Tercera cápsula ‘efervescente’ a propósito de Emergència 2015. Para consumir y desechar en el acto.
Foto: Concha Laveran
“The Fall, Suicide, Kim Salmon, Stooges, Birthday Party, The New Christs, Spacemen 3, Captain Beefheart, The Gun Club, 13th Floor Elevators”. Éstas son las fuente de la “marmita” de la que han bebido Miraflores, aseguran. Háganse una idea, pues, que lo que aquí hay, ruge.
Miraflores, de Sevilla, -“tomamos el nombre de un antiguo manicomio” de la capital hispalense-, se encuentran en la encrucijada añeja del rock como idea preñada de intensidad. Más allá de lo que todos estos grupos ‘marmita’ nunca han dicho, está lo que su música corrobora: el arte y la vida, la pasión. Y en Miraflores parecen convergir todos estos elementos que hicieron grandes a otras grandes bandas nacionales de marchamo oscuro, compases rockeros maximalistas y mínima repercusión. “Miraflores son los últimos de una larga dinastía subterránea de bandas malditas –escriben a modo de presentación- a los que no se dejó crecer y que nos dieron mucho de lo que tenemos”. “Ellos”, la tradicional cuota andaluza de Emergència!, “son los que tendrán que hacer justicia a Los Bichos –D.E.P Josetxo Ezponda (1963-2013)-, a los Cancer Moon, a Los Cuantos”. Y “a todos otros tantos buenos salvajes que se estrellaron contra el muro de la indiferencia armados sólo con la elegancia y las canciones”.
“Son una animalada”, escribió el crítico Vidal Romero. “Una purga sanadora, una herida sanguinolenta que trata de limpiarse con aguardiente del más puro”, expresó otro crítico, David Giménez.
Se amontonan los adjetivos; se escapan las categorizaciones. Acaso no son más que otro grupo de rock’n’roll que la apuestan todo al quince en busca de una voz propia que es la de muchos al mismo tiempo. La de la libre expresividad, el único enemigo del mayor de los enemigos de un melómano: la música sin alma –desalmada-, el motivo de los desvelos de los que creen en el rock como una verdad eterna en constante evolución.
Emilio Rodríguez, periodista y activista; voz y cabeza pensante de Miraflores junto a Javier Neria, explica en el plano epistolar, de qué va su grupo. Por qué les llama el arrebato y el peligro:
“Conozco a Javi (Neria) desde la adolescencia, de cuando él encaraba el boom del rock independiente sevillano con Sick Buzos, al alimón con Chenco Fernández y yo comenzaba a trabajar en la industria desde el otro lado”.
Foto: Jarret Abucha
“Miraflores comenzó hace algo más de dos años, en una época en la que necesitaba salir de determinados cruces de caminos. Javi había dado carpetazo a su proyecto de entonces, Salieri, y acaba de montar una banda con su hermano Jaime y Selu Baños. Quería hacer algo más sucio y oscuro. Me propuso probar a la voz y acepté. Quedamos en el local y llegué con una propuesta de versión de Blood Shot Adult Commitment de Madrugada”.
“Encajaron las piezas y empezamos a trabajar nuestros propios temas. Javi y yo hemos bebido de la misma marmita (ya saben: de Suicide a Scientist), fue inevitable que aquel encuentro fortuito acabara tomando forma en algo consistente. Destapamos nuestras influencias tirando de colecciones discográficas que ya formaban parte de nuestro ADN”.
“El rock australiano es lo que nos conectó desde un principio, como tantas otras cosas. El post-punk, el hardcore, el death-country, la psicodelia, Detroit, Düsseldorf, Nueva York… Pero hay más influencias en el grupo. Ernesto tiene mil y un proyectos de electrónica experimental, por ejemplo.
“Miraflores era el hospital mental sevillano por antonomasia. La absurda reforma psiquiátrica que impuso hace años la Ley General de Sanidad acabó dilapidando lugares como este, privatizando los servicios y vomitando a los enfermos mentales a las calles o las casas de sus familiares. El edificio del que tomamos el nombre va a ser demolido próximamente según informes que nos han llegado de Diputación. En el fondo el nombre arrastra connotaciones muy duras. Por ahí cuentan que excepto Selu, el resto no andamos muy finos, de manera que la rúbrica Miraflores parece que nos va que ni pintada”.
“Tras unos meses ya teníamos canciones suficientes para grabar un álbum y nos estrenamos con un showcase en Monkey Week que todavía recuerdo como nuestro concierto más intenso y emocionante. Un desastre sudoroso y atropellado donde se fue la luz en mitad de la actuación”.
“Me pasé todo el tiempo cantando de espaldas al público si percatarme de nada. Grabamos nuestro debut en cuatro días con Raúl Pérez (Pony Bravo) en La Mina. Todo resultó muy rápido y certero, directo al cuello. Masterizamos las canciones con Kramer (Bongwater) y pasamos año y medio paseándolas por los escenarios sin un lanzamiento oficial. Tras un desastroso concierto junto a The Damned, The Cubical y Lisa & The Lips, Joaquín y Paco de Happy Place nos propusieron editar el álbum”.
“Ha pasado tanto tiempo desde que grabamos hasta que editamos que ya tenemos casi lista su continuación. De todos modos, Miraflores gana enteros con el volumen. De momento la física es nuestra aliada”.
“En directo sonamos más al límite, sin el corsé que nos imprime el estudio. Cuando grabamos el primer disco apenas llevábamos un año funcionando y era la primera vez que nos enfrentábamos a una experiencia así los cinco juntos. Javi y Jaime ya habían grabado anteriormente, el resto éramos vírgenes.
“No somos una banda de buen rollo entre nosotros. Eso no significa que no nos llevemos bien, pero se trata más de una camaradería que de una amistad desmedida. Esto genera una cierta tensión que se refleja en la música y especialmente en el directo”.
Ahondando un poco más –y mejor- en su ADN creativo, Emilio lanza cinco temas como influencias ad hoc:
1) The Chrome Cranks: Dead Cool
2) Gallon Drunk: The Exit Sign
3) Camper Van Beethoven: Club Med Sucks
4) 16 Horsepower: Heart & Soul (Joy Division cover)
5) The Sound: I can´t escape myself
Algo así como ‘todo aquello que siempre quiso saber rock underground y nunca se atrevió a preguntar’. No sufra, con esta ristra de temas, sus dudas quedan resueltas.
Si todavía conserva alguna duda sobre Miraflores, pinche aquí.
Intercambio epistolar entre @JaimeCasasB y Emilio Rodríguez, de Miraflores.
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