Centre Documentació i Debat

Ruth de Diego: “Antes se intentaba ver qué parte del cerebro hacía tal función, ahora sabemos que trabaja en red”

26 de marzo de 2014 No Comments

Los Debates ICREA-CCCB sobre «El cerebro» acaban este martes 1 de abril con la conferencia «Lecciones de las lesiones cerebrales», que pronunciará la investigadora de la UB Ruth de Diego. Hemos hablado con ella para que nos adelante el motivo por el que el estudio de los patrones y los déficits que provocan estas lesiones son útiles en la investigación en neurociencias.

La investigadora ICREA Ruth de Diego

Estás especializada en psicolingüística y neurociencia cognitiva. Cuéntanos qué investigan estas dos disciplinas.
Primero me interesó la psicolingüística, es decir, saber cómo llegamos a comprender el lenguaje y, mientras hacía la tesis, me atrajeron los aspectos neurobiológicos del lenguaje, y en concreto cómo las lesiones cerebrales pueden afectar a nuestra capacidad para entender y producir el habla. Cuando entramos en contacto con una lengua nueva, nuestro cerebro empieza a trabajar y a extraer regularidades de este lenguaje, aunque no entendamos nada de nada. Si llegamos a Japón, por ejemplo, y empezamos a oír aquella lengua extraña, el cerebro comenzará a extraer información estadística de todo tipo, qué sonidos son más frecuentes, cuáles suelen ir seguidos, etcétera. Estudiar el lenguaje es interesante porque es lo que más nos caracteriza como humanos, porque el habla determina nuestras relaciones sociales. En este sentido, una lesión cerebral que afecte la capacidad de hablar te limita completamente la calidad de vida.

¿En qué estado se encuentra la investigación del cerebro?
En los últimos diez años ha habido una segunda explosión de la investigación y la información que tenemos, en este caso con muchos estudios acerca de la estructura y la conectividad del cerebro. Antes, más clásicamente, se estudiaba el cerebro de forma muy localizacionista, y se intentaba ver qué parte del cerebro hacía tal función, pero vimos que no podemos hablar de zonas aisladas del cerebro realizando funciones concretas, sino de redes, de diferentes partes del cerebro que funcionan de forma sincrónica y trabajan juntas y coordinadas para desempeñar una función. Además, ahora sabemos que el cerebro es mucho más plástico de lo que creíamos antes, y cuando sufre una lesión el cerebro tiene una capacidad increíble para reorganizarse y rehacer las conexiones.

¿Por qué es útil el estudio de los pacientes con lesiones cerebrales?
Porque, por comparación, nos permite conocer muchas cosas del cerebro y de sus funciones. Imagina a una persona que tiene un tumor cerebral que ha tardado un año en desarrollarse. En ese cerebro el funcionamiento ya no es exactamente idéntico al de una persona que no ha tenido una lesión por esta plasticidad de la que hablábamos hace un momento: el cerebro de un paciente se ha ido reestructurando para poder adaptarse a la patología.

Nosotros utilizamos la estimulación magnética trascraneal, con un aparato que se acerca a la parte externa de la cabeza y lo que hace es que, a través de un campo magnético muy fuerte, altera el funcionamiento de las neuronas de esta región al que lo acercas, inhibiendo o estimulando su funcionamiento. Esta estimulación provoca una lesión, de forma virtual, que solo dura un tiempo, desde unos segundos hasta un cuarto de hora, y durante ese tiempo el individuo sano se comporta como si hubiera sufrido una lesión en esa parte del cerebro. La comparación de una lesión simulada en una persona sana, que mantiene la estructura del cerebro sin alteraciones, con una persona con una lesión cerebral prolongada, y que por lo tanto tiene alteraciones, nos permite conocer muchas cosas, tanto de la estructura y las funciones cerebrales como de las enfermedades en concreto.

Resonancia magnética de un paciente de Huntington

¿Qué lesiones cerebrales habéis estudiado?
Una de las enfermedades que hemos estudiado es la de Huntington, una enfermedad genética muy rara, con una incidencia baja en la población. En los primeros estadios, la enfermedad de Huntington afecta bastante específicamente a una estructura subcortical concreta, una estructura central del cerebro que tiene muchas conexiones con diferentes partes del córtex, y que, por lo tanto, tiene muchas funciones asociadas. También estudiamos la afasia, la enfermedad que afecta a la comprensión del lenguaje debido a una lesión cerebral. Los pacientes de afasia pueden ver la imagen de una pera y decir «plátano», por ejemplo.

¿Qué utilidad tiene estudiar estas enfermedades?
Te pongo un ejemplo: tenemos un estudio que muestra que hay dos zonas del procesamiento del lenguaje principales, una que sería más motriz, de producción y habla, y otra de percepción y comprensión del lenguaje, más auditiva. Estas dos áreas están conectadas por un haz de conexiones, y parece ser que esta conexión, esta capacidad de transformar lo que estoy escuchando en una secuencia motora, es muy importante de cara a aprender nuevas palabras. O sea, repitiendo palabras nuevas, escuchándolas, oyéndolas y pronunciándolas por nuestra cuenta, este bucle nos permite aprender. Si tengo este haz de conexiones roto, si no puedo repetir para asimilar las palabras, podemos hacer que el paciente aprenda palabras recurriendo a otra conexión que existe, de tipo más semántico. Si se utiliza este otro camino, no podremos repetir para asimilar la palabra, pero podremos acceder a la palabra dándole un significado, conectando las dos partes del cerebro, la motriz y la auditiva, a través de las estructuras del significado. Y entrenando al paciente de esta forma tengo más posibilidades de que la persona entienda la palabra que por la vía obstruida de la repetición.

¿Esto sería similar a los mnemotécnicos o los acrónimos que se utilizaban al estudiar, para asimilar conceptos a partir de ideas o frases que no tenían nada que ver?
Sí, sería parecido a esto. Además, todo ello tiene usos específicos en el tratamiento de estas enfermedades, porque conocer las alteraciones en la estructura y las funciones del cerebro en pacientes que padecen Huntington, por ejemplo, nos permite entender y detectar diferencias individuales entre los pacientes de esta enfermedad. En el caso de un ensayo clínico, podemos separar a los pacientes según las conexiones que tiene afectadas cada uno de ellos, y agrupándolos se les podrá hacer un tratamiento mucho más específico y efectivo que si juntamos pacientes con grados de lesión cerebral diferentes.

Mavi Sánchez-Vives: “En 20 segundos podemos generar la ilusión de un tercer brazo”

19 de marzo de 2014 No Comments

El próximo martes 25 de marzo, la profesora ICREA Mavi Sánchez-Vives, del Institut d’Investigacions Biomèdiques August Pi i Sunyer (IDIBAPS), hablará de «Cerebro y realidad virtual» en el tercero de los debates ICREA-CCCB sobre El Cerebro. La hemos entrevistado para conocer cómo las neurociencias utilizan esta tecnología puntera.

La profesora de investigación ICREA Mavi Sánchez-Vives

¿Cuál es el ámbito de tu investigación?
Soy neurocientífica y utilizo la realidad virtual como una herramienta para entender funciones cerebrales. En el CCCB hablaré de un fenómeno que ilustra muy bien lo plástico que es el cerebro, la gran capacidad que tenemos de transformar en tiempos muy cortos la representación interna de nuestro propio cuerpo. Que la representación de nuestro propio cuerpo está en el cerebro lo sabemos por distintas vías, por ilusiones corporales, que son relativamente fáciles de evocar y dan la ilusión de propiedad sobre un brazo de goma, por ejemplo. También existen numerosas ilusiones de transformación corporal descritas en la literatura, algunas las conocemos debido a lesiones cerebrales específicas, que producen alteraciones extrañas o bizarras, como gente que cree tener un tercer brazo, o gente que cree que puede salir de su cuerpo, o casos como los que describe Oliver Sacks, por ejemplo la persona que piensa que esa pierna en la cama no es suya y se la quiere cortar, este tipo de casos extremos. Con realidad virtual podemos estudiar los límites de la representación de nuestro propio cuerpo recreando esas ilusiones, sin necesidad de pacientes con lesiones cerebrales.

¿Cómo utilizáis la realidad virtual?
A través de la realidad virtual podemos interiorizar un cuerpo externo como propio, sabemos lograr ilusiones corporales induciendo una serie de estímulos correlacionados, que producen ilusiones de transformación en plazos de tiempo muy cortos. En veinte o treinta segundos podemos generar la ilusión de un tercer brazo mediante realidad virtual, por ejemplo. El hecho de que esas ilusiones se produzcan tan rápido nos hace pensar que existe esa plasticidad tan grande del cerebro, y las transformaciones virtuales abren la puerta a aplicaciones muy distintas.

Cuando hablas de realidad virtual, ¿te refieres al casco con pantalla?
Hablamos de realidad virtual inmersiva, con casco, donde, en lugar de ver su cuerpo normal, el usuario ve un avatar. Estos experimentos tienen potencial en muchas áreas, como en la rehabilitación, el entrenamiento, la psicoterapia o el ocio.

¿Qué habéis descubierto, por ejemplo?
En rehabilitación estamos estudiando el tratamiento del dolor. Por ejemplo, tenemos algunos trabajos publicados en los que mostramos que el color con que ves un brazo virtual puede afectar tu umbral de dolor: si tu brazo virtual es rojo vas a ser más sensible a un estímulo doloroso o caliente, mientras que si es de otro color, azul por ejemplo, vas a tener menos sensibilidad a un estímulo doloroso o caliente. Eso significa que el umbral del dolor no es estable y puede modificarse en función de la información visual que recibes.

Estas transformaciones se pueden realizar en un entorno virtual, pero también dando vida a un robot.
Sí, las transformaciones corporales también se pueden dar si uno, en vez de tener un cuerpo virtual, internaliza un cuerpo robótico, y el cuerpo robótico puede estar situado a distancia. Yo puedo utilizar un entorno virtual en Barcelona y ver a través de los ojos de un robot en Londres, e interactuar y hablar en ese entorno, de modo que tienes un «cuerpo» en el lugar de destino. Si esto se generaliza, habría que regularizar legislativamente estas prácticas, regular quién es el responsable de las acciones que realizará el robot en otro sitio, que puede estar al otro lado del mundo.

En este vídeo del programa «Quèquicom», podéis ver cómo una periodista de Barcelona utiliza la realidad virtual para encarnarse en un robot en Londres y entrevistar al científico Mel Slater.

Albert Costa: «En la gente bilingüe, el declive del cerebro es más lento»

12 de marzo de 2014 No Comments

«El Cerebro», el tercer ciclo de debates ICREA-CCCB, prosigue el próximo martes con la conferencia «El cerebro bilingüe» del profesor de investigación ICREA Albert Costa, una de las referencias mundiales en este ámbito de la neurolingüística. Hemos hablado con él para que nos adelante los puntos clave de su investigación.

El profesor de investigación ICREA Albert Costa

Tu ámbito de investigación consiste en cómo se instalan las lenguas en el cerebro en el caso de los hablantes bilingües. ¿Esto significa que tenéis detectadas en qué partes se almacenan los verbos y en cuál los nombres, por ejemplo?

Hay que considerar el cerebro como circuitos, no como áreas aisladas. Con neuroimágenes sabemos qué circuitos se activan con el habla. En el caso de los nombres y los verbos, hay pacientes que han tenido un daño cerebral y de golpe son capaces de decir muchos más verbos que nombres, y otros pacientes que pasan a utilizar más nombres que verbos, y por lo tanto hemos visto que existen circuitos cerebrales que se encargan más de los verbos y otros de los nombres. A partir de ahí, miramos en hablantes bilingües si estos mismos circuitos actúan con la segunda lengua, hasta qué punto la organización en el cerebro de la segunda lengua sigue esos mismos principios.

¿Qué hay que entender, por hablante bilingüe?

El bilingüismo no tiene una definición, sino casos muy diversos. Yo viví cuatro años en Estados Unidos, por ejemplo, y hablo en inglés con mi hijo. ¿Soy bilingüe en inglés? ¿O no lo soy? O, por lo que respecta al catalán y el castellano, ¿quién es bilingüe, el que los habla los dos? ¿O solo aquel que hablaba en catalán con su padre y castellano con su madre y, por lo tanto, los aprendió al mismo tiempo? Siempre que intentamos definir el bilingüismo excluimos a grupos de gente, y por ello lo que hacemos es añadir adjetivos al concepto bilingüismo: bilingüismo proficiente, de adquisición simultánea, de adquisición sucesiva, no proficiente…

¿Qué problemas supone ser bilingüe?

Los bilingües conocen menos palabras en cada una de las lenguas que los monolingües, por ejemplo. Si sumas las palabras que conocen en total son más, claro, pero un monolingüe puede conocer 60.000 palabras de su idioma, por las 40.000 de cada idioma que sabe un bilingüe. Si cada día juegas cuatro horas a squash y cuatro horas a tenis, mientras que yo me ejercito las mismas horas pero todas haciendo tenis, entonces yo jugaré mejor que tú a tenis. Más desventajas: al bilingüe le cuesta más encontrar la palabra exacta, tiene «puntas de la lengua» más a menudo, porque cambia constantemente de lengua, y las puede practicar en un 50-50 o 70-30, mientras que el monolingüe está 100% concentrado en una sola lengua y no le cuesta tanto recuperar las palabras no usuales. Por último, está el consumo de energía. Cuando hablas catalán no puedes apagar el castellano, debes focalizarte en una lengua y apagar la otra, y esto un monolingüe no debe hacerlo. El bilingüismo hace que dediquemos más recursos y gastemos más energía en este monitoreo lingüístico. Es como cuando vas a Inglaterra y acabas cansado de tanto forzarte a hablar inglés, de tanto intentar apagar el catalán y el castellano y concentrarte en el inglés. Sin embargo, este desgaste es solo energético, no se desgastan las neuronas, de hecho ocurre lo contrario.

¿Y las ventajas que aporta el bilingüismo?

Pues esta gimnasia lingüística del controlar dos lenguas e ir focalizando ahora una y ahora la otra se ha visto que es beneficiosa, y que afecta a otras estructuras cerebrales y procesos cognitivos fuera de la lengua. Encontramos que las personas que son bilingües focalizan mejor la atención en estímulos, tienen un mejor control atencional, tienen más materia gris y conexiones neurales en determinadas zonas, lo que les hace tener una reserva cognitiva mayor cuando son viejos: en la gente bilingüe, el declive cognitivo es más lento. Hay estudios que han visto, por ejemplo, que en pacientes con Alzheimer la gente que es bilingüe llega más tarde quejándose al médico que los monolingües. Esto no significa que no tengan Alzheimer, de hecho tienen el mismo daño cerebral, pero tienen estrategias compensatorias causadas por esa gimnasia que realizan durante sesenta años.

¿Qué aplicaciones prácticas tienen todos estos estudios?

Entender mejor cómo funciona la representación cortical del lenguaje puede ayudarnos en muchas cosas, decidir si operar a una persona o no, por ejemplo. Ante tumores cerebrales, podremos saber cómo quedará el paciente, si perderá la lengua o no. O en pacientes con ictus, si son bilingües, ¿en qué lengua les hacemos la rehabilitación? ¿La hacemos en la que ha quedado mejor? ¿En la que ha quedado peor? ¿En la que es más útil? Además, estas investigaciones también ayudan en el aprendizaje de idiomas: en la medida en que descubrimos qué técnicas son mejores para aprender, o qué predisposición tiene cada persona por los idiomas: de pequeños podremos saber qué niños son más sensibles a contrastes fonológicos, y por lo tanto cuáles tendrán mayor capacidad para los idiomas, etcétera.

Contemporary Museum of Calligraphy

Otra pregunta que seguro que te plantean siempre: para aprender una lengua, ¿es necesario empezar cuanto antes?

Existe el tópico de que hay que hacerlo cuanto antes, pero depende de para qué cosas. Sabemos que los sonidos y el acento hay que aprenderlos muy rápido. Es cierto que hay variabilidad individual, gente con capacidad de adoptar bien los acentos, pero en general el acento se coge durante el primer año de vida. La sintaxis también hay que aprenderla de joven, pero la adquisición de palabras nuevas, por ejemplo, no tiene edad, se hace toda la vida. Estás aprendiendo palabras nuevas en catalán cada día. Esta cuestión siempre despierta mucha controversia, porque en Cataluña queremos que los niños aprendan inglés cuanto antes, pero ponemos los profesores de inglés nativos en los cursos más avanzados, y los maestros no nativos en las clases de los pequeños. ¡Deberíamos poner a los profesores nativos al principio, con los pequeños! Esta cuestión siempre genera polémica, siempre que hablo de ello recibo correos de profesores de primaria quejándose.

En el Estado español tu investigación siempre ha sido muy politizada.

Ya lo creo, cuando me llaman las radios de aquí sé que quieren que explique las ventajas del bilingüismo, y en Madrid siempre me preguntan por las desventajas… Pero, más allá de lo que suceda en el cerebro, el bilingüismo es una decisión de la sociedad, hemos decidido ser bilingües o no serlo con independencia de lo que ocurra en el cerebro.

En el mundo el bilingüismo es la norma y el monolingüismo la excepción.

Sí, el monolingüismo no es tan común. En Europa es relativamente poco común, la mayoría de ciudadanos europeos hablan más de una lengua. Otra cosa es que seas bilingüe desde la cuna, eso es menos común, pero contactos entre lenguas hay muchísimos y en todo el mundo.

Alternativas a la evolución

5 de marzo de 2014 No Comments

Los retos y los nuevos descubrimientos en la investigación en neurociencias centran «El cerebro» el tercer debate ICREA-CCCB, que en los próximos cuatro martes nos permitirá conocer los trabajos de algunos de los investigadores en neurociencias más importantes del país. El próximo 11 de marzo inaugura el ciclo Ricard Solé, profesor de investigación ICREA en la Universidad Pompeu Fabra, con la conferencia Cerebro(s): autómatas, accidentes y evolución sintética sobre la vida sintética y las posibilidades que se abren de manipular y hallar alternativas a la evolución darwiniana.

El investigador ICREA Ricard Solé

¿Qué entendemos por evolución sintética?

Nosotros trabajamos con sistemas complejos, y la biología sintética es una parte de nuestra investigación en que nos planteamos hasta dónde se puede llegar en la construcción y el diseño a partir de componentes biológicos, si podremos crear algún tipo de sistema que lleve a cabo computaciones y tomas de decisión, sistemas que aprendan y puedan imitar, y por lo tanto se puedan comparar con el cerebro o los sistemas neuronales. En mi departamento nos planteamos qué se puede hacer y qué no se puede hacer. La evolución ha creado una serie de estructuras, como el cerebro, que es una gran innovación, pero nosotros nos preguntamos: «¿habría alternativas?» «¿Esta es la única solución posible?». Si algún día desarrollamos una tecnología que permita imitar algo parecido al cerebro, con inteligencia, conciencia, cognición o empatía, ¿este sistema debe imitar obligatoriamente la vida? O ¿hay alternativas? A partir de aquí, nos formulamos esta pregunta a muchas escalas.

¿Qué papel desempeña el cerebro, en vuestra investigación?

En el laboratorio no podemos crear cerebros, pero estamos manipulando células que normalmente son individualistas, que no saben hacer más que buscar comida. Estamos logrando que se comuniquen y que tomen decisiones colectivamente, como las hormigas, que puedan aprender, que puedan tomar decisiones, etcétera. La evolución ya inventó eso, pero nosotros tenemos la posibilidad de alterar el proceso, de poner cosas que la evolución no ha previsto. Y la biología sintética se está replanteando cosas que teníamos muy claras, como el envejecimiento o la muerte. Todos pensábamos que el envejecimiento era un proceso inevitable, pura termodinámica, pero es mentira, el envejecimiento se puede detener. La evolución, de hecho, nos ha traído aquí porque la forma natural es vivir lo suficiente para reproducirnos y ya está, pero en el laboratorio hemos encontrado que puedes manipular los terminales de los cromosomas para que uno de los enzimas del envejecimiento no funcione, y se han conseguido ratones que viven tres veces más y que logran morir jóvenes. Por lo tanto, esa regla, ese «principio de diseño» nos lo podemos saltar. Nosotros nos preguntamos hasta dónde podemos llegar con estas alternativas, si existen alternativas al envejecimiento, podemos diseñar sistemas donde el envejecimiento no tenga por qué ser una de las reglas básicas. Esto genera más preguntas, y nos hace pensar si hay muchas cosas de esas que dábamos por hechas y que quizá deberíamos cuestionar.

El cerebro, por ejemplo, es óptimo con muchas cosas, pero un desastre en muchas otras: el cerebro consigue que su funcionamiento tenga un coste metabólico muy bajo, y eso somos incapaces de recrearlo los científicos, pero, en cambio, hay cosas muy ineficientes, el cerebro se ha ido montando a partir de lo que había antes. Dentro del cerebro de un humano está el cerebro del reptil, el cerebro de la rata, etcétera, y ello genera muchos conflictos en nuestra manera de pensar, a la hora de tener creencias estúpidas. Si queremos construir una máquina, ¿es importante tenerlo en cuenta? ¿O hasta dónde es importante que hayamos sido niños? Nosotros aprendemos el lenguaje en un proceso de aprendizaje que empieza en la infancia, y hemos visto que quizá para que pasen determinadas cosas es preciso este proceso, es necesario que seamos niños. Ya hay gente que trabaja en robots «infantiles», y quizá el diseño de sistemas complejos también debe pasar por un proceso de crecimiento.

Sea como fuere, la vuestra es una investigación sin resultados prácticos inmediatos…

Sí, es teoría pura. Nosotros siempre hemos sido teóricos, solo hace pocos años que tenemos un laboratorio propio para realizar experimentos. La ambición de nuestro trabajo es intentar entender el origen de la complejidad, y una parte tiene que ver con la cognición, con cómo aprendes, cómo incorporas la información, cómo te adaptas a un mundo externo con la capacidad de predecir o no predecir. Para el ser humano el tiempo es muy importante, por ejemplo, el tiempo nos diferencia claramente de cualquier máquina, tú sabes que hay un futuro y un pasado, pero las máquinas viven el presente. ¿Cómo lo hacemos, para poner eso en una máquina? Nuestro trabajo es plantear las preguntas, aunque estemos lejos de saber las respuestas.

De todos modos, ya tenemos algunos resultados de laboratorio: imagina que conseguimos que unas bacterias se comporten como hormigas, puedan aprender, puedan resolver problemas colectivamente. Estamos intentando recrear en el laboratorio cómo apareció la cooperación hace millones de años. Si somos capaces de hacer eso, se abren horizontes interesantes, podríamos diseñar células que vayan a un tejido y hagan lo que nosotros queramos, reconstruirlo, por ejemplo.

Roomba

¿Cómo trabajáis? ¿Con grandes computadoras? ¿Con simuladores?

El problema puedes abordarlo de muchas formas, desde las matemáticas, haciendo modelos teóricos en los que te plantees la pregunta de manera muy general, o bien con ordenadores, donde hacemos evolucionar circuitos y máquinas artificiales utilizando la evolución darwiniana, es decir, no las diseñamos tal y como lo haría ahora un ingeniero consciente, sino intentando que recreen cómo ha evolucionado la naturaleza. Una parte de nuestra inspiración también viene de la ciencia ficción, cuando leemos cosas que se escribían antes de que comenzara la revolución de la información, en los años cuarenta o cincuenta. Encuentras muchas cosas divertidas, en aquella época, como que el robot que limpiaba la casa no era un Roomba, sino que era un robot con forma humana y un aspirador en la mano, pero más allá de todo eso, hay ciencia ficción muy interesante, que realmente trasciende la tecnología actual. La ciencia ficción también especulaba sobre la interfaz cerebro-máquina, que permitiera expandir el cerebro utilizando tecnología, pero, según lo que sabemos ahora del cerebro, tengo muchas dudas de que ello sea factible.

Bruce Bégout: La fantasía neutralizada

20 de febrero de 2014 No Comments

Con motivo de la conferencia Las afueras que Bruce Bégout nos ofrecerá el próximo lunes 24 de febrero, en el marco del ciclo Ciudad Abierta, uno de sus traductores al español, Rubén Martínez Giráldez, analiza las temáticas que recorren la obra del filósofo francés:

Las Vegas. Fotografia de Bert Kaufmann

Cuando Bégout analizaba el espacio de Las Vegas en su ensayo Zerópolis (Anagrama, 2007), constataba que aquel recinto acondicionado para el ocio está diseñado para desviar el placer hacia la compulsión, de modo que la naturaleza de la diversión varía, la evasión cambia de función y olvida la que una vez tuvo: el consuelo. La propuesta lúdica suplanta la noción de cultura haciéndose pasar por civilización. «Divertimiento» ya no significa «desviación»; el espacio lúdico nos devuelve, a través de lo aparentemente imaginario, a una realidad implacable donde bufo y serio son conceptos indiferenciables. La única posibilidad de evitarlo pasa por abandonar sin demora las ciudades.

En la periferia, el autor volvería la mirada hacia otra clase de templos donde uno puede alcanzar invisibilidad por la vía de lo excesivamente ordinario: si Las Vegas nos permitía creer en nuestra propia irrealidad, el motel americano casi invita a fantasear con la propia inexistencia. Elogio y denuesto de la superfluidad, dos simulacros anunciados con fasto y letreros de neón.

«La potencia discreta de lo cotidiano» —expresión que da título a una de sus conferencias— no es, sin embargo, el aspecto que aborda Bégout en su obra de ficción. Sin ir más lejos, su canto a los recintos por antonomasia, Le ParK (Editorial Siberia, 2014), consiste en una fábula de anomalías, un cruel folleto informativo del complejo en el que se «experimentan sin escrúpulos y sin prejuicios las distracciones del futuro que todavía no han recibido la aprobación del mundo». En todos los casos, espacios de socialización y desocialización cívica, ciudades jardín de los suplicios, en definitiva: parques zoológicos humanos para seres que pretenden divertirse después de Auschwitz.

Vista aèria dels suburbis de Londres. Fotografia d’Edward Clack

_______________
Rubén Martín Giráldez (Cerdanyola del Vallès, 1979) es autor de Thomas Pynchon: un escritor sin orificios (Alpha Decay, 2010) y la novela Menos joven (Jekyll & Jill, 2013). Ha traducido libros de Jack Green, Blake Butler  y Tom Robbins y la editorial Siberia acaba de publicar su traducción de Le ParK, de Bruce Bégout.

12345...10...»