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PASOLINI: PENSAR DIFERENTE. Notas de una mesa redonda

17 de julio de 2013 No Comments

Este artículo es un resumen de las principales aportaciones de los ponentes de la mesa redonda “La vida en los márgenes: contra la homogeneidad cultural” organizada con motivo de la exposición “Pasolini Roma” y moderada por la autora del texto, Ingrid Guardiola. Jordi Balló, comisario de la muestra, y los escritores Javier Pérez Andújar y Julià de Jòdar, debatieron ideas del pensamiento de Pasolini y analizaron su vigencia. El vídeo del debate está disponible online.

CCCB © Jordi Gómez, 2013

Entrar por la muerte

En un artículo de Marcos Ordóñez sobre la exposición «Pasolini Roma» leemos: «Enorme personaje: poeta, novelista, ensayista, pintor, guionista, cineasta, siempre igual y siempre distinto, gran contradictorio, marxista y libertario, creyente y nihilista, apocalíptico pero nunca integrado, y, por encima de todo, rastreador de lo sagrado, ese pálpito de eternidad “que el laicismo consumista”, escribió, “ha arrebatado al hombre para transformarlo en un estúpido adorador de fetiches”. Pocos como él encarnaron de forma tan rotunda al intelectual y al artista de los sesenta, aunque al evocarle he acabado pensando en nuestros años treinta y en Lorca, el Lorca popular y visionario, alegre y oscuro, el Lorca fecundísimo y, como él, muerto en circunstancias nunca del todo aclaradas. Los dos, cada uno a su modo, pagaron un alto precio por ser tan libres». De alguna forma, para entender cómo vivió un hombre, tenemos que fijarnos en cómo murió. Horas antes de morir, dio una entrevista al periodista Furio Colombo en la cual dejó dicho que todos estamos en peligro y, ante la pregunta del periodista de cómo evitar el peligro, Pasolini decidió pensárselo y darle la pregunta por escrito la mañana siguiente, pero horas después estaba muerto. Esta falta de respuesta nos deja a todos más vulnerables, pero de alguna forma refuerza aún más la idea de Pasolini de que todos estamos en peligro, en un peligro innombrable a manos de las fuerzas opresivas del poder, las cuales cambian de nombre, pero no de objetivos ni de modos o, como dice Julià de Jódar en su libro L’home que va estimar Natàlia Vidal, «les voltes que fa el món per acabar donant la raó als interessos dominants» o lo que dice Javier Pérez Andújar en algunos de sus artículos: «se nos ha hecho un tapón oligárquico en la democracia» o «en realidad todos trabajamos para Walt Disney desde el principio de los tiempos» o «Cada lío provoca una inundación propia, aunque las palabras para describirlas siempre sean las mismas» o, en Paseos con mi madre, «El dinero se forja sobre las clases subordinadas». A su vez, este enigma testifica la creencia de Pasolini en un destino trágico y a los afiliados al poeta nos deja un poco más solos y absurdos. El misterio de su muerte, junto a la radicalidad de su discurso, absolutamente inclasificable, lo han convertido en una tumba abierta para nosotros, un pozo chorreante de conocimiento, de belleza creativa y de perspicacia crítica con respecto al momento que le tocó vivir. La mujer que lo encontró, una representante de lo que Pasolini habría considerado la pequeña burguesía realizada en los weekends consumistas o, como dice Orson Welles en La Ricotta, una representante de la burguesía italiana, la más ignorante de todas, lo confundió con basura. Una buena metáfora de su andar solo y a contracorriente en un mundo que cambiaba a pasos agigantados hacia el capital más sonriente y absoluto.

Homologación y consumo de masas

Para Pasolini la sociedad de consumo es la auténtica revolución de la burguesía, una civilización homologante que lo vuelve todo igual, simpatizando con el enunciado de Adorno que veía en las civilizaciones industriales, con sus métodos de producción y comunicación masivos, estructuras idénticas fuera cual fuera el contexto. Esta homologación (o aculturación, como la llamará en sus Escritos corsarios) para Pasolini es el auténtico fascismo, puesto que involucra a las clases dominadas a través de la coacción de los cuerpos y las mentes instituyendo nuevos valores alienantes y falsos, lo que Marx llamaba «un auténtico genocidio cultural» y que Pasolini llamaba «hedonismo neolaico».

Al respecto, Balló dijo que el fascismo (ese fascismo al que apela Pasolini) triunfa en el momento en que se hace invisible, cuando ya no es representado por un conjunto de criminales, sino cuando se instaura como modo social y lo damos por bueno. Jordi Balló comentó que él usaba la palabra homologación aplicada a Pasolini para describir ese deseo de uniformización lingüística durante el fascismo italiano, algo que realmente preocupaba a Pasolini (hasta el punto de referenciar las lenguas como el catalán en alguno de sus textos), pero la prima de Pasolini le dijo que el concepto empezó a usarlo más tarde, cuando Pasolini comprueba la uniformización antropológica, no solo la lingüística. Para Balló, Pasolini es de las pocas voces del siglo xx capaces de detectar problemas cuando aún no están manifestados. Uno de ellos, por ejemplo, fue la uniformización de los rostros bajo las ascuas del capitalismo consumista (Pasolini alertaba sobre cómo los jóvenes usan su ropa unificada como si de su bandera se tratara). Por su parte, Julià de Jódar empezó arguyendo que hoy en día no tiene sentido hacer de «Pasolini», que los que podrían haber hecho su función se han dedicado a la gastronomía y al fútbol. Julià de Jódar empezó a defender la homologación como preámbulo a la transgresión, puesto que la televisión o la sociedad de consumo han dado, a su vez, herramientas educativas básicas para la población. Aunque destacó que el peligro real, ideológico, del consumismo, es que es capaz de considerar al individuo (homus economicus) como una empresa, como capital humano que incluso capitaliza las relaciones sociales. Por otra parte, Javier Pérez Andújar acudió a la propia historia para ver, de forma poética, la homologación pasoliniana. Para Andújar, Pasolini se homologa a través de su hermano, muerto en la Segunda Guerra Mundial a manos de los comunistas titistas. Para Andújar, Pasolini es un poeta con madre a cuestas, como Baudelaire (como Javier mismo, solo hace falta leer su maravilloso libro Paseos con mi madre), un hombre que aprende lo que es perder la familia, trágicamente, como Edipo. Él hará lo mismo que su hermano aunque en contextos muy dispares; si él, afiliado a la resistencia italiana, se dedica a robar armas a sus oponentes, Pasolini merodeará con personajes marginales, atracadores de tres al cuarto, subproletarios de la periferia romana.

Periferia-centro: construcción del poder y de la poética

Pasolini en el rodaje de “Accattone”, 1961.
Angelo Pennoni © Reporters Associati – Roma

El cine de Pasolini (sobre todo en sus inicios), fue un auténtico «canto popolare», aunó a personajes como los hermanos Citti, no-actores profesionales de vita suburbial. Utilizó el cine para expresar la realidad a través de esa misma realidad que a él le interesaba, esas periferias con las que coqueteaba, como reservas de un modo de vida genuino, auténtico, no mancillado por las garras sucias del consumismo más feroz. Personajes originales (porque hay en ellos algo de su origen, de germinal) que se expresaban con lengua propia, con carnes propias, con gestos no mimetizados por el canon o por el eslogan publicitario, sino heredados familiarmente y siempre reinventados por las nuevas generaciones, tal como él mismo lo expresa: «Como en todas las culturas populares, los hijos recreaban a los padres: ocupaban su lugar repitiéndolo (…) La tradición era la vida misma. Valores y modelos pasaban inmutables de padres a hijos. Y, sin embargo, había una continua regeneración. Basta observar su lengua (que ahora ya no existe): se inventaba continuamente, aunque los modelos léxicos y gramaticales fuesen siempre los mismos. En el cinturón de barrios periféricos, que constituía la metrópolis plebeya, no había un solo instante de la jornada en el que no se oyese en las calles o en los descampados una invención lingüística».

Andújar nos recordó que la periferia no es nada, un sitio (porque todos estamos sitiados), un espacio, como el desierto de John Ford, pero, aún así, la periferia existe porque hay alguien mirándose el ombligo. Más allá de esto, Andújar dejó claro que es más espacio la violencia en Pasolini, que la periferia, la violencia de la mirada de Totó buscando al camarero, la misma violencia que hoy en día encontramos en las miradas extrañas de los primeros planos de Tarantino. Si esto ocurre en un descampado o en el centro de la ciudad, es lo de menos. Para Andújar la analogía es otra, «solo están los ricos y los pobres», de ahí que en Paseos con mi madre diga: «Estaba yo más cerca de los pisos de la M30 de Madrid o de los bloques checoslovacos de Pan Tau (una serie para niños que habían pasado en la tele) o de las canastas de baloncesto y de las vallas metálicas de Harlem que se veían en el cine, estaba más cerca yo de todo aquel callejeo tan distante que del paseo de Gracia o de cualquier otra calle del centro de Barcelona. Sentía más en las yemas de mis dedos las piedras del desierto de Mojave, sin saber bien dónde ubicarlo, que los jardines de la Diagonal o lo maniquíes de la calle Tuset, que aún sabía menos dónde estaban ni siquiera si existían. (…) La Sagrada Familia no formaba parte de nuestra familia». Julià de Jódar destacó que Pasolini empieza a ser periférico a sí mismo cuando tiene que salir corriendo de Casarsa por una denuncia de corrupción de menores. Ángel caído antes de tiempo, según Jódar, su descenso a los infiernos de la periferia romana es, a la vez, su paraíso. Reforzó la idea de que toda periferia implica un centro, pero relativo, puesto que él, en su Badalona natal, vivía en una periferia que a la vez era un centro de otra periferia y, además, recordó que las manifestaciones del 15M o las actuales protestas en Brasil, lo que están demostrando es que ya no se puede seguir este esquema socio-urbanístico. Finalmente, Balló destacó que hizo falta que alguien llegase a estas periferias y las convirtiese en relatos narrativos, que los hiciera visibles a la gente, que diera voz a los que no la tienen; esto hizo que muchos directores lo solicitaran cada vez que había algún personaje del lumpen para hacer los diálogos, puesto que era el único que sabía cómo darles vida, cómo se expresaban. Aunque, según Julià de Jódar, Pasolini va cargado a las periferias, va con sus referentes pictóricos del quattrocento italiano vehiculados leídos en Roberto Longhi, y va con todo su amor a cuestas a interrogar, profundamente, aquellas parcelas de una realidad «otra».

Pasolini y Davoli en el rodaje de “La sequenza del fiore di carta” (“Amore e rabbia”), 1969.
Pierluigi Praturlon © Reporters Associati – Roma

De hecho, cuando Pasolini conoce, en estas mismas periferias, a Ninetto Davoli, dice de él que es un mensajero y estará enamorado del joven y noble bufón toda su vida. Es la misma belleza moral inmediata que encuentra en Cristo, pero con la ligereza del desposeído, del que no tiene nada. Finalmente, cabe recuperar unas declaraciones muy ilustrativas de Pasolini en sus Escritos corsarios, en un momento en que él declara que ya no sería posible hacer Accattone y en que la diferencia entre centro y periferia, a manos de la sociedad de consumo, ha perdido, definitivamente, su división natural, quedando solo el centro como espacio de y para el consumo, como un estómago gigante, como si la civilización muriese de autofagia: «En estos tiempos de austeridad, muchos lamentan las molestias derivadas de la falta de vida social y cultural organizada, fuera del Centro “malo”, en las periferias “buenas” (dormitorios sin zonas verdes, sin servicios, sin autonomía, sin relaciones humanas reales). Lamento retórico. Porque si todo lo que se dice que falta en las periferias existiera, lo seguiría organizando el Centro. El mismo Centro que, en pocos años, ha destruido todas las culturas periféricas que, hasta hace pocos años, aseguraban una vida propia, sustancialmente libre, incluso a las periferias más pobres o miserables. Ningún centralismo fascista ha logrado lo que el centralismo de la civilización de consumo».

Pasolini corsario

En los Escritos corsarios encontramos al Pasolini más rabioso, visceral, crítico, el tono natural con el que se pronuncia la soledad del corredor de fondo que ha perdido toda esperanza respecto a la condición humana. Julià de Jódar recordó que Pasolini es un aristócrata y que cuando critica a la sociedad pequeño burguesa es porque no tiene a nadie a su altura, nadie que haga de la pasión, conocimiento, y a la inversa, como él. Es la época de la famosa disputa «Pasolini contra Calvino». Asimismo, De Jódar se preguntó qué necesidad había de escribir estos artículos «corsarios» en el Corriere della Sera para la burguesía milanesa, por qué gastar polémicas absurdas en los últimos días de su vida. Javier Pérez Andújar matizó diciendo que lo que hacía en el periódico era «defenderse», no atacar, que Pasolini partía de la dialéctica marxista, esto es, del principio de contradicción, para formular sus defensas, como Marx, ambos, unos poetas. Con ese gran motor que es la contradicción consiguen hacer grandes poemas, grandes manifiestos, grandes películas.

En el punto más alejado de esto, está la burguesía, que no sabe ni de tradiciones ni de cómo renovar la historia: «Solo los marxistas aman el pasado. Los burgueses no aman nada, sus afirmaciones retóricas de amor por el pasado son simplemente cínicas y sacrílegas. Sea como fuere, en el mejor de los casos, tal amor es decorativo o monumental, no en modo alguno historicista, o sea, real y capaz de nueva historia» (de la biografía de Enzo Siciliano).

Jordi Balló reflexionó sobre qué hubiera pasado si no hubieran matado a Pasolini, convirtiendo a Saló en su última obra, una película indigerible con una interpretación absolutamente apocalíptica y sadomasoquista del capitalismo, una desesperación que, sin embargo, no se encuentra en la novela Petróleo. Aunque, según mi opinión, si Saló es su última película, a ella tenemos que atenernos. En todas las películas de Pasolini hay una muerte trágica que redime al héroe, al protagonista (proto, agon, el primero en morir, etimológicamente hablando), pero en los «círculos» de Saló (recordemos que la película está estructurada en: 1) anteinfierno, 2) círculo de las manías, 3) círculo de la mierda, 4) círculo de la sangre), lo único que no es posible es la muerte, en esta estructura cíclico-obsesiva propia del consumismo capitalista que nos obliga a «comer mierda» a diario. Respecto esta última época vital de Pasolini, Julià de Jódar critica de Pasolini que su forma de intervenir en el debate político es muy intuitiva, que sale por donde quiere, casi como una forma de darse al espectáculo desde las páginas del Corriere y que esto ha hecho que acabara a manos del pueblo como un icono pop.

CCCB © Jordi Gómez, 2013

Julià de Jódar y Jordi Balló, con la complicidad de alguna intervención del público, siguieron especulando sobre la muerte de Pasolini, esa «cicatriz nada tranquilizadora» (Balló), sobre cómo Juan Pablo, la iglesia, Reagan y Thatcher hicieron cambiar el rumbo del mundo… Mientras otros asistentes rescataban al Pasolini más comprometido, aquel que estaba en contra de la hipocresía y la mitificación, el intelectual «arrabbiato» con el sistema capitalista en una Italia con un fuertísimo pensamiento intelectual de izquierdas (Toni Negri, Feltrinelli, Contrapotere…), una forma de estar en el mundo aún no agotada. Mientras que Julià de Jódar apelaba a Pasolini diciendo que él criticaba que todo el mundo pudiera decir la suya, como ahora pasa en Internet, una intervención del público le recordó que Internet tiene las mismas complicaciones que una biblioteca con los libros cerrados. Al final, es aquello de la «hegemonía cultural» de Gramsci: cada uno de nosotros es el vociferador de su propia cultura, cada uno es artista y filósofo, hombre y mujer de gusto, participando de una concepción del mundo, para impedir la hegemonía cultural que las clases dominantes ejercen sobre las clases sometidas a través del control del sistema educativo, de las instituciones religiosas y de los medios de comunicación.

Una pregunta asaltó al final de la boca de Marcel·lí Antúnez, entre el público: «¿No estamos santificando a Pasolini?». Es verdad que hacemos lo que queremos con los muertos, a pesar de ellos, según métodos propios, sin atender a lo que ellos hubieran querido que nosotros hiciéramos con ellos. Pasolini, seguramente, no hubiera aceptado una exposición sobre sí mismo, y si hubiera estado en la sala, muy posiblemente nos hubiera negado buena parte de los enunciados, pero, frente a eso, está la divulgación cultural, la necesidad de hablar de los maestros de vida y de lectura como él. Balló recordó que el interés por Pasolini ha sido tardío, a partir de 2005 y, desde el otro extremo, Andújar clamó que Pasolini, Lenon, el Che, todos ellos son sus santos, los que le han enseñado a sentir, y que se los quitaron de una forma martirológica, tan solos, como los auténticos mártires.

Los intelectuales hoy

Pasolini, en la última entrevista con Furio Colombo, dijo: «Sé que golpeando siempre sobre el mismo clavo puede hasta derribarse una casa. En pequeño, un buen ejemplo nos lo dan los radicales, cuatro gatos consiguen remover la conciencia de un país. En grande, el ejemplo nos lo da la historia. El rechazo ha sido siempre un gesto esencial. Los santos, los ermitaños, pero también los intelectuales. Los pocos que han hecho la historia son aquellos que han dicho no, en absoluto los cortesanos y los ayudantes de los cardenales. El rechazo, para funcionar, debe ser grande, no pequeño, total, no sobre este o aquel punto, “absurdo”, no de sentido común (…) ¿Cuál es la tragedia? La tragedia es que ya no somos seres humanos, somos extrañas locomotoras que chocan unas contra otras. Y nosotros, los intelectuales, cogemos el horario de los trenes del año pasado, o de hace diez años, y decimos: qué extraño, esos dos trenes no pasan por ahí, ¿cómo es que se han destrozado de esta manera? O el maquinista se ha vuelto loco o es un criminal aislado o se trata de un complot. El complot, sobre todo, nos hace delirar. Nos libera de todo el peso de enfrentarnos solos a la verdad. Qué bien si mientras nosotros estamos aquí charlando alguno en una taberna está haciendo planes para deshacerse de nosotros. Es fácil, es sencillo, es la resistencia. (…) Si hemos llegado a este punto yo digo: no perdamos todo el tiempo en poner una etiqueta aquí y otra allá. Veamos cómo se desatasca esta maldita bañera, antes de que nos ahoguemos todos (…) Cerrar, en mi lenguaje, quiere decir cambiar. Cambiar pero de un modo tan drástico y desesperado como drástica y desesperada es la situación (…) Yo oigo a los políticos con sus formulismos, todos los políticos, y me vuelvo loco. No saben de qué país están hablando, están tan lejos como la luna. Y los literatos. Y los sociólogos. Y los expertos de todo tipo». Eso me recuerda que la mayoría de las preguntas que podríamos hacernos sobre el legado de Pasolini, sobre la herencia de su pensamiento (tan vigente), más allá de su poética cinematográfica y literaria y de su negra muerte, no fueron formuladas. Quedaron en el tintero (y sobre todo en mis apuntes que llevaba encima) preguntas obligatorias como las que derivan de este fragmento citado de su última entrevista: ¿Cuál es el papel que tienen que asumir los intelectuales hoy en día? ¿En qué locomotora viajan los intelectuales de hoy? ¿Hacia qué destino? ¿Cuál es el compromiso político de los intelectuales? ¿Con qué objetivo? ¿Existen intelectuales de formulismos e intelectuales de vida? Como decía Edgar Morin, nunca ha habido una edad de oro de la cultura, pero leyendo a Pasolini y mirando el «paisaje cultural» que nos rodea, uno tiene la sensación de que las promesas se han convertido en mentiras, y las mentiras en desierto, un desierto en el que, como en Simón del desierto, el azufre del diablo se huele de lejos, ese diablo al que todos esperan con los brazos abiertos y las mangas anchas.

(Català) Feliç aniversari, senyor Espriu

10 de julio de 2013 No Comments

Humor y relatos personales entre los autores del Primera Persona

23 de abril de 2013 No Comments

¿Todavía no tenéis libro para Sant Jordi? Si os gustan las historias personales con altas dosis de humor, aquí tenéis un listado de autores imperdibles. Todos ellos serán protagonistas de la nueva edición del festival Primera Persona (3 y 4 de mayo en el CCCB). ¡Tomad nota!

Shalom Auslander, Junot Díaz, Carlo Padial y Isabel Sucunza, participantes de Primera Persona.

Tenéis más información de todos ellos y de las obras que han publicado en el blog de Primera Persona http://primerapersonabcn.blogspot.com.es/

Horarios y venta de entradas del festival en la web del CCCB.

«Mi amigo ha pasado a ser un autor universal» A.G.Porta, escritor y amigo de Bolaño

12 de marzo de 2013 No Comments

Barcelona, 1977. El poeta Xavier Sabaté, creador de la editorial La Cloaca, provoca que los escritores Antoni Garcia Porta y Roberto Bolaño se encuentren. Porta y Bolaño inician una amistad que durará para siempre y que aquellos primeros años de Raval, bares y cines, transcurre a una velocidad de vértigo. De los tés y cafés compartidos en el piso de la calle Tallers donde vivía Bolaño, brotan infinidad de sueños literarios, guiones de cine, cuentos, novelas … «Éramos como artistas globales, capaces de hacer de todo», recuerda Porta. Y de aquella promiscuidad creativa quedan muchos recuerdos, cartas y dos relatos escritos a cuatro manos: la novela Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce y el cuento Diario de Bar, editados conjuntamente por Acantilado.

La exposición «Archivo Bolaño 1977-2003», que dedica una parte a la época que vivió Bolaño en Barcelona, nos remite, inevitablemente, a A.G.Porta.

En el catálogo de la exposición «Archivo Bolaño 1977-2003», encontraréis un texto de A.G. Porta sobre los primeros de amistad con Bolaño en Barcelona.

El 15 de marzo a las 19h, durante Kosmopolis, A.G. Porta participará en el debate “Bolaño: la gestación de un mito” junto con Pere Gimferrer, Jaime Vallcoba, Jorge Herralde y Juan Antonio Masoliver Ródenas.

«Archivo Bolaño 1977-2003» se puede visitar hasta el 30 de junio, de martes a domingo (11h a 20h).

Barcelona lectora: ahora y siempre

7 de marzo de 2013 No Comments

¿Cómo y cuándo apareció la capacidad lectora? ¿Qué sucede en el cerebro cuando leemos? La transformación de un conjunto reducido de símbolos escritos en significados que nos emocionan y nos permiten entender el mundo es el mecanismo con el que funciona el cerebro lector y es, asimismo, la temática de la primera sesión de Barcelona lectora, un nuevo itinerario del CCCB y Biblioteques de Barcelona que recorre varios aspectos de la lectura en la ciudad desde la edad media hasta nuestros días.

La propuesta está diseñada por profesionales del ámbito de la neurociencia y de las bibliotecas con el objetivo de despertar nuestra curiosidad y hacernos vivir una experiencia lúdica y participativa. Barcelona lectora nos permitirá descubrir la potencia histórica de una ciudad amante de los libros y dela lectura. Tambiénprofundizaremos en las prácticas lectoras, los soportes y las técnicas de producción y reproducción de los textos en la actualidad.

Barcelona lectora huye del clásico itinerario guiado y se ubica en espacios singulares de la ciudad que no están abiertos al público habitualmente, como el anfiteatro anatómico de la Reial Acadèmia de Medicina de Catalunya o algunas salas privadas con fondos documentales únicos de la Biblioteca de Catalunya,

Barcelona lectora en Kosmopolis

La Fiesta de la Literatura Kosmopolisconstituye el momento y el espacio idóneos para inaugurar este nuevo itinerario literario. Así, durante Kosmopolis se celebrarán las dos primeras sesiones de Barcelona lectora: «El cerebro lector: la lectura desde las neurociencias» (viernes 15 de marzo) y «El texto viajero: de la tablilla a la tablet» (sábado 16 de marzo).

El cerebro lector propone un acercamiento a la lectura desde las neurociencias, una disección del proceso lector en uno de los espacios más extraordinarios de la ciudad: el anfiteatro anatómico del siglo xviii de la Reial Acadèmia de Medicina de Catalunya. La salida está dirigida por Joanna Sierpowska y Diana López Barroso, del Grupo de Cognición y Plasticidad Cerebral de la Universidad de Barcelona.

El texto viajero plantea un recorrido por los diferentes soportes de lectoescritura que, a través de los siglos, han servido para transmitir historias, conocimientos e información. Hablaremos de ello con Núria Altarriba, que nos mostrará documentos excepcionales conservados en la Biblioteca de Catalunya.

Barcelona lectora no se detendrá en las dos sesiones presenciales de Kosmopolis, sino que continuará con varias salidas durante 2013, tanto en días laborables (con horarios especiales) como en fines de semana y lo hará con otros formatos, contenidos y material complementarios en la web de CCCB Educación; porque, si bien los soportes de lectoescritura han evolucionado de la tablilla de barro a la tablet actual, la capacidad de la literatura para emocionar al lector sigue siendo, en Barcelona y en todas partes, inapelable.

Barcelona lectora se complementará con documentación y recursos virtuales que encontraréis en la web de CCCB Educación, desde la que también os podéis inscribir a las diferentes sesiones.

Información práctica:

Precio: 6 € por sesión.

Entrada reducida: 20% de descuento con carnet de Biblioteques de Barcelona, menores de 25 años, Carnet Joven, tarjeta rosa reducida y jubilados.

Entrada gratuita: Amigos del CCCB, Carnet de docente de la Generalitat de Catalunya, menores de 16 años, parados y tarjeta rosa gratuita.

Inscripción previa: Hay que comprar la entrada con antelación en las taquillas del CCCB (C/ Montalegre 5, 08001 Barcelona / Tel. 93 306 41 00) o en el Telentrada 902 10 12 12. ¡Las plazas son limitadas!

Las sesiones se inician a la hora y en el espacio que se indica en cada caso. Se recomienda llegar con diez minutos de antelación.

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