¿Son internet y democracia dos conceptos inseparables? ¿Internet comporta necesariamente más democracia? La semana pasada James Curran abordó estas cuestiones en la sesión inaugural del ciclo Ciudadanía, Internet i democracia, titulada “Malentendidos en torno a internet y la democracia”. Curran, catedrático del Goldsmiths College y autor de un puñado de libros de referencia sobre la historia de los medios de comunicación, se mostró muy crítico con la asunción –a menudo generalizada– de que internet tiene como consecuencias directas el rejuvenecimiento de la política, la democratización del periodismo y la consecución de un nuevo orden global más justo y participativo. Esta asunción, ¿responde a la realidad o es más bien fruto de un wishful thinking? La tesis de Curran, que ya ha explicado en el libro de reciente publicación Misunderstanding the internet, del que es coautor, es clara: internet no está cambiando el proceso democrático. A continuación os ofrecemos los puntos principales de su intervención, que expandimos con esta vídeoentrevista que le hicimos.
CCCB (c) Jordi Gómez, 2012
Sin negar los efectos positivos de internet, que todos conocemos, Curran se basó en datos y casos concretos para demostrar que los discursos optimistas sobre la situación actual del ciberespacio no se corresponden con la realidad. En lugar de consolidarse como un medio alternativo y renovador, internet está tendiendo a reproducir las lógicas de poder y las desigualdades del mundo actual, intensificándolas incluso en algunos casos. Por esta razón, Curran no se cansó de repetir a lo largo de su intervención que el contexto limita la contribución de internet. Concretamente, siete son las limitaciones que Curran aprecia en la actual configuración del ciberespacio:
• sólo un 30% de la población mundial tiene acceso a internet. Los usuarios que forman parte de este porcentaje provienen mayoritariamente de las regiones más prósperas del mundo globalizado.
• el mundo está dividido por el lenguaje. Este elemento de incomprensión mutua también afecta a internet.
• el lenguaje es un medio de poder. El alcance y el impacto mundial de un usuario en internet dependen en gran medida de su lengua materna. Sus posibilidades no son las mismas si se expresa en inglés que si lo hace en árabe.
• el mundo está dividido por conflictos de intereses y de valores. Asimismo, en internet existen páginas que fomentan el odio y la violencia en vez de mitigarlos.
• las culturas locales y nacionales aún están muy arraigadas. Algunas de estas culturas pueden llegar a dedicar el 70% de su información (televisiva y cibernética) a asuntos domésticos.
• los gobiernos nacionales buscan en todas partes el dominio o el control de los medios de comunicación. A menudo, el discurso global en la red está distorsionado por la censura y la intimidación estatal.
• la gente que participa activamente en política –en muchos casos los más privilegiados– puede no ser representativa de la población en su conjunto, lo cual también tiene un efecto sobre el discurso online.
En opinión de Curran, estas razones ponen en duda la idea de un ciberespacio abierto, libre y tolerante en el que se comunican personas de origen y nacionalidad diversos, y que tendría como consecuencia la constitución de un nuevo orden político global. Si bien es cierto que internet tiene la capacidad de generar un sentimiento positivo de humanidad y solidaridad compartidas (que Curran ilustró con la proyección de este vídeo que, pese a estar en chino, fue capaz de provocar una carcajada general entre el público del Mirador del CCCB), internet por sí mismo no nos traerá un nuevo orden global: “esta es una cosa para la cual habrá que luchar y que no sucederá sencillamente como consecuencia de internet”.
A juicio de Curran, un buen ejemplo de esto es la primavera árabe –a la que estará dedicada la penúltima sesión de este ciclo, que contará con la participación de Samuel Aranda, Mayte Carrasco y Leila Nachawati–, que “ha sido objeto de mucha mitología”. Ciertamente, tecnologías como Twitter y Facebook desempeñaron un papel crucial en las revueltas, pero estas no se habrían producido sin la existencia previa de un malestar social subyacente y profundo. Curran previno la tentación de establecer una relación de causa y efecto entre el uso de internet y la eclosión de las revueltas señalando que sólo uno de los seis países sublevados figura en el ranquin de los cinco países árabes con un mayor uso de internet. Si dicha relación fuese exacta, otros países árabes con más acceso a internet también se habrían rebelado contra sus dictadores.
El último tópico que Curran rebatió es aquel según el cual internet es el agente de una regeneración del periodismo que implicaría un derrumbe del viejo orden de las grandes corporaciones y conglomerados que hasta ahora habían dominado la producción y el consumo de la información. La nueva tecnología no comporta necesariamente un nuevo periodismo. En primer lugar, la televisión continúa siendo la fuente principal de información en el mundo. Además, subraya Curran, las grandes empresas de la información han colonizado el ciberespacio, aprovechando su ventajas económicas y su prestigio a fin de asegurarse una posición hegemónica. Así lo indica el resultado de dos encuestas dirigidas a establecer el top ten de las páginas de información online en Inglaterra y Estados Unidos: en el primer caso, no figuraba ningún medio independiente entre los diez primeros; en el segundo, sólo uno, el Huffington Post (que, irónicamente, ya no es independiente). Esta dinámica queda reflejada en el funcionamiento de buscadores globales como Google o Yahoo!, que no suelen incluir medios alternativos en las primeras páginas de resultados. Por otro lado, los blogueros se topan con muchas dificultades para llegar a grandes audiencias; muchos de ellos son amateurs que se tienen que ganar la vida con otros trabajos y que no disponen del tiempo necesario para investigar, amén de competir con los grandes medios.
Pese a su visión crítica y escéptica de la relación entre democracia y internet, Curran también hizo referencia a casos en los cuales la red sí que ha posibilitado el surgimiento de voces independientes y de más libertad, casos como la web de periodismo voluntario Open Democracy (con el cual ha colaborado) o, aquí en Cataluña, el diario electrónico independiente y pionero VilaWeb, fundado y dirigido por el moderador del acto Vicent Partal. En respuesta a preguntas del público, Curran también admitió que la comunicación horizontal que permite internet sí que supone una mejora cualitativa y expresó su simpatía hacia Wikileaks… no sin puntualizar que la alianza de la organización de Julian Assange con los medios tradicionales fue un factor determinante para su alance internacional.
CCCB (c) Jordi Gómez, 2012
Este primer acto del ciclo “Ciudadanía, internet y democracia” fue ciertamente un buen estado de la cuestión sobre el presente de internet, que huyó de la euforia tecnófila y abrió vías de reflexión y de crítica en torno a un fenómeno clave para la comprensión de este siglo XXI. Después del diagnóstico pesimista de Curran, continuamos con dos sesiones sobre los espacios alternativos que ofrece internet. Ayer, Geert Lovink hizo una crítica de Facebook y habló de medios alternativos a esta gran red social. El martes que viene tendremos con nosotros a Nicholas Mirzoeff, profesor de Medios, Cultura y Comunicación en la Universidad de Nueva York, que protagonizará una sesión titulada “Aquí hay algo que ver: contravisualidad, nuevos medios y el movimiento Occupy“.
¡Os esperamos!