Entradas con la etiqueta ‘Música’

Un festival de música cercana

9 de julio de 2014 No Comments

El próximo 18 de julio tendrá lugar en el CCCB una nueva edición de Pròxims, un festival que en tan
solo cuatro ediciones se ha convertido en un clásico del verano catalán gracias a una programación que, año tras año, ha permitido a sus asistentes tomar el pulso a la escena musical independiente en Catalunya.

Standstill

Standstill

Un rápido repaso por los artistas que han protagonizado su cartel se convierte en un auténtico quién es quién sin complejos de la escena musical catalana: Mishima, Manel, Antònia Font, Mujeres, Standstill, Anímic, El Petit de Cal Eril, The New Raemon, La iaia, Litoral, Maika Makovski, Els Surfing Sirles, Joan Colomo, Estúpida Erikah, Manos de Topo, Mazoni, Standstill, Enric Montefusco, Dorian, Bremen, Nine o The Free Fall Band, que se suman a los protagonistas de la edición de este año, Joan Dausà, Halldor Mar y Pribiz, que tocarán junto a Mishima, Standstill y La iaia.

Pero, más allá del cartel, la gran novedad de este año es, sin duda, el traslado de la edición de Barcelona del Poble Espanyol, donde se había celebrado en las ediciones anteriores, al CCCB. Este cambio, que ha sido posible gracias a la colaboración del Centre de Cultura Contemporània de Barcelona, permite acercar Pròxims al centro de la ciudad y realizar el festival en un entorno mítico para la música de Barcelona como la plaza Joan Coromines.

Un buen momento para la música hecha en Catalunya

El cartel de Pròxims 2014 vuelve a demostrar el buen momento de la música catalana con la presencia de Mishima, que presentarán en Barcelona uno de los discos más esperados de la temporada: L’ànsia que cura, publicado el pasado 25 de marzo y que ha recibido una acogida espectacular por parte de crítica y prensa. Precisamente Mishina es una de las bandas que mejor define el espíritu de Pròxims, y por ello, con la actuación de este año, habrá participado en tres de las cuatro ediciones del festival, presentando tres discos absolutamente indispensables en su trayectoria: Ordre i aventura, L’amor feliç y el ya mencionado L’ànsia que cura.

Junto con Mishima, los otros cabeza de cartel de esta edición de Pròxims serán Standstill, que también habían pasado por el festival -tanto como banda como con Enric Montefusco en solitario- que, después de dos años centrados en el proyecto Cénit, volverán a presentar la versión más clásica de su directo, en una oportunidad única para redescubrir a una de las bandas más importantes del indie nacional.

Si cuando hablamos de Mishima y Standstill la palabra que se nos viene a la mente es “clásico”, los otros dos protagonistas de Pròxims Barcelona llevan el camino de serlo. La banda de Osona La iaia, que harán doblete en el Pròxims Calonge en agosto, han dejado boquiabierto al público con su segundo disco On és la màgia? en el que, lejos de seguir la fórmula del éxito de su primer trabajo, han decidido dar un giro copernicano a su música, en una de estas apuestas en las que fácilemnte se identifica en una gran banda.

La iaia

La iaia

La iaia ha sorprendido a propios y extraños con su nuevo disco, y Joan Dausà ha sido uno de los protagonistas de los primeros meses de 2014: cuando todavía no nos habíamos recuperado de su debut, con Jo mai mai vuelve a demostrar que es una de las figuras del pop catalán con su nuevo disco On seràs demà?. Esta será la primera participación del de Sant Feliu de Llobregat en el Pròxims, pero no parece muy disparatado decir que no será la última.

Completarán el cartel Halldor Mar -la gran sorpresa de la temporada- con Winds, un disco en el que el artista islandés, de la mano del sello Amantes Record, ha versionado en inglés grandes himnos de artistas como Joan Manuel Serrat, Jaume Sisa o Raimon; y Pribiz – ganadores del primer concuro Talents Pròxims.

Zeidun: 15 años escondiendo talento

7 de mayo de 2014 1 Comment

Zeidun © Oriol Escarmis

Hemos estado años aceptándolo con total normalidad, como si fuera intrínseco a ellos, pero no lo es, ni habitual, ni común, ni nada que se le parezca. Quizá sea porque nunca nos habíamos parado a analizarlo. Era tan evidente que nos hallábamos ante gente extremadamente talentosa, que ni nos lo planteábamos. Pero en su momento no supimos verlo; quizá lo intuimos, pero dudamos que alguien se atreva a levantar el dedo y proclamar, airadamente, que sabía lo que pasaría después.

Estamos a principios de siglo y es un gaztetxe en Iruña, o un solar de La Roca, o el Sant Feliu Fest, da igual. Cinco veinteañeros en el escenario. Camisetas de bandas hardcore suecas y pantalones caídos, increíblemente caídos. Unas Vans hechas polvo y todo suena desacompasado, aturdido y ruinoso. Sus letras hablan de lo que toca, es el momento y la época, no hay más opción que sacar toda la rabia adolescente en aquellas canciones. Es su manera. La nuestra es estar abajo, puño alzado y cuerpo sudoroso mientras las cantamos todas: «Every song I play, every word I say, everything I do, all my acts are just for you.» Suena Galactic y los cinco chavales que la destrozan en directo se llaman Zeidun, como el perro de su colega de Sant Celoni. Y son el mejor grupo del mundo, aunque aquella noche no lo parezcan, aunque tardaremos años en saberlo.

Pero el tiempo ha demostrado que sí, que lo eran. Que detrás de aquella banda que no sobresalía, que vivía en la antipretenciosidad más extrema, había, precisamente, unas personas brutalmente inspiradoras. ¿Cómo definir, si no, a Dalmau Boada? Inquieto, experimental, ingenioso y bueno, impresionantemente bueno. Mau ha hecho grupos de culto como quien baja a comprar el pan. Pero en el 2000, cuando grababa Oceane con Zeidun, seguramente no habríamos dado un céntimo por el batería de aquellos inútiles del Montseny. Pues sí, porque aquel chico con pintas de salir de la jungla, ¡formó Omega V, y después Les Aus, y después Esperit! Y estas son bandas que han cambiado las reglas del juego de la escena musical del territorio. Y lo que es más importante, han hecho canciones que han cambiado vidas, que las han hecho más amenas, mejores, en definitiva. O Joan Colomo, que formó, también con Mau, La Célula Durmiente. ¿Conocéis un grupo más divertido que este? Yo no. A Colomo lo veías caerse de un escenario con Zeidun de las cervezas que llevaba en la sangre, pero después lo acabaron reclutando para formar parte de The Unfinished Sympathy, seguramente la banda de indie rock más destacada que ha existido en este país. Y mientras pasaban los años, él iba haciendo canciones, canciones que un día vieron la luz en solitario, y resultó que eran tan buenas que ahora lo llaman de todas partes y lo conoce todo el mundo. Pero ¿no habíamos quedado que solo era el vocalista de cuatro acordes y melena en la cara de Zeidun? Hasta mi madre sabe quién es Colomo.

Xavi, el bajista, ha sido menos activo, solo ha formado parte de la última década de un grupo que se llamaba Els Surfing Sirles, solo. Els Surfing Sirles eran los mejores, pero esto ya lo sabéis. Càndid, el gigante de dos metros que tocaba los teclados, ha hecho tantas bandas que no caben en tres folios. No es opinión, no es condicional, es información real, porque lo hemos visto con nuestros propios ojos. Ahora se lo puede ver tocando con Murnau B y Autodestrucció, pero hace poco era el batería titular de Joan Pons, de El Petit de Cal Eril. Albert Trabal tocaba la guitarra y la trompeta con los Zeidun, y también lo hizo en un montón de bandas como los Rain Still Falling y, posteriormente, con L’Orquestra de Sant Celoni.

Seguramente juntos nunca nos mostraron todo su potencial real. Permítanos la grosería: aquella banda solo fue la puntita. Suficiente para que ahora miremos atrás y, por fin, empecemos a reivindicar lo que fue su obra anterior, posterior y, sobre todo, como Zeidun. Una banda de emocore llena de momentos emocionantes y geniales. Aquí y ahora, es el momento de agradecer todo lo que nos han dado con sus múltiples nombres, con todas sus caras. Este es el feedback que nunca recibieron y el que, indudablemente, merecen por tantas buenas noches y tantos buenos días rematados con sus canciones.

El 15 de mayo próximo Gentnormal y La Fonoteca Barcelona han programado Me mata pero me gusta: una genealogía de Zeidun para la tercera sesión del #BCNmp7. La sesión constará de las actuaciones de Zeidun y de muchas de estas bandas: Joan Colomo –que acaba de estrenar disco–, Els Surfing Sirles –revividos para la ocasión–, Esperit!, La Célula Durmiente, Autodestrucció, L’Orquestra de Sant Celoni, Murnau B i Omega V. Además, se irán proyectando breves cápsulas documentales sobre los músicos y se repartirán, gratuitamente, un fanzine y un CD que recogen esta genealogía.

El lunes 12 por la tarde regalaremos 5×2 entradas gratuitas a través del Twitter del @CCCBmusica respondiendo a una pregunta.

Lapsus y Barcelona, el intenso impacto de la música electrónica

14 de abril de 2014 2 Comments

El público de Barcelona se resiste a entrar en los recovecos de la música electrónica de calidad. Los grandes festivales son un espejismo pasajero –tres días al año o poco más–; el auge de algunos clubs consolidados, la excepción. Sin embargo, la ciudad ha vivido un repunte significativo de la oferta electrónica en los últimos siete meses: festivales de nuevo cuño –Mira Festival, Cau d’Orella–, ciclos temáticos –Dnit– y promotores outsiders –muchos, y casi todos reunidos en 2014 bajo las siglas BCN Mp7 del CCCB.

Zak Brashill. Foto: Judit Contreras

Lapsus Festival toma el relevo a Sónar en la programación musical de esta casa: apuesta por la electrónica de riesgo, la abstracción digital y la estética sintetizada. Estas coordenadas ideológicas son las mismas por las que apostó Sónar cuando en 1994 tomó el espacio del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona y proclamó una máxima que le dio la razón: «Conéctate a la música del futuro», rezaba el lema de la primera edición del festival. Nos descubría así un mundo de infinita creatividad en los márgenes de la cultura de clubs y la música de vanguardia contemporánea.

La Ciudad Condal descubrió la música electrónica con etiqueta Sónar en un espacio público que, desde el minuto cero de su existencia, ha apostado por este tipo de música. El CCCB ha sido clave en la historia reciente de la música electrónica en Barcelona y Cataluña. A los sucesivos responsables del centro no les ha temblado jamás el pulso a la hora de apostar por la electrónica. Ahora tampoco: la inclusión del Lapsus Festival en la programación del vigésimo aniversario del centro corrobora la importancia que la música electrónica ha tenido siempre en el CCCB.

Lapsus es un festival ideológico y transversal: música de raíz sintetizada y programación sin cabezas de cartel –la sensación de que todos los músicos de la parrilla tienen la misma importancia es un factor que lo diferencia de otros festivales–. Un evento de género en el que prima la calidad por encima de lo previsible. Una cita para descubrir los talentos escondidos en las corrientes minoritarias (o mayoritarias) de la música de vanguardia electrónica. Incluso los más avezados descubrimos nuevas propuestas que hasta el momento nos eran ajenas. Se agradece.

Una jornada con primicia mundial 

En la primera jornada estaban programados 1991 y Fennesz, quien presentaba en primicia mundial su nuevo disco, Bécs, que significa su retorno a Mego, la plataforma editorial del insobornable Peter Rehberg –Pita–. El sueco Axel Backman, quien se esconde tras el alias de 1991, demostró que la dicotomía entre su actividad editorial y sus directos es más acentuada de lo que la audiencia estaba dispuesta a aceptar. Los organizadores del festival eran los únicos que estaban advertidos sobre las enormes diferencias entre los trabajos publicados en los sellos Opal Tapes y Astro: Dynamics y la música que suena en directo. 1991 no perdió calidad, pero sí pegada. Backman descompone en directo los pasajes rítmicos hasta hacerlos (casi) desaparecer: acentúa la veta atmosférica y, sin miedo, se convierte en un proyecto de ambient, que en esta ocasión difuminó hasta el máximo las melodías. El intento por ofrecer algo diferente provocó la indiferencia de algunos asistentes y la extrañeza del resto. Le acompañó con los visuales Miki Arregui, Videocratz, uno de los triunfadores absolutos de esta primera edición de Lapsus. El talento de este videoartista no tiene límites: ostenta una envidiable personalidad estética y presentó en todas sus intervenciones una ristra de ideas tan dinámicas como profundas. No es fácil olvidarse de las piezas de Videocratz.

Fennesz. Foto: Judit Contreras

Los shows del austriaco Christian Fennesz, todo idiosincrasia, suelen provocar todo tipo de reacciones. Desde que en 2001 publicó Endless summer, se ha convertido en uno de los músicos más reconocidos de la abstracción digital con marchamo estético. A pesar de que sus discos son auténticas obras de orfebrería digital, llenos de buenas ideas y sensaciones indescriptibles, sus directos no consiguen traducir ese cúmulo de sensaciones que se amontonan en la soledad de la escucha. No esperaba nada que no hubiera visto ya, pero en Lapsus se lució. Sacó genio y personalidad. Bécs recupera algunas de las ideas de abstracción melódica de su obra inspirada en el disco del mismo nombre de The Beach Boys, y otras de las que propuso en el celebrado Black Sea (2008), más ambiental y borroso. Recompone los mejores momentos de su discografía a base de paisajes épicos, evocativos y muy reconocibles. Es emocional hasta donde su personalidad se lo permite. Sin duda alguna, en Lapsus llegó muy lejos: el característico y crudo rasgado de guitarra de Fennesz fue tan explosivo que, por primera vez en su vida, aseguró el austriaco al acabar el concierto, había roto una cuerda de su guitarra sobre un escenario. No sé si es capaz de llegar a más, porque nunca he tenido ocasión de comprobarlo, pero desde luego en el teatro del CCCB se puso a prueba.

Mucho más que música

Lapsus no fue solo música. El arte visual y sonoro también tuvo su espacio. La instalación PHI, que presentó Playmid en la Sala Raval, el espacio anexo del teatro, ribeteaba la oferta del festival. Durante quince intensos minutos, PHI presenta una serie de ideas más cercanas al sound sculpture que a la música con intencionalidad transgresora. El juego de luces y sonidos geométricos recuerda a la obra del artista danés Olafur Eliasson, quien suele jugar con la percepción de la audiencia para proponer sencillas reflexiones sobre la relación con el espacio. La instalación de Playmid juega con la atmósfera, el espacio, la luz y la cultura rave. En los interludios entre conciertos, otra muestra de talento digital: Playmodes presentó varias piezas audiovisuales de cinco minutos en las que los juegos de luces acompañan a pequeñas suites digitales que bordean constantemente el paisajismo sonoro. Interesante, al menos.

El sábado, después de un set a modo de warm-up de los Lapsus Dj’s –esto es: Wooky, Bruna y Lesser, poca broma–, abrió Olde Gods acompañado, de nuevo, por el genio de Videocratz y su escena de época sincrónica. El nuevo proyecto de Guillamino y JMMI es adictivo: melodías con alma pop sobre rítmica house y atmósferas estéticas. El primer concierto que ofrecía este proyecto fue acaso uno de los mejores del festival. Shape Worship optó por la versión desarrollista de su techno atmosférico, en la que también caben visos de house anguloso. No fui capaz de percibir la precisión IDM que se le atribuye, pero sí se pudo comprobar la profunda impronta que ha dejado Actress sobre la escena electrónica británica.

«Hemos arriesgado todos mucho», comentaba la inquieta Alba G. Corral, videoartista que acompañó a Shape Worship con unos ostentosos visuales geométricos. Y no se equivocaba: todos los participantes en Lapsus estaban dando lo mejor de sí en todo momento. A veces, la sensación de desconcierto asaltaba a la audiencia: los músicos y artistas visuales se arriesgaron tanto que hubo peligro de no ser entendidos. Acaso demasiado avanzados para esta época de desatención y premura, de obras de fácil digestión y comentario inflamado. Las palabras de Alba explican muy bien la naturaleza de esta cita, que debería concretarse en una obligada periodicidad anual.

Y llegó el turno de los escoceses Dalhous, trasuntos de lo que en su día fueron otros escoceses: Boards of Canada. Publican en Blackest Ever Black, casa madre de las derivaciones pop del hauntology británico y marca con denominación de origen de novísimo ambient-techno: Raime, Vatican Shadow y, desde ya, también Dalhous. Si Raime concita la atención de los medios con unos shows siempre a medio gas y más bien aburridos, lo de Dalhous debería figurar más arriba en cualquier escala de valor mediática. Presentaron credenciales y una nueva referencia: «Visibility is a trap» –no tengan miedo: descárguensela pirata, que para eso está; la escena se lo agradecerá…–. Los recuerdos, la nostalgia de una vida que jamás han vivido, las sensaciones imaginadas…, ese es el terreno en el que se mueve Dalhous. Cazadores de imágenes y sonidos al vuelo, que convierten en un paisaje ambient con tendencia a los juegos rítmicos. Fue un show impactante, conciso y extremadamente bien planteado. Todos los asistentes andábamos contrariados porque no éramos capaces de dilucidar qué o quiénes eran los protagonistas de los visuales que acompañaron la música del dúo.

Jensen Sportag. Foto: Judit Contreras

Llegó el turno de los Jensen Sportag, favoritos de las tres cabezas pensantes de Lapsus. Suavizaron la interesante tendencia a conceptualizar el r’n’b, aunque no prescindieron de ella, y apostaron por trazar líneas 4×4 de groove acentuado y alma house. De los pasajes más atmosféricos –la constante en todos los conciertos del festival, cabe recordar– pasaron a la complejidad del sampleo de referencias e instrumentos. De nuevo, Videocratz sentó cátedra con unos visuales impactantes y dinámicos que mostraban recorridos por las calles de urbes atestadas. La promesa del ímpetu global está en las imágenes de este artista visual.

El premio al show aburrido y pretencioso se lo llevó Etch. Me da lo mismo el reconocimiento que Zak Brashill haya recibido de la prensa internacional, a veces pueril, frívola y estúpidamente tendenciosa. Su desconcertante actuación en Lapsus fue una lección de cómo no hay que hacer las cosas frente a un público atento. La peor parte se la llevó Óscar Sol, otro videoartista talentoso y provocativo, que tuvo que lidiar con el tedio de la música de Etch. Este tipo, que obvió el hecho de que tenía audiencia enfrente, se dedica a recuperar el lenguaje de la cultura jungle británica de los 90. Hasta ahí, todo bien. Pero si se opta por la versión rave de extrarradio del drum’n’bass y el jungle, la cosa no puede salir bien. Ni un ápice de originalidad, monótono e insulso. Para colmo, no movía ni un músculo sobre el escenario. Sí es cierto que culminó esa suerte de performance de la nada con una buena conceptualización de todo lo propuesto durante los primeros compases. Por momentos, parecía que iba a llegar al punto prometido, pero ya era demasiado tarde. El drum’n’bass de garrafón, en casa y con gaseosa, muchacho.

En rotundo contraste, Kelpe, también acompañado por los visuales de Óscar Sol. No es difícil imaginar por qué este proyecto ha recibido encendidos elogios de techno-masters como Laurent Garnier y Richie Hawtin, y también de otros maestros del sampleo y el groove como Hudson Mohawke y Daedelus. El show de Kelpe fue vibrante e inteligente; planteado como un relato con ánimo narrativo. Kel McKeown se hace acompañar por un baterista en directo, lo que otorga la crudeza que el bueno de Etch buscó y no supo encontrar. Desplegó un arsenal de recursos melódicos y rítmicos que rinden indisimulado tributo a la época dorada de Ninja Tune, comentaba Carles Novellas, del imprescindible programa de radio Paralelo 3, quien vivió de cerca la explosión del sello londinense de abstract beats trabajando en sus oficinas durante el decisivo cambio de década entre los 90 y los 2000.

Novellas tenía razón, sin duda, pero Kelpe no utiliza el sampleo como santo y seña de su sonido, como la mayor parte de la nómina de Ninja Tune. Aunque sí maneja las melodías abstractas jazzísticas bajo el paraguas estético-sintético en el que se camuflaba Four Tet hasta que apostó por el desarrollismo rítmico a discreción. Fue un concierto notable que reclama mayor protagonismo en las parrillas de los festivales estándar.

Sau Poler. Foto: Judit Contreras

«La experiencia en Lapsus fue muy buena, me lo pasé muy bien en el concierto; hubo química y creo que la gente lo disfrutó. Fue un punto de encuentro también con otros artistas y gente que aún no conocía en persona. ¡¡De diez!!» Así se expresó, a través del mail, Sau Poler, un joven productor de Badalona que va a llegar muy alto. Por partes: la música de Pau suena a «Four Tet, Floating Points, Bonobo, Burial o Jamie XX», asegura, pero también a Actress, Panda Bear, Carl Craig y John Talabot. En Lapsus demostró por qué es alguien a seguir de cerca: es curioso comprobar como siempre sabe escoger la mejor opción rítmica. No falla. Intuye el camino más corto para conectar referencias y sensaciones. A veces se decanta por el 4×4 progresivo, el del Actress menos abstracto; otras, escoge la vía del house profundo y emocional. Su actuación fue una de las mejores del festival, si no la mejor.

La fiesta, porque pasadas las doce de la noche Lapsus era una fiesta, acabó con Kanding Ray. Nunca entenderé por qué los productores de Raster Noton gozan de ciertos privilegios. Su discurso complejo, espeso, crudo y rotundo no siempre hace honor a su prestigio. Lo que está claro es que en Barcelona siempre encuentran un público atento. Quizá por las repetidas visitas de Carsten Nicolai a la ciudad, o porque su potente rítmica deja la misma huella que el Detroit techno en los noventa. Quién sabe. El set de Kanding Ray, sin llegar a la potencia prometida –todo es poco al lado de SND o Plastikman–, sí logró levantar a la audiencia durante los últimos coletazos del festival. Sin llegar a ser adictivo, sí logró la complejidad y la profundidad prometidas. Empezó emulando al Monolake más insulso para luego llegar a rozar esa emocionalidad que no se puede explicar pero sí entender a base de sensaciones básicas.

El año que viene, Lapsus promete más. Mucho más.

Lapsus festival: la culminación de un proyecto

2 de abril de 2014 2 Comments

Los próximos 4 y 5 de abril, el proyecto Lapsus se convierte en un festival de música electrónica y artes avanzadas creado a partir de las tres áreas de actividades complementarias e interrelacionadas de forma indisoluble: Lapsus Radio, Lapsus Records y Lapsus Festival. Estas tres ramas indispensables giran entorno a su frecuencia de aparición, generando una constante flujo de contenido durante todo el año.

Lapsus Radio es un programa de radio semanal que se emite cada viernes a las 22h desde iCat (Catalunya Radio) con un tono distendido y con una estructura muy dinámica. Lapsus Radio selecciona las novedades musicales electrónicas nacionales y internacionales más arriesgadas y excitantes del momento, así como también hacen un extenso repaso de los eventos culturales más relevantes en materia electrónica y audiovisual que ocurren en nuestro territorio. El programa también cuenta con las actuaciones en directo de los artistas más reputados de la escena electrónica contemporania.

Lapsus Records es el sello discográfico del proyecto Lapsus que actualmente se ha consolidado como uno de los sellos de referencia en materia electrónica en nuestro país, editando sus lanzamientos trimestralmente. Las referencias publicadas están disponibles en las principales plataformas de distribución digital, además Lapsus tiene un especial cuidado con las ediciones físicas de sus lanzamientos: diseños excelentes y los mejores materiales en el proceso de fabricación garantizando el equilibrio perfecto entre el objeto y el propio contenido del disco. La periodicidad del los lanzamientos es trimestral.

Lapsus Festival, la culminación anual del proyecto, tendrá lugar en 4 y 5 abril de 2014 y se desarrollará en el edificio del Teatro del CCCB aprovechando los espacios que lo componen: la Sala Teatro, donde se desarrollarán los conciertos y los shows audiovisuales de carácter más perfomático, acondicionado para la ocasión con un espectacular montaje escenográfico. La Sala Raval, núcleo de la propuesta expositiva, dónde la inmersión del espectador será el eje fundamental de la actividad. Finalmente, el espacio del vestíbulo y el resto del edificio será objeto de intervención por parte de artistas visuales y propuestas de arquitectura efímera, todo impregnando en edificio del carácter Lapsus y dando así continuidad a las dos propuestas principales.

Dos son los factores claramente distintivos del Lapsus Festival: por un lado la personal y arriesgada programación, y por el otro la cuidada imagen gráfica.

Un line-up internacional

El line-up lo conforman artistas nacionales y internacionales, nombres con un unánime reconocimiento mundial junto a creadores que conforman el auténtico underground de la escena. El sueco 1991 y el austriaco Fennesz serán los encargados de dar el pistoletazo de salida el viernes día 4, una jornada inaugural de corte experimental, y en formato auditorio, donde el aforo será muy limitado. El sábado 5 será el turno de la gran parte del cartel, artistas venidos de todo el mundo convertirán el edificio del teatro en un espacio que explotará el gran abanico estilístico de Lapsus Festival: los británicos Kelpe, Dalhous, Etch y Shape Worship; el francés Kangding Ray con el espectacular nuevo set audiovisual, los americanos Jensen Sportag, y los sorprendentes valores locales Olde Gods, Sau Poler, Playmodes, Òscar Sol, Videocratz y MID. Toda la información del festival, entradas anticipadas y horario están disponibles en www.lapsusfestival.cat, donde también encontraréis el Lapsus Diaries, el fotodocumental dirigido por Albert Miralles que refleja todas las actividades del proyecto.

Respecto al diseño, Josep Basora se ha encargado de la parte gráfica del festival, una imagen fuertemente vinculada al logotipo original del proyecto Lapsus y al tono despreocupado del programa de radio. El trabajo con colores sólidos y amables contrasta con el punto de humor alrededor del concepto ”Lapsus”, conjunción que sin duda genera un impacto visual por encima de muchas otras propuestas.

El Lapsus festival forma parte de las actividades programadas con motivo del 20 aniversario del CCCB.

*Lapsus es una plataforma artística en activo desde 2004 dirigida por Albert Salinas, Carles Guajardo y Albert Miralles, destacados miembros de la escena musical electrónica, vinculados a los sellos discográficos más relevantes del país y organizadores de eventos musicales desde 2004.

BCNmp7. El rock progresivo de los setenta en la Península

17 de junio de 2013 No Comments

Àlex Gómez-Font, programador de la sesión del BCNmp7 El rock progresivo de los 70 en la Península, explica cómo surgió su interés por este fenómeno musical.

Vivimos en un país en el que se valoran poco las aportaciones culturales hechas por los de casa. Por el contrario, las aportaciones foráneas siempre son muy bien recibidas, idealizadas y reverenciadas hasta extremos que a veces pueden resultar ridículos. Si a esto añadimos que, en muchos casos, los que se han preocupado de escribir nuestra historia han mirado hacia otro lado o han preferido obviar ciertos sucesos culturales, nos damos cuenta de que nos encontramos ante un problema grave, casi catastrófico, que nos condena a la mediocridad más absoluta. Sin embargo, hay quien tiene la suerte de haber tenido unos padres o abuelos que formaron parte de los sucesos y vivir aquellas historias. Otras no las conoceríamos si la casualidad y la curiosidad no nos llevaran a descubrir los hechos. Pero vayamos por partes, dejadme que os cuente cómo llegué a descubrir la escena del rock progresivo de finales de los años sesenta y primeros de los setenta del pasado siglo. No deja de ser curioso y hasta cierto punto surrealista que fuera a través de Salvador Dalí y Paco de Lucía.

En la adolescencia, los referentes musicales de nuestro país que conocía eran los que me habían tocado vivir a mí, como el fenómeno del rock catalán, o por la música que había en casa, donde se escuchaba la Nova Cançó, con especial debilidad por Joan Manuel Serrat o conjuntos y solistas míticos del yé-yé como el Dúo Dinámico o Los Sirex. Estas etapas han sido ampliamente documentadas y reivindicadas. No obstante, en plena adolescencia, cuando sentí el gusanillo del rock y las guitarras eléctricas, me encontré con la necesidad de buscar y hallar nuevas expresiones musicales. Con cierta facilidad llegué a la interesante escena de finales de los sesenta y primeros setenta, que de alguna manera puso los cimientos de lo que sería la historia de la música popular hasta el día de hoy. Así me vi maravillado ante el surgimiento del movimiento hippy, el verano del amor, The Beatles, el paso a la distorsión absoluta y el power trio de Jimmy Hendrix Experience, Cream, la fuerza de bandas como The Doors, Canned Head, Grateful Dead y así un largo etcétera. Festivales como el de Woodstock, la isla de Wight… Es evidente que estas formaciones, propuestas y movimientos sociales tuvieron eco en todo el mundo y en el nuestro no podía ser menos, aunque, por lo que parecía, aquí no habían dejado rastro a simple vista. Quizá el hecho de que aquellos años se vivieran bajo una dictadura y que, en muchos casos, cuando llegó la democracia se terminó con todo lo anterior y una nueva generación enterró a los predecesores, ayudaron a establecer ese vacío. Pero yo seguía sin acabar de entender cómo era posible que nada de esto hubiera tenido eco o continuidad en nuestro país. Hasta que llega un día en que la casualidad y la curiosidad por Salvador Dalí me hicieron destapar una foto del gran genio ampurdanés en la discoteca Maddox de Platja d’Aro, en la que estaba rodeado por el grupo Máquina!, una formación de la que Dalí decía que eran lo mejor que teníamos a nivel internacional. Además, Dalí se mostraba maravillado ante la portada del disco que habían editado, Why? (1970), diseñada por Jordi Batiste. Inmediatamente fui a comprarme el disco en cuestión y al escucharlo la sorpresa fue mayúscula. Descubrí el que para mí es uno de los mejores temas instrumentales para guitarra eléctrica, escrito y ejecutado por Josep Maria París, que, lejos de velocidades de vértigo, construye una pieza en un tiempo extraño para el rock, medio melancólico, en el que va desdibujando una guitarra que llora y emociona de forma inquietante.

La formación Màquina! en 1972. De izquierda a derecha: Emili Baleriola, Ramon Mora, Teddy Ruster, Juan Mena, Salvador Font, Peter Rohr, Enric Herrera y Carles Benavent.

Durante un tiempo estoy «flipado» por el disco Why?, pero no busco ni profundizo más, hasta que la debilidad por el flamenco y, más concretamente por Paco de Lucía, me vuelven a llevar a Máquina!, ya que descubro que su bajista habitual, Carles Benavent, artífice de un lenguaje nuevo del bajo eléctrico en el flamenco, también había formado parte de Máquina!, concretamente la segunda Máquina!, cuando el grupo incorporó metales, ya sin Jordi Batiste y con Enrique Herrera como maestro de ceremonias. En aquella Máquina! también recalaron de manera regular Salvador Font, Emili Baleriola y Peter Rohr. Este segundo camino que me llevó a Máquina! me hizo darme cuenta de que me encontraba ante una historia potente. Tirando aún más del hilo descubriría una escena que tuvo un fuerte impacto en la Península y que de alguna manera nos acercó a la modernidad de la música que se hacía fuera de nuestras fronteras. Una escena que dignificó y puso la base de una nueva manera de hacer música en nuestro país. A partir de este punto descubriría el primer Toti Soler eléctrico en formato trío con temas potentes como «Vindrà la llum» o el impresionante primer Dioptria de Pau Riba, grabado con el apoyo de los míticos Om, del propio Toti Soler y Jordi Sabatés. También Tapiman, Jarka, los geniales Pan & Regaliz, Mi Generación, los inclasificables Música Dispersa… Festivales míticos como el Festival Internacional de Música Progressiva, celebrado en Granollers en 1971 y que fue el primer gran evento al aire libre de estas características realizado en la Península. La prensa de la época escandalizada lo llamó «Wight a la española». O el Primer Festival Permanente de Música Progresiva celebrado en el Salón Iris y organizado por Oriol Regàs. Era una época en la que Barcelona era la puerta a la modernidad y a Europa.

En toda esta escena, no podemos olvidar el trabajo de productores heroicos como Àngel Fàbregues, que ayudaban a poner luz donde solo había sombra. En este sentido, el trabajo llevado a cabo por sellos como Diabolo-Als 4 Vents o Edigsa resulta de un valor incalculable.

La sesión El rock progresivo de los 70 en la Península, que se celebrará el 28 de junio a las 21h en el Teatro del CCCB, incluirá un debate entre Karles Torra y Àlex Gómez-Font y las actuaciones de: Get to Màquina! (recuperación del repertorio de Màquina!) con algunos de sus miembros (Emili Baleriola, Jordi Batiste) y con la colaboración de Asimètric, y de Toti Soler con Arnau Figueres tocando Guitarra Catalana.

Precio entrada: 7 € / Reducida: 5 €

Entrada gratuita para Amics del CCCB, menores de 16 años y parados

Venta de entradas anticipadas: Taquillas CCCB y Telentrada

+info: El rock progresivo de los 70 en la Península

Twitter: #BCNmp7 y @CCCBmusica

Evento Facebook