los estereotipos. No es extraño que, antes de conocerlas, la gente dé por supuesto que aquella mente relevante que interviene en estudios científicos de primera línea es la de un hombre. Algunas científicas de alto rendimiento relatan haber sido invitadas a un congreso como ponentes y encontrarse con que en el cartel de presentación ponía Mr. X, en vez de Mrs. X.

Romper ese techo de cristal que no permite que las mujeres científicas prosperen supone acabar con muchas inercias enquistadas en nuestra sociedad. Para empezar, este sesgo no es exclusivo del mundo científico. Las dificultades para conciliar están presentes en todas las profesiones que implican una cierta competitividad y dedicación, como la ciencia, el periodismo, la música o el liderazgo empresarial. Una madre tiene un 79% menos posibilidades de ser contratada que una mujer sin hijos y, encima, cobra menos, según un artículo que publica Nature en un especial sobre mujeres. Contrasta con el hecho de que, precisamente, para un hombre tener hijos sí es una ventaja competitiva.

En el mismo especial de Nature, diferentes autores ponen encima de la mesa las opciones para poner remedio a una situación realmente enquistada en nuestra sociedad. ¿Qué hacer en profesiones en las que, más allá de las condiciones laborales (que tampoco ayudan) la competitividad no permite ningún tipo de tregua? ¿Qué instrumentos pueden revertir el efecto tijera? La aplicación de cuotas es polémica. Sobre todo porque no resuelve los problemas de fondo, como la falta de medidas para facilitar la conciliación adaptadas a la carrera científica. Brigitte Mühlenbruch, presidenta de la European Platform of Women Scientists, en Bruselas, y Maren A. Jochimsen, directora del Essen College of Gender Studies, en Alemania, recogen en el especial de Nature una serie de propuestas. Para empezar, aunque se reconoce que el programa de ayudas de la UE Horizon 2020 incorpora el género como aspecto que deben tener en cuenta los que quieran optar a las convocatorias, denuncian que los comités que deciden a quién se otorgan las ayudas están formados mayoritariamente por hombres. También lo están los paneles de científicos revisores que deciden si se publica un artículo científico o no. Mühlenbruch y Jochimsen proponen que estos entes estén formados por al menos un 40% de mujeres.

Por otra parte, también proponen que exista una mayor flexibilidad en la presentación de convocatorias para las mujeres que hayan tenido hijos, que cuando un trabajo implique movilidad se tengan en cuenta medidas para la familia y que incluso se valore como un mérito más (y no como una penalización) el hecho de que una mujer haya tenido que interrumpir durante un tiempo su trabajo debido a la maternidad.


Los debates «Mujeres y ciencia» abordaron el papel de la mujer en la ciencia a través de las mesas redondas  ’Mujeres y ciencia: la visión desde las instituciones de investigación de excelencia‘ y ‘En primera persona: la voz de las mujeres investigadoras‘.

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Miraflores: “No somos una banda de buen rollo entre nosotros”

28 de enero de 2015 No Comments

Tercera cápsula ‘efervescente’ a propósito de Emergència 2015. Para consumir y desechar en el acto.

Foto: Concha Laveran

“The Fall, Suicide, Kim Salmon, Stooges, Birthday Party, The New Christs, Spacemen 3, Captain Beefheart, The Gun Club, 13th Floor Elevators”. Éstas son las fuente de la “marmita” de la que han bebido Miraflores, aseguran. Háganse una idea, pues, que lo que aquí hay, ruge.

Miraflores, de Sevilla, -“tomamos el nombre de un antiguo manicomio” de la capital hispalense-, se encuentran en la encrucijada añeja del rock como idea preñada de intensidad. Más allá de lo que todos estos grupos ‘marmita’ nunca han dicho, está lo que su música corrobora: el arte y la vida, la pasión. Y en Miraflores parecen convergir todos estos elementos que hicieron grandes a otras grandes bandas nacionales de marchamo oscuro, compases rockeros maximalistas y mínima repercusión. “Miraflores son los últimos de una larga dinastía subterránea de bandas malditas –escriben a modo de presentación- a los que no se dejó crecer y que nos dieron mucho de lo que tenemos”. “Ellos”, la tradicional cuota andaluza de Emergència!, “son los que tendrán que hacer justicia a Los Bichos –D.E.P Josetxo Ezponda (1963-2013)-, a los Cancer Moon, a Los Cuantos”. Y “a todos otros tantos buenos salvajes que se estrellaron contra el muro de la indiferencia armados sólo con la elegancia y las canciones”.

“Son una animalada”, escribió el crítico Vidal Romero. “Una purga sanadora, una herida sanguinolenta que trata de limpiarse con aguardiente del más puro”, expresó otro crítico, David Giménez.

Se amontonan los adjetivos; se escapan las categorizaciones. Acaso no son más que otro grupo de rock’n’roll que la apuestan todo al quince en busca de una voz propia que es la de muchos al mismo tiempo. La de la libre expresividad, el único enemigo del mayor de los enemigos de un melómano: la música sin alma –desalmada-, el motivo de los desvelos de los que creen en el rock como una verdad eterna en constante evolución.

Emilio Rodríguez, periodista y activista; voz y cabeza pensante de Miraflores junto a Javier Neria, explica en el plano epistolar, de qué va su grupo. Por qué les llama el arrebato y el peligro:

“Conozco a Javi (Neria) desde la adolescencia, de cuando él encaraba el boom del rock independiente sevillano con Sick Buzos, al alimón con Chenco Fernández y yo comenzaba a trabajar en la industria desde el otro lado”.

Foto: Jarret Abucha

Foto: Jarret Abucha

“Miraflores comenzó hace algo más de dos años, en una época en la que necesitaba salir de determinados cruces de caminos. Javi había dado carpetazo a su proyecto de entonces, Salieri, y acaba de montar una banda con su hermano Jaime y Selu Baños. Quería hacer algo más sucio y oscuro. Me propuso probar a la voz y acepté. Quedamos en el local y llegué con una propuesta de versión de Blood Shot Adult Commitment de Madrugada”.

“Encajaron las piezas y empezamos a trabajar nuestros propios temas. Javi y yo hemos bebido de la misma marmita (ya saben: de Suicide a Scientist), fue inevitable que aquel encuentro fortuito acabara tomando forma en algo consistente. Destapamos nuestras influencias tirando de colecciones discográficas que ya formaban parte de nuestro ADN”.

“El rock australiano es lo que nos conectó desde un principio, como tantas otras cosas. El post-punk, el hardcore, el death-country, la psicodelia, Detroit, Düsseldorf, Nueva York… Pero hay más influencias en el grupo. Ernesto tiene mil y un proyectos de electrónica experimental, por ejemplo.

“Miraflores era el hospital mental sevillano por antonomasia. La absurda reforma psiquiátrica que impuso hace años la Ley General de Sanidad acabó dilapidando lugares como este, privatizando los servicios y vomitando a los enfermos mentales a las calles o las casas de sus familiares. El edificio del que tomamos el nombre va a ser demolido próximamente según informes que nos han llegado de Diputación. En el fondo el nombre arrastra connotaciones muy duras. Por ahí cuentan que excepto Selu, el resto no andamos muy finos, de manera que la rúbrica Miraflores parece que nos va que ni pintada”.

“Tras unos meses ya teníamos canciones suficientes para grabar un álbum y nos estrenamos con un showcase en Monkey Week que todavía recuerdo como nuestro concierto más intenso y emocionante. Un desastre sudoroso y atropellado donde se fue la luz en mitad de la actuación”.

“Me pasé todo el tiempo cantando de espaldas al público si percatarme de nada. Grabamos nuestro debut en cuatro días con Raúl Pérez (Pony Bravo) en La Mina. Todo resultó muy rápido y certero, directo al cuello. Masterizamos las canciones con Kramer (Bongwater) y pasamos año y medio paseándolas por los escenarios sin un lanzamiento oficial. Tras un desastroso concierto junto a The Damned, The Cubical y Lisa & The Lips, Joaquín y Paco de Happy Place nos propusieron editar el álbum”.

“Ha pasado tanto tiempo desde que grabamos hasta que editamos que ya tenemos casi lista su continuación. De todos modos, Miraflores gana enteros con el volumen. De momento la física es nuestra aliada”.

“En directo sonamos más al límite, sin el corsé que nos imprime el estudio. Cuando grabamos el primer disco apenas llevábamos un año funcionando y era la primera vez que nos enfrentábamos a una experiencia así los cinco juntos. Javi y Jaime ya habían grabado anteriormente, el resto éramos vírgenes.

“No somos una banda de buen rollo entre nosotros. Eso no significa que no nos llevemos bien, pero se trata más de una camaradería que de una amistad desmedida. Esto genera una cierta tensión que se refleja en la música y especialmente en el directo”.

Ahondando un poco más –y mejor- en su ADN creativo, Emilio lanza cinco temas como influencias ad hoc:

1) The Chrome Cranks: Dead Cool

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2) Gallon Drunk: The Exit Sign

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3) Camper Van Beethoven: Club Med Sucks

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4) 16 Horsepower: Heart & Soul (Joy Division cover)

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5) The Sound: I can´t escape myself

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Algo así como ‘todo aquello que siempre quiso saber rock underground y nunca se atrevió a preguntar’. No sufra, con esta ristra de temas, sus dudas quedan resueltas.

Si todavía conserva alguna duda sobre Miraflores, pinche aquí.

Intercambio epistolar entre @JaimeCasasB y Emilio Rodríguez, de Miraflores.

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Crítica cinematográfica: una creación dentro de una creación

23 de enero de 2015 No Comments
<a href=”http://blogs.cccb.org/veus/wp-content/uploads/2015/01/lelouch-godard-truffaut-malle-polanski.jpg”><img title=”05/00/1968. International Cannes film festival” src=”http://blogs.cccb.org/veus/wp-content/uploads/2015/01/lelouch-godard-truffaut-malle-polanski-300×267.jpg” alt=”" width=”300″ height=”267″ /></a> Festival de Cannes, mayo de 1968. De izquierda a derecha: Claude Lelouch, Jean-Luc Godard, Francois Truffaut, Louis Malle y Roman Polanski.

“Yo llamaría a la crítica una creación dentro de una creación”. Estas palabras salieron del puño y letra de Oscar Wilde en su emblemático ensayo El crítico como artista publicado a finales del siglo XIX. El cine estaba entonces a punto de ponerse los pañales y de convertirse en “el tren eléctrico más fabuloso que un niño podría tener”, que diría Orson Welles. Y, aunque Wilde aplicaba su estudio al ámbito de la crítica artística, por extensión sus líneas podrían asirse oportunamente a este mismo desempeño en el ámbito cinematográfico.El Taller de Crítica Cinematográfica, que organiza la Associació Catalana de Crítics i Escriptors Cinematogràfics (ACCEC) en colaboración con el Institut d’Humanitats y el Centro de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB), tiene la ambición de trazar, a lo largo de catorce sesiones, una panorámica variada sobre el ejercicio de la crítica de cine mediante la combinación de un apartado histórico-teórico y un taller de carácter práctico. De esta manera, no solo se abundará en los orígenes de este campo profesional que empezó a coger fuerza al conquistar el cine su estatuto artístico a mediados de los años treinta y que entraría más adelante en la modernidad —con la emblemática troupe de los Cahiers du cinéma fundada por André Bazin en 1951—, sino que trascenderá el papel en el que tradicionalmente se ha desarrollado su labor para explorar otras fórmulas y otros soportes con la democratización que Internet posibilita a partir de los noventa.

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El cancionero doméstico de Flamaradas

22 de enero de 2015 No Comments

“No tengo muy claro cuál es mi posición dentro del panorama musical ni si me parezco a alguien”. Así se expresa Daniel Magallón, quien actúa bajo el alias de Flamaradas –“en realidad, era Llamaradas, pero un espontáneo le cambió el nombre a traición”, lamenta con tono jocoso por teléfono-. Cancionero Saturnino (Producciones Doradas, 2012) fue su carta de presentación: un trabajo que, bajo el manto de la introspección, explica historias “arrebatadas y ensangrentadas”, tal como afirma el texto que lo introdujo a una actualidad que le es ajena.

Antes estuvo en el grupo Joder Around, ayudó a fundar Producciones Doradas y subió a los escenarios junto a Silvia Coral y los Arrecifes después de componer sus canciones. Magallón confiesa que “no tengo una metodología clara para componer y las ideas me aparecen donde menos me lo espero. Suelo ir siempre con libretas y grabadoras y registro hasta la más perogrulla idea que me pasa por la cabeza”. Sus canciones, lentas, pausadas, circunspectas, no sabe de “dónde salen”, pero todas ostentan una personalidad propia y surgen de las experiencias, las sensaciones o las ideas. “Casi todo lo saco de mi experiencia personal –asegura- : lo que veo, lo que recuerdo, lo que sentí en algún momento; o de cosas que me cuenta la gente”.

“Procuro no ser muy literal ni tener una narración muy lineal. No porque no me guste la gente que así lo hace, considero que hay maestros en ese campo, sino porque creo cuando yo lo hago el resultado no es muy bueno. Carezco de recursos suficientes para hacer algo interesante en ese estilo”.

Compuso Cuando te duermen a partir de:

“La frase “Sabes, cuando te duermen…”, me la dijo un vigilante de párking que intentaba explicarme sus sensaciones justo cuando le anestesiaron para operarle de una hernia. La frase me pareció bonita y me la quedé. Por aquel entonces, mi hijo mayor empezaba a dormir en su habitación y todas las noches teníamos que acompañarlo para que cogiera el sueño. Con lo cual estaba viviendo en primera persona el hecho de dormir a alguien”.

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Los zapatos de otro y las palabras de la política

20 de enero de 2015 No Comments

En los últimos tiempos hemos sido testigos de un doble movimiento. Por una parte, palabras que parecían arrinconadas en los pliegues de la historia han reaparecido con fuerza en el discurso público. Es el caso de «clase», por ejemplo, a la que el radical aumento de las desigualdades parece haber devuelto su potencial explicativo, o de «común» y «comunidad», que no solo han recuperado su sentido original, sino que han incorporado un amplio abanico de nuevos significados. En paralelo, algunas de las palabras que tradicionalmente habíamos utilizado para explicar y describir el mundo parecen incapaces de dar cuenta hoy de los cambios radicales que todos estamos experimentando. Tenemos, cuando las utilizamos, la misma sensación que cuando nos ponemos el zapato de otra persona: son el perfecto contenedor de un pie que, evidentemente, no es el nuestro.

En las últimas décadas, el mundo que conocemos se ha transformado radicalmente. Las formas tradicionales de hacer política y las instituciones democráticas están hoy bajo sospecha y atraviesan una crisis de legitimidad sin precedentes. A esto se suman los cambios en escala, velocidad y perspectiva de un mundo globalizado, y las nuevas y desconcertantes relaciones entre identidad, poder, Estado y mercado. El decisivo desvelamiento que ha supuesto la crisis financiera internacional sobre las condiciones del capitalismo neoliberal, y la profundidad de las transformaciones tecnológicas han ampliado, también, y en algunos casos forzado, los límites y las posibilidades de las palabras y las categorías habituales. En este contexto, ¿qué ocurre con las ideas de «igualdad», «libertad», «soberanía», «ciudadanía», «Estado», «trabajo», «capitalismo», «partido»? ¿Sirven aún, en su formulación habitual, para hacer inteligible el mundo que compartimos y para articular y coordinar el sentido de nuestras acciones? ¿Qué aspectos de nuestra experiencia y de nuestro entorno quedan oscurecidos y cuáles se iluminan cuando las utilizamos? ¿Qué nuevos sentidos y perspectivas debemos incorporar para reenfocar, interpretar y reformular nuestro presente político?

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