Los robots no lloran

15 de febrero de 2016 No Comments

De Blade Runner a los robots camareros que llevan tentempiés a los huéspedes de un hotel. De Terminator a los llamados robots asesinos, que hacen tareas militares. De Bender, el simpático y travieso robot de Futurama, a los exoesqueletos, unas estructuras que permiten andar a los impedidos. De Her a los robots programados para cuidar ancianos o criaturas. La robótica ha dado en los últimos años un salto importante: de la ficción de la gran pantalla y la celulosa a la realidad más palpable de nuestra vida cotidiana. El hecho de que los robots se conviertan en más ciencia que ficción ha alimentado numerosos debates, tanto éticos como prospectivos.

La exposición «+Humanos», que hasta el 10 de abril puede visitarse en el CCCB, recoge y subraya muchos de estos interrogantes que nos preocupan. Plantea preguntas del tipo: ¿somos ya todos cíborgs? ¿Tendrías una relación íntima con un robot? ¿Nos extinguiremos si no cambiamos nuestra forma de vida? Las máquinas han pasado de ser creaciones de mentes imaginativas a cobrar vida en los laboratorios. De la sordidez de los entornos industriales se han trasladado al calor de las casas y del sector servicios. De ser máquinas que se limitan a funcionar como algo exógeno, en la distancia, han pasado a hibridarse con el cuerpo humano. Es el caso, por ejemplo, de Neil Harbisson, que lleva implantado en la cabeza un dispositivo que le permite oír colores, o de las prótesis ortopédicas artísticas que plantea en The alternative limb project la artista Sophie de Oliveira Barata.

The alternative limb project, Sophie de Oliveira

En este magma de transformaciones, una de las preguntas que nos hacemos primero es: ¿los humanos serán sustituidos por máquinas? Esto puede dar miedo. Muchos nos horrorizamos cuando la película Inteligencia artificial, de Spielberg, narraba la historia de unos laboratorios que crean un niño robot, capaz de amar y que podría sustituir a un hijo. Sin embargo, el primer campo donde la pregunta resulta más plausible es el económico. ¿Podrán sustituir las máquinas a los trabajadores? El Banco de Inglaterra y el Banco de América Merrill Lynch no solo responden afirmativamente, sino que incluso ponen cifras a esta nueva realidad. Un informe del primero establece que en las próximas décadas se destruirán en el Reino Unido 15 millones de puestos de trabajo. Por su parte, Merrill Lynch pronostica que los robots y la inteligencia artificial comportarán una reducción del 35% de los puestos de trabajo en el Reino Unido y hasta del 47% en Estados Unidos.

Este horizonte, que suele leerse de forma apocalíptica, no deja de dibujar una evolución natural, un escenario que ya se dio con la mecanización del campo o la industrialización. No debemos lamentarnos si las tareas que los humanos dejarán de hacer son las más peligrosas, las más monótonas, las de menor valor añadido. Los japoneses delegaron en unos robots la limpieza y reconstrucción de la planta nuclear de Fukushima después del terremoto y el tsunami de 2011. Mientras los artefactos ahorran peligros, las personas podemos concentrarnos en las tareas más creativas, imprevisibles, sociales…, en definitiva, en las más humanas. Es la reflexión que plantea Cao Fei en el vídeo ¿La utopía de quién?, donde recoge las aspiraciones de obreros de una fábrica de bombillas. La artista reflexiona sobre las contradicciones de una sociedad que aspira a crear artefactos más humanos –con pensamientos y emociones– y que, por contra, exige a los humanos que trabajen como máquinas.

+HUMANS. Entrevista. Cathrine Kramer presenta “La utopia de qui?” de Cao Fei from CCCB on Vimeo.

Es necesario superar este contrasentido. Y tan absurdo es pretender mecanizar a los humanos como humanizar las máquinas. En 2008 el ruso Aleksandr Prokopovich impulsó la primera «robo-novela», un relato escrito por una máquina que produjo una versión de Anna Karenina al estilo del escritor Haruki Murakami. El texto, sin embargo, no dejaba de ser una imitación. Como reconocía el propio Prokopovich, los robots no pueden crear. «El programa nunca podrá convertirse en autor, del mismo modo que Photoshop nunca podrá ser Rafael», explicaba el ruso al periódico The Saint Petersburg Times.

Otra pregunta nos inquieta: ¿cuál tiene que ser la relación entre los robots y las personas? Otra ficción, Her, narra la historia de un hombre que se enamora del sistema operativo de su ordenador. Los robots se introducen en los espacios más íntimos: en la crianza, en la asistencia, en las relaciones afectivas y sexuales. La artista y madre Addie Wagenknecht ha desarrollado un brazo robótico que mece suavemente la cuna de su bebé. La herramienta la ayuda a combinar trabajo creativo y maternidad.

+ HUMANS. Entrevista. Catherine Kramer presenta “Optimització de la Criança, 2a part” d’Addie Wagenknecht from CCCB on Vimeo.

Introducir robots en la crianza puede resultar provocador; socialmente, se entiende como un espacio reservado a los progenitores. Pero ¿por qué este tabú, si los robots pueden desempeñar una función similar a la de los vigilabebés? Podemos dejar que la robótica nos asista en las tareas más mecánicas de la crianza. Podemos dejar que estos artefactos duerman al bebé siempre que los progenitores le den el beso de buenas noches. Otros robots polémicos son los que se introducen en el cuidado de ancianos o niños e incluso aquellos que se emplean para la satisfacción sexual, como la Máquina orgasmática de Julijonas Urbonas de la que se habla en la exposición.

En Barcelona, en el Institut de Robòtica i Informàtica Industrial (IRI), un centro de investigación de la UPC y el CSIC, desarrollan desde 2013 un robot capaz de ayudar a una persona a vestirse. En proyectos como este, con los llamados robots sociales, ¿dónde están las líneas rojas? Una de las investigadoras del IRI, Carme Torres, lo tiene claro; me explicaba hace unos años que los robots tienen que ampliar las capacidades de los humanos, no sustituirlos. Es decir, bienvenidos los exoesqueletos, pero no los hijos hechos de lata y bits. Isaac Asimov ya lo apuntaba en las tres leyes de la robótica que modelan a las criaturas metálicas de sus ficciones: los robots no deben hacer daño a los humanos, tienen que obedecerlos y han de procurar por su subsistencia siempre que esto no entre en contradicción con las demás leyes.

La subsidiariedad de las máquinas respecto a los humanos que Asimov sacralizaba no se cumple siempre. Es el caso de los llamados robots asesinos, diseñados y programados para hacer tareas militares; parecen replicantes de Blade Runner sofisticados y llegados al siglo xxi. Más de 2.500 investigadores en inteligencia artificial y robótica criticaron en una misiva el año pasado este tipo de máquinas. El proyecto de Heidi Kumao también muestra máquinas rebeldes, pero no porque tengan una pulsión asesina. Son «actrices robóticas», ingenios que no cumplen ninguna función y que se mueven erráticamente.

+ HUMANS. Entrevista. Heidi Kumao parla de “Mal comportament: màquines rebels” from CCCB on Vimeo.

Kumao asegura que quería hacer máquinas femeninas, emotivas y diferentes de los robots funcionales y precisos. La femineidad en la robótica, sin embargo, no debería pasar tanto por crear máquinas disfuncionales, sino más bien por garantizar la presencia femenina en los equipos de ingenieros y no reproducir en sus productos los estereotipos de género de los de carne y hueso.

El hecho de que los robots hayan pasado de las industrias a las casas y de que busquen la interacción con los humanos –se intenta perfeccionarles el tacto, la inteligencia y las emociones– hace que surjan muchos de estos debates. En medio de la discusión irresuelta, ya hay quien reclama una legislación que recoja los desafíos de la robótica y la inteligencia artificial. Hay que pensar con calma la respuesta a estos interrogantes. No me gustaría que un robot me ahorrara una caricia o un abrazo reconfortante. Por contra, las tareas más peligrosas o desagradables, se las podemos encargar. Al fin y al cabo, esta actitud no deja de ser un paso más en la búsqueda de la supervivencia y el placer humanos. Dejemos que los robots nos asistan y nos ahorren sufrimientos; mirándolo bien, los robots no lloran.

¿Cuándo dejaremos de ser humanos?

5 de febrero de 2016 No Comments

«Ser inmortal es baladí; menos el hombre, todas las criaturas lo son, pues ignoran la muerte.»

Jorge Luis Borges

La ficción, ya sea religiosa, literaria o cinematográfica, está plagada de seres inmortales. Muchos de ellos fueron humanos algún día. Por diversas razones traspasaron la barrera para convertirse en no muertos, espíritus, superhombres, dioses… La mayoría no son muy felices. Aun así, los humanos, tal vez por ser animales conscientes de que vamos a morir, aspiramos a alargar la vida todo lo posible, a veces hasta a pesar de nuestra propia voluntad; a estar jóvenes el mayor tiempo posible, a intentar revertir los efectos del envejecimiento con todas las armas que tenemos a nuestro alcance. La ciencia es una de las más poderosas.

Imaginemos cinco bebés recién nacidos. Cada uno está en su propia incubadora. Todos casi idénticos, igual de humanos unos que otros. Pero cada uno ha sido modificado «quirúrgicamente» para tener una ventaja sobre el resto. Puede ser la facilidad de adaptarse y sobrevivir a un medio cambiante, un genoma especialmente diseñado para potenciar la longevidad, ser el más rápido corriendo los 100 metros lisos, un sistema inmune reforzado capaz de vencer enfermedades que no tienen cura… ¿Hasta dónde estaríamos dispuestos a llegar en esa manipulación de nuestra propia naturaleza humana?

Transfigurations, Agatha Haines. Exposición “+HUMANOS. El futuro de nuestra especie”.

Ese es el dilema que nos presenta Agatha Haines con su obraTransfiguraciones dentro de la exposición «+HUMANOS. El futuro de nuestra especie», que ofrece hasta el 10 de abril el CCCB. La obra nos plantea dilemas mucho más reales de lo que puedan parecer a simple vista. El año pasado, un equipo de científicos chinos fueron los primeros del mundo en anunciar que habían modificado embriones humanos no viables para intentar corregir una enfermedad genética. Usaron una técnica muy novedosa que se conoce como crispr. Sin entrar en detalles, esta herramienta es como un editor de textos que permite copiar y pegar en el genoma humano o el de cualquier otra especie con una facilidad sin precedentes. Aunque aún hay que demostrar que es segura, esta tecnología abre el mismo dilema ético que nos presenta Haines: ¿estamos dispuestos a modificar nuestra propia naturaleza a pesar de los riesgos? La respuesta parece evidente si se trata de corregir enfermedades incurables. Lo difícil es que una herramienta tan poderosa se quede solo ahí y no sea usada para otros fines menos loables, desde la aparición de nuevos superhumanos a la recreación de neandertales, como ya ha sugerido algún científico de Estados Unidos.

En un mundo azotado por crisis migratorias debidas al hambre, las guerras e incluso el clima, en el que una minoría exigua acumula los mismos recursos que millones de pobres y donde parece que las leyes se hagan solo para no molestar a los poderosos, lo más preocupante es que estas técnicas introduzcan otro factor de desigualdad terrible.

+ HUMANS. Entrevista. Cathrine Kramer presenta “Transfiguracions” d’Agatha Haines from CCCB on Vimeo.

Los dilemas de la edición genómica se han discutido ya en recientes cumbres internacionales de expertos de los países más adelantados en este campo: Estados Unidos, China y otros. Uno de los mayores riesgos es que esa edición genética no sea del todo limpia y deje defectos congénitos que se transmitirán durante generaciones y podrían causar hasta una reacción en cadena en nuestra especie imposible de controlar.

¿Qué les diríamos a los bebés de Haines si crecieran y preguntaran de dónde vienen los niños? La explicación del espermatozoide fecundando el óvulo puede acabar siendo tan pacata como la de la cigüeña. «Tú naciste gracias al sistema inmune de una bacteria que cortó una parte defectuosa de tu genoma y te introdujo genes sanos que no eran tuyos. Después usamos un óvulo donado por una mujer a la que probablemente nunca conocerás y te engendraste en el vientre de otra mujer contratada a tal efecto.» Aún improbable, pero inquietante. Otra opción: «Tú tienes tres progenitores y gracias a ellos no sufres una enfermedad congénita.» Una posibilidad real y que veremos muy pronto en países como Reino Unido.

Explicar cómo nacemos se está volviendo mucho más complejo y eso es exactamente lo que explora la obra Futuros: reproductivos, de Zoe Papadopoulou y Anna Smajdor. Es posible que nuestros hijos y nietos necesiten un máster en biología molecular para entender en detalle cómo nacieron. Pero la claridad es inversamente proporcional a la precisión y, al fin y al cabo, nadie conoce los mil y un detalles del proceso de fecundación y desarrollo de un embrión, ni siquiera los mejores científicos del mundo pueden explicarlo al completo. Lo que sí debemos pensar ya es cómo aseguraremos que todas estas magníficas biotecnologías no se usen para mal.

+ HUMANS. Entrevista. Cathrine Kramer presenta “Futurs reproductius” de Zoe Papadopoulou i Dra. Anna Smajdor from CCCB on Vimeo.

Si describir de dónde venimos puede complicarse, más difícil aún es adivinar adónde vamos. La esperanza de vida se está alargando en los países desarrollados y también en muchos que hasta hace poco eran considerados del tercer mundo. España es uno de los líderes mundiales en longevidad y aquí hay registrados un buen número de los llamados supercentenarios. Se trata de personas que superan el siglo de vida en buena salud, y su número se va a multiplicar por 10 antes de 2050. La pirámide de población del mundo es apabullante en este sentido. Mientras que la población de 0 a 64 años se espera que crezca un 22% hasta 2050, la de 100 o más lo hará un 1.000%. Mientras esto sucede, los centros de investigación más prestigiosos del mundo están comenzando a concebir el envejecimiento como un proceso reversible. Investigaciones recientes han mostrado intervenciones sorprendentes en mamíferos, en las que la sangre joven rejuvenece el cerebro y revierte el deterioro cognitivo asociado a la vejez. En el laboratorio, intervenciones como la restricción calórica alargan de forma sorprendente la esperanza de vida de muchos animales.

Cuando todos lleguemos a los 150, de Jaemin Paik, explora a través de sugerentes imágenes cómo será la vida en un mundo con cada vez más personas mayores. ¿Serán los cincuentones los nuevos treintañeros que huyen del compromiso de casarse o tener hijos porque aún les queda mucho por vivir? ¿Cuántas parejas estables e hijos pueden tenerse durante una vida de 100 años o más? ¿Hasta cuándo podrán las personas ser jóvenes en términos de actividad física y sexual? ¿Cambiarán los cánones de belleza y las aspiraciones de las personas? ¿Está nuestro cerebro preparado para asumir todos estos cambios? Y, más importante, ¿todo esto nos hará más felices?

+ HUMANS. Entrevista. Cathrine Kramer presenta “Quan tots arribem als 150″ de Jaemin Paik from CCCB on Vimeo.

Sergio Silva: «Emergència! es un festival para todo aquel que quiera descubrir música nueva»

2 de febrero de 2016 No Comments

El próximo sábado 13 de febrero, el CCCB acoge la octava edición del festival de las bandas noveles que reclaman atención y un espacio propio. A partir de las 18h, los tres escenarios del festival –Hall, Auditorio y la planta 2–, acogerán los conciertos de Holögrama, Sorry Kate, Sara Fontán, Malheur, Des Âmes Libres, Ghost Transmission, Gentemayor, BeatLove y Rod V. Bandas, todas ellas, que se encuentran «en el momento en que su lenguaje justo empieza a cuajar», apuntan.

Emergència!, tras ocho ediciones, se ha consolidado como la primera cita de la temporada barcelonesa de festivales. Y lo ha hecho apostando por la música de base. Cartografiando el mapa del territorio en el que se mueven las bandas que empiezan y buscan su lugar dentro del panorama de lo alternativo.

Flamaradas en el Festival Emergència! 2015

El ideólogo y promotor del festival, Sergio Silva, que, junto al equipo del CCCB, saca adelante el proyecto con abnegada dedicación y empeño, explica los detalles de una cita discreta, enclavada en lo más hondo del «inverno» musical de la oferta de festivales de Barcelona, y que busca poner en valor todas aquellas propuestas que todavía no tienen cabida en los eventos de mayor calado.

Han pasado ocho ediciones de Emergència! y cada año crece. Se consolida al mismo tiempo que las bandas que programas. ¿Fue esta tu intención cuando pusiste en marcha el festival? Es decir, que creciera y se convirtiera en una referencia de lo que está sucediendo en el estado inicial de la creación musical.

Realmente no pensé que fuera un festival de referencia. Simplemente porque la fórmula en sí ya estaba inventada; es decir, la de un festival de bandas emergentes. Quizás ha ayudado el hecho de ver cómo algunas de esas formaciones han ido evolucionando para plantearte que puede que sí que desempeñemos un papel importante dentro de los pequeños festivales, pero no dejas de ser una pequeña plataforma que apuesta por grupos o artistas en un momento; ese momento, antes de que pasen a jugar en otra división.

¿Cuál es la idea que permanece desde el principio? ¿En qué se basa el festival?

¡¡La emergencia!! Sí, siempre se ha barajado esta idea de que hay un momento que es un «visto/no visto» y el reto está en pillarlo al vuelo, antes de que pase… Sirva como ejemplo el propio logo del festival.

Festival Emergència! 2015

La mayoría de grupos que tocan están escorados hacia la llamada música indie. Entre el pop/rock y el folk y la electrónica menos conceptual. ¿Por qué Emergència! no se abre a otros grupos y estilos emergentes?

Tendemos a etiquetar toda aquella música que sale de nuestros auriculares como indie, pero, a estas alturas, creo que el concepto tiene poco que ver con aquellos primeros años noventa. Dejando a un lado el tema del nunca acabar, el otro día charlando con uno de los miembros de Des Âmes Libres, me confesaba que les hacía gracia e ilusión tocar en un festival como el E!, ya que hasta ahora nadie nunca les había ofrecido tocar ante un público que no fuera más cercano al sonido dark.

Propuestas en ediciones anteriores como las de Tiger Menja Zebra, el norteamericano Lichens, la electrónica de Maria Minerva o, ya si nos fijamos en propuestas de este año, la del trío sevillano Malheur (con claras referencias a John Zorn), la violinista Sara Fontán (a la que casi todos conocemos por acompañar con su violín a nombres conocidos del indie, pero que, sin embargo, pocos conocen con su otra faceta, la de músico que viene del mundo de la clásica y que un día le dio por conectar su violín a un pedal y ver qué pasaba) o el sexteto Gentemayor, con los que veremos a más de uno quedarse boquiabierto, me hacen pensar que E! es un festival que tiene puesto un ojo en propuestas (en ocasiones) más experimentales o sesudas.

¿Es este un festival para los llamados hipsters?

Este es un pequeño festival para todo aquel que quiera descubrir nuevas músicas, nuevas formaciones. Para todo aquel que quiera dejarse guiar por las propuestas que están empezando a dar de que hablar o, simplemente, es un evento musical en el que por el precio de una merienda vas a degustar más de seis horas de música en directo.

Festival Emergència! 2014

¿Hay espacio para otras músicas emergentes? Otros estilos más étnicos o minoritarios, por ejemplo.

Cerrado el cartel de esta edición, supe de la existencia de Pylar (formación que cuenta con miembros de Orthodox).

Por unos instantes los imaginé en el escenario Hall, pero llegué tarde.

A lo largo de los años, por el festival han pasado grupos que ahora están consolidados. Incontables. ¿Qué conciertos recuerdas con especial cariño?

Es difícil quedarte con solo unos pocos, pero cierto es que guardo especial recuerdo de cómo se me erizó el vello (y creo que a todos los presentes en la sala) viendo a Tiger Menja Zebra, el Auditorio se venía abajo. Las caras de la gente al salir del concierto del norteamericano Lichens, que nos ofreció una actuación con solo su voz, una guitarra y dos pedales que nos hizo levitar. ¡Más de uno entró en trance!

Tiger Menja Zebra en el festival Emergència! 2013

Pony Bravo, porque su actuación en el festival les valió para que todo el territorio catalán quedara rendido a sus pies. Oso Leone, porque, aun habiendo pasado ya cuatro años de su paso por el E!, todavía cuando nos encontramos en algún escenario me recuerdan que, pese a no ser emergentes, les encantaría volver a tocar en el festival. La timidez con la que salía al escenario Marina Gallardo o Kíar y cómo el público las arropó. O algo más reciente como el Ensemble Topogràfic, que, además de inaugurar el escenario Vestíbulo en la edición 2015, después hemos comprobado su valía viendo su nombre entre lo más destacado del año.

Cada año la cuota de bandas andaluzas tiene su propio espacio y destacado. Eres andaluz y se nota. Hay algo en la música que se hace por tierras meridionales que gusta. Hay un algo, no sé describirlo, que permanece y explica un modo de sentir y de ser. La música andaluza tiene algo especial y único. ¿Qué crees que es?

Aunque mi madre diga que ya poco me queda de andaluz (y en algunos aspectos tiene razón), en lo que a música se refiere nunca he querido despegarme de lo que allí se cuece.

Ya desde pequeño era conocedor de bandas y artistas como Triana, Lole y Manuel o Smash, y más adelante me introduje en el universo de Silvio, Martirio, Pata Negra o Kiko Veneno. Con la eclosión del indie me empapé de grupos como Los Planetas, Sick Buzos, Sr. Chinarro, Strange Fruit, Amphetamine Discharge, El Hombre Burbuja… Pasada la fiebre, toman el relevo bandas como Pony Bravo, Marina Gallardo, Holögrama, I am Dive, El Niño de Elche, Lost Twin, Malheur, Beatlove…

El sur siempre ha estado en constante movimiento, nunca ha parado de generar buenas bandas, hay un «no sé qué» difícil de explicar… Puede ser debido al clima, la gastronomía o el buen saber vivir, el caso es que, a veces, leyendo los lineups de la mayoría de festivales del territorio nacional, no hacen sino aburrirme cada vez más, repitiéndose siempre los mismos grupos, y es cuando me digo: si en el sur hay grupos tan buenos o más como para montar un gran festival…

Pony Bravo en el festival Emergència! 2010

¿Y la música local, la de Barcelona? Esta sí que es la gran protagonista anual del evento…

¿Puedo añadir una sonrisa?

No me gusta que el festival se critique por la escasez de grupos de aquí (Cataluña) o de allá, quizás es cierto que sea esta la edición donde menos presencia catalana tenemos, no voy a entrar en juegos políticos ni nada similar. Quizás los grupos que estaban en la lista de este año los descarté simplemente porque consideré que ya no estaban en la liga emergente (delgada línea, y difícil de describir).

De vez en cuando recibo algún correo electrónico de algún grupo que quiere tocar en el E!, en el que describen su trayectoria detallando los cuatro discos publicados y los más de cuarenta conciertos que llevan a sus espaldas… ejem…

¿Qué debe tener un grupo para tocar en Emergència!?

Con mi antiguo compañero de aventuras, Abel González (ahora, en el Primavera Sound), charlamos innumerables veces de cómo tenía que ser un grupo o qué debía tener un grupo para tocar aquí. Creo que de una de esas charlas surgió la frase que usamos como una especie de lema:

«Tomemos una muestra de lo que surge de nuevo en la música independiente, ¡rápido! Una muestra mínima que nos dé una visión, a escala, de cómo nacen y crecen hoy las cosas. Todos son distintos entre sí, pero todos se hallan en el momentum en el que su lenguaje justo empieza a cuajar. Ver cuerpos emerger: antes no existían y después será demasiado tarde».

Sergio Silva, ideólogo y promotor del festival Emergència!, 2014

¿Qué destacarías de la edición de este año? Son propuestas, si cabe, más desconocidas que otros años…

Cierto, creo que este año el cartel está compuesto por una serie de propuestas más desconocidas si lo comparamos con otras ediciones. Por otro lado, el público ha demostrado año tras año que la idea de no conocer a parte del elenco artístico les atrae mucho más y saben que, al final de la noche, saldrán del CCCB con una nueva banda a seguir de cerca.

Nombraba líneas más arriba a las formaciones Malheur, Gentemayor o la violinista Sara Fontán.

Los sonidos oscuros y contundentes de Des Âmes Libres, la electrónica del guatemalteco Rod V o el sonido heredado de algunas bandas de rock alternativo de los ochenta que facturan los de Xàtiva, Ghost Transmission, son otras de las propuestas a tener en cuenta en esta edición 2016.

¿Qué planes de futuro contemplas para el festival? Se ha añadido un escenario y la imagen del festival ha cambiado –pese a que Miguel Briea sigue siendo el responsable–, así que entiendo que el evento va a seguir evolucionando.

En 2015 sumamos un tercer escenario, el Vestíbulo de la planta 2 del edificio (espacio que en un pasado vivió momentos memorables con aquellos primeros Electric Café y más tarde formando parte del Sónar Día). Este año este escenario está comisariado por el festival de músicas electrónicas de vanguardia Lapsus.

Desde mi posición llevando la parte técnica de este festival, siempre he admirado el buen gusto a la hora de programar electrónica y, además, me une una gran amistad con ellos (dentro y fuera del trabajo), así que vi que era el momento de sugerirles una colaboración de este tipo.

En cuanto a la imagen, soy un seguidor de Miguel Brieva. Aparte de ser un buen músico (militando en la banda que también pasó por el E!: Las Buenas Noches), ¡es un dibujante espectacular!

Este año recordé los collages que hizo para la película del director sevillano Santi Amodeo, Astronautas, y fue así cómo pensé que este año podríamos sugerirle trabajar más el collage.

Miraflores en el Festival Emergència! 2015

El resultado no deja de ser sorprendente. Solo debes detenerte por unos minutos en alguno de los carteles que ya hay repartidos por Barcelona para admirar la cantidad de detalles que se esconden tras el nombre.

No me imagino un festival de dos días, me gusta trabajar o pulir los pequeños detalles, los que uno a simple vista no percibe, aunque confieso que me hace especial ilusión imaginar cómo podría llegar a ser la edición 2018, en la que estaríamos cumpliendo diez años.

No quiero acabar esta entrevista sin agradecer antes a la pequeña gran familia que formamos el equipo Emergència! Sin ellos, nada de esto hubiera llegado hasta aquí.

Conectar con el mundo: cíborgs y ciborguismo

25 de enero de 2016 No Comments

La primera vez que vi un cíborg en directo fue en 2009. Aquel año mi amigo Raúl me informó emocionado de la visita de Kevin Warwick a Terrassa, mi ciudad natal, con motivo de una conferencia que impartía dentro del Concurso Internacional de Robótica. Llegó el día y la expectación era máxima. El profesor de cibernética hablaba de su trabajo diario frente a una audiencia repleta de jóvenes ingenieros. Fascinados, atendíamos al discurso de un experimentador que era a su vez el principal experimento: Warwick llevaba implantado un chip que conectaba su sistema nervioso a una máquina, lo que le convertía en el primer cíborg de la historia.

Durante toda la conferencia tuve la impresión de que nos encontrábamos muy cerca de esos futuros que había descubierto en tantos libros y películas de ciencia ficción. Sin embargo, pese a que su trabajo con robots e inteligencias artificiales era puntero, lo que más llamó mi atención fue una de las aplicaciones en las que Irena, su mujer, sufrió los daños colaterales de convivir con un pionero en esa área. Warwick explicaba entre risas que había logrado convencerla para que participara en su investigación y que habían realizado una comunicación directa cerebro a cerebro. Él sentía en su cerebro los movimientos de la mano de su mujer. Incluso, añadiendo un toque picante al discurso, el investigador afirmaba que ese tipo de conexión era aún más íntimo que el sexo.

Kevin Warwick. Author: Robert Scoble, 2008

La idea me pareció maravillosa. Mi concepto de cíborg siempre se había acercado más al de un ser humano al que le quitamos algo de humano y le ponemos algo de máquina, y de golpe descubría una interacción que se saltaba la barrera de los cuerpos de dos personas y les permitía comunicarse a un nivel de intimidad nunca visto. Aquello no sonaba artificial, sino tremendamente humano. No se hablaba de bits, cables o conexiones sino de sensaciones y sentimientos. El ciborguismo les permitía sentirse el uno al otro como ninguna pareja lo había conseguido hasta el momento. Era un paso más en nuestra capacidad de interactuar con los otros, de sentirnos, de unirnos.

Por fortuna para su discreta vida, Warwick no parecía uno de esos cíborgs futuristas de Ghost in the Shell. Sus implantes estaban muy bien disimulados bajo la ropa. El primer avance hacia la visibilidad ciborguiana quedaba reservado para Neil Harbisson, quien tuvo que batallar con el gobierno británico hasta que aceptaron la antena que asoma bajo su cabellera como parte de su cuerpo, lo que le convertía en el primer cíborg con documentación oficial que demostraba su condición. Neil luce tan llamativo complemento capilar porque nació con una acromatopsia que solo le permite ver en escala de grises. Gracias a su extensión artificial es capaz de convertir los colores en sonidos y así «escucharlos» gracias a la plasticidad del cerebro.

Esta peculiaridad de Neil –sumada, por qué no decirlo, a un gran afán mediático y un importante sentido de la notoriedad pública– le ha llevado a dar conferencias alrededor del mundo como cofundador de la Cyborg Foundation, defendiendo que los humanos podamos instalar en nuestros cuerpos tecnologías que como a él nos permitan desarrollar nuevos sentidos o extender los que ya tenemos más allá de nuestra corporeidad. ¿Se preguntan si existen límites físicos para esa extensión sensorial? En la exposición «+Humanos» del CCCB tenemos la respuesta: un pintoresco busto (bautizado como «cabeza sonocromática») dispone de la tecnología para detectar un color por medio de una réplica de la cámara de Neil que le envía la información a través de internet. Estará recibiendo las frecuencias de los colores desde cualquier lugar del mundo. Teniendo en cuenta que por la exposición han pasado miles de visitantes y que aún se esperan muchos más hasta el 10 de abril, solo podemos decir una cosa: bendita paciencia la de Neil.

+ HUMANS. Entrevista. Neil Harbisson parla del “Cap sonocromàtic” (Cyborg Foundation) from CCCB on Vimeo.

Dejando a un lado peripecias artísticas de semejante calibre, el movimiento del que Neil Harbisson es abanderado abre muchísimas posibilidades a las personas que, como él, padecen alguna limitación como la acromatopsia. Al fin y al cabo, el cometido de su cámara es el mismo que el que nos llevó a desarrollar hace miles de años las primeras prótesis artificiales: suplir una discapacidad con elementos ajenos al cuerpo humano. Visto de esta manera, el ciborguismo es una excelente solución para todas las personas que sufren un impedimento remediable mediante la tecnología.

El caso de Moon Ribas es distinto. La otra fundadora de la Cyborg Foundation no necesitaba suplir ninguno de sus sentidos, sino que quiso aumentarlos por medio del que se bautizó como brazo sísmico. Con la idea de experimentar el planeta de una forma más profunda se introdujo en el brazo un sensor que vibra cuando se produce un terremoto en cualquier parte del planeta, lo que según palabras de Moon le ha permitido extender sus sensaciones con ese «nuevo sentido sísmico». Si bien es cierto que ese nuevo sentido no deja de ser una suerte de interocepción –o percepción interna– que todos tenemos, la iniciativa de Moon es una pequeña muestra del enorme potencial del ciborguismo. Su sensibilidad se extiende a cualquier lugar del mundo, lo que le permite ser más consciente de lo que sucede en nuestra realidad. Bien pensado, esta circunstancia no es nueva para los que vivimos en el primer mundo: el último atentado en París o la triste situación de los refugiados de Siria han removido muchísimas más conciencias ahora que si hubieran tenido lugar hace diez o veinte años, gracias al acceso que tenemos a toda esa información a través de nuestras tablets y smartphones –también han dado voz a multitud de racistas e intolerantes, no lo olvidemos–. Lo único que nos diferencia de Moon Ribas o Neil Harbisson es que no llevamos la tecnología integrada en nuestro cuerpo.

+ HUMANS. Entrevista. Moon Ribas parla del “Braç sísmic” (Cyborg Foundation) from CCCB on Vimeo.

Pero olvídense –al menos a corto plazo– del desarrollo de capacidades para las que nuestro cerebro no esté preparado por la evolución que ha tenido este órgano hasta la actualidad. Si Thomas Nagel reflexionaba en 1974 sobre qué se siente al ser un murciélago, Kevin Warwick actualiza y reformula la cuestión en clave tecnológica en su libro I, cyborg al preguntarse: «En ausencia de referentes sensitivos previos, ¿mi cerebro será capaz de procesar señales que no se corresponden con la vista, el oído, el olfato, el gusto o el tacto?» Sin embargo, es casi imposible no dejar volar nuestra imaginación con las maravillosas posibilidades que ofrece el ciborguismo. Piensen en lo que podría ser sentir lo que siente el planeta –permítanme semejante antropomorfización de nuestro hogar–, o conectar con las emociones de los habitantes de todo el globo.

Tal vez esa hiperconectividad nos permita comprendernos mejor unos a otros. Extender nuestra empatía no solo a los que percibimos con nuestros sentidos clásicos, sino también a los que sentimos de nuevas formas gracias a la tecnología. Un futuro utópico con muchos baches en el camino –todo avance tecnológico conlleva su reverso tenebroso, ya que las posibilidades de control de una sociedad crecerían exponencialmente si la red tuviera acceso a nuestras interioridades, amén de que con nuevas diferencias nacerían nuevos miedos y odios–, pero que bien aprovechado podría servir para lograr una mayor comunión entre los individuos de nuestra especie. Quién sabe, tal vez nuestro futuro se convierta en una gran ironía por la que incorporar tecnología a nuestros cuerpos nos acaba haciendo más humanos.

Pantalles CCCB: ensayarse en BTV

22 de diciembre de 2015 No Comments

Vivimos rodeados de pantallas, inmersos en ellas, en una auténtica cultura de la interfaz. Pero estas pantallas son ambivalentes: tanto pueden alimentar la televisión comercial, la ludopatía y el radical entertainment como funcionar en calidad de gabinetes de curiosidades y teleensayos al servicio del ciudadano medio. Desde los años ochenta la neotelevisión se convirtió en el Museo del Accidente viriliano, carne de telerrealidad, pero siempre ha encontrado y encuentra sus claros del bosque, sus márgenes, que le permiten erigirse en herramienta para la reflexión y el pensamiento; sin elitismo, estableciendo relaciones y abriendo preguntas, como lo hacen los niños, sin prejuicios, sin consenso, sin vergüenza.

El teleensayo siempre ha vivido bajo la sombra de la televisión de autor, encarnada en diferentes prácticas televisivas: por un lado en la televisión pedagógica de Rossellini que heredaron Jean-Luc Godard, Anne-Marie Miéville, Alexander Kluge, Chris Marker, Stefaan Decostere y Raúl Ruiz, entre otros, forzando el ensayo televisivo; por otro lado en la televisión creativa de Nam June Paik que también vemos en programas como Arsenal de Manuel Huerga y L’illa del tresor de Joan Barril y Joan Oller o en los trabajos de Elsabeth Produccions; en tercer lugar, en la televisión como artefacto crítico ejemplificado en las obras de Harun Farocki o Adam Curtis, Agnès Varda, Patrice Barrat o Charlie Brooker. Todos estos autores y autoras han buceado en la matriz televisiva con herramientas y perspectivas muy diferentes, pero usando el medio televisivo como un medio mágico (imagen y magia comparten semántica), de adivinación y memoria o para romper el hechizo de la imagen hipnotizadora, vulgar, del puro espectáculo.

Pantalles CCCB (CCCB-BTV) es una continuación natural de Soy cámara (2010-2015), el programa coproducido por el CCCB y TVE que ha dejado 48 capítulos a sus espaldas. Es televisión de autor, pero entendida como un teleensayo abierto, coral, participativo, en sintonía con el momento actual, en el que la producción de las obras es más descentralizada, más colectiva. Pantalles CCCB parte de las actividades del CCCB como pretexto para hablar de temas contemporáneos de interés público. Pantalles CCCB es un espacio cultural de duración, autoría y temas variables y plurales, donde lo importante es el discurso que se articula en cada momento. Cada programa es una ocasión única en que el espectador irá a ciegas, puesto que no hay un formato preestablecido, ni unos personajes recurrentes, ni una continuidad narrativa. El teleensayo, al final, es un lugar en permanente construcción. Frente a la épica de los concursos y de los deportes, frente a la dramática de los informativos, apostamos por la quietud excitante y a veces poética de la prosa analítica. No es agenda cultural, es servicio y esfera pública, es ofrecer contenidos buenos para pensar, intentando adentrarse en la jeroglífica y a menudo incomprensible realidad, luchando contra el fast thinking, poniéndonos cerca del espectador para sacarlo de la demagogia, de la estadística y del farfulleo diario. «El espectador es un soñador entregado a las imágenes», dice Stefaan Decostere amparándose en Benjamin y Rollet. Por eso es importante pararse en estas imágenes, puestas, a menudo, al servicio de la pesadilla colectiva a través de los informativos o del ensueño irreferencial a través de programas de telerrealidad. ¿Podemos articular un nuevo imaginario o, como decía Farocki, trabajar sobre las imágenes o discursos ya creados? ¿Crear nuevas alegorías –Phantasie– a la manera de Kluge o nuevas fábulas –fables– a la manera de Curtis? O, más sencillo aún: ¿podemos empezar a abrir preguntas en lugar de ofrecer descripciones de la realidad en base a preguntas que no interesan a nadie más que a la propia televisión? ¿Podemos ensayar nuevas experiencias televisivas de interés específico –local– y general –universal– a la vez? ¿Podemos dibujar una televisión menos humanitarista y más humanista, en la que la realidad toma cuerpo a través de las preguntas y del compromiso y no a través de los accidentes y las catástrofes?

El próximo Pantalles CCCB, “La mujer autómata”, se emite el día 25 de diciembre a las 22.10 y se reemite los días 28 y 31.

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