En los últimos tiempos hemos sido testigos de un doble movimiento. Por una parte, palabras que parecían arrinconadas en los pliegues de la historia han reaparecido con fuerza en el discurso público. Es el caso de «clase», por ejemplo, a la que el radical aumento de las desigualdades parece haber devuelto su potencial explicativo, o de «común» y «comunidad», que no solo han recuperado su sentido original, sino que han incorporado un amplio abanico de nuevos significados. En paralelo, algunas de las palabras que tradicionalmente habíamos utilizado para explicar y describir el mundo parecen incapaces de dar cuenta hoy de los cambios radicales que todos estamos experimentando. Tenemos, cuando las utilizamos, la misma sensación que cuando nos ponemos el zapato de otra persona: son el perfecto contenedor de un pie que, evidentemente, no es el nuestro.
En las últimas décadas, el mundo que conocemos se ha transformado radicalmente. Las formas tradicionales de hacer política y las instituciones democráticas están hoy bajo sospecha y atraviesan una crisis de legitimidad sin precedentes. A esto se suman los cambios en escala, velocidad y perspectiva de un mundo globalizado, y las nuevas y desconcertantes relaciones entre identidad, poder, Estado y mercado. El decisivo desvelamiento que ha supuesto la crisis financiera internacional sobre las condiciones del capitalismo neoliberal, y la profundidad de las transformaciones tecnológicas han ampliado, también, y en algunos casos forzado, los límites y las posibilidades de las palabras y las categorías habituales. En este contexto, ¿qué ocurre con las ideas de «igualdad», «libertad», «soberanía», «ciudadanía», «Estado», «trabajo», «capitalismo», «partido»? ¿Sirven aún, en su formulación habitual, para hacer inteligible el mundo que compartimos y para articular y coordinar el sentido de nuestras acciones? ¿Qué aspectos de nuestra experiencia y de nuestro entorno quedan oscurecidos y cuáles se iluminan cuando las utilizamos? ¿Qué nuevos sentidos y perspectivas debemos incorporar para reenfocar, interpretar y reformular nuestro presente político?
Esta edición del Debate de Barcelona es una invitación a tomar la palabra, a repensar y renovar colectivamente su sentido, a fin de hacer de nuevo inteligible nuestro mundo. Tener palabra propia, negarse a ser hablado y actuado, es el acto subversivo por excelencia, el acto político más genuino. Por decirlo con las palabras de Hannah Arendt en La condición humana: «El poder solo es realidad donde palabra y acto no se han separado, donde las palabras no están vacías y los hechos no son brutales, donde las palabras no se emplean para velar intenciones sino para descubrir realidades, y los actos no se usan para violar y destruir, sino para establecer relaciones y crear nuevas realidades». Para crear la posibilidad de la acción, para poder transformar colectivamente nuestro entorno, debemos ser capaces primero de articular su sentido. Tomar la palabra es, en definitiva, colaborar activamente en esta definición, sumarnos a la pluralidad de voces para contribuir a rehabilitar el maltrecho ámbito de la política y comprometernos así en la construcción solidaria de un mundo común.
En colaboración con el grupo de investigación Trajectòries de la modernitat (Tramod), dirigido por el sociólogo Peter Wagner, profesor ICREA en la Universidad de Barcelona, el CCCB ha convocado a un grupo de pensadores, internacionales y locales, para reconsiderar algunas de las palabras y categorías con que habitualmente describimos nuestra experiencia colectiva. Participarán, compartiendo su experiencia y sus ideas, Axel Honneth, Saskia Sassen, Fina Birulés, Albert Lladó, Manel Ollé, Isabella Gresser, Bo Strath, Luc Boltanski, Montserrat Guibernau, Peter Wagner y Seyla Benhabib.
La inauguración del ciclo, el próximo lunes 26 de enero, corre a cargo de Axel Honneth, filósofo y sociólogo, director desde el año 2001 de la Escuela de Frankfurt. Su conferencia, titulada «Tres, no dos, conceptos de libertad. La idea de libertad social» discutirá la distinción tradicional entre libertad negativa y positiva y abogará por la recuperación de una «libertad social», cooperativa y solidariamente construida. En la misma línea, la socióloga Saskia Sassen reivindicará, el 2 de febrero, que en nuestra economía global han surgido nuevas lógicas de expulsión que no pueden ser entendidas atendiendo a las categorías habituales. Siguiendo en parte los argumentos que ya expuso en su visita al CCCB en el año 2011, su nuevo libro Expulsiones. Brutalidad y Complejidad en la Economía Global (Katz, 2015) plantea que el radical incremento de la desigualdad y el desempleo, la ampliación de las poblaciones desplazadas o la destrucción acelerada del medio ambiente hacen que no podamos entender en los términos tradicionales de pobreza, desigualdad o injusticia las actuales distorsiones socioeconómicas y ambientales.
Para explorar la compleja relación entre individuo y sociedad, partiremos de la filosofía de Byung-Chul Han, uno de los autores de no ficción más leídos del momento, y pondremos a prueba su idea de la sociedad del cansancio en diálogo con Fina Birulés, Albert Lladó y Manel Ollé, y en conversación con Isabella Gresser, autora del documental inédito sobre la obra del filósofo de origen coreano que estrenará el día 9 de febrero el CCCB. De la mano del historiador Bo Stråth revisaremos críticamente el sentido cambiante de la idea de «reforma» y la relación crítica entre capitalismo y bienestar. El sociólogo Luc Boltanski, por su parte, explorará las ideas de valor y crítica, y la politóloga catalana Montserrat Guibernau, la relación entre soberanía y Estado. Finalmente, el sociólogo Peter Wagner planteará si existen modernidades alternativas y alternativas a la idea de progreso tradicionalmente asumida, y la filósofa Seyla Benhabib nos ayudará a entender cómo ha cambiado la idea de ciudadanía en un mundo global en el que los derechos económicos y los derechos ciudadanos no siempre van de la mano.