Entradas con la etiqueta ‘Debates’

Mavi Sánchez-Vives: “En 20 segundos podemos generar la ilusión de un tercer brazo”

19 de marzo de 2014 No Comments

El próximo martes 25 de marzo, la profesora ICREA Mavi Sánchez-Vives, del Institut d’Investigacions Biomèdiques August Pi i Sunyer (IDIBAPS), hablará de «Cerebro y realidad virtual» en el tercero de los debates ICREA-CCCB sobre El Cerebro. La hemos entrevistado para conocer cómo las neurociencias utilizan esta tecnología puntera.

La profesora de investigación ICREA Mavi Sánchez-Vives

¿Cuál es el ámbito de tu investigación?
Soy neurocientífica y utilizo la realidad virtual como una herramienta para entender funciones cerebrales. En el CCCB hablaré de un fenómeno que ilustra muy bien lo plástico que es el cerebro, la gran capacidad que tenemos de transformar en tiempos muy cortos la representación interna de nuestro propio cuerpo. Que la representación de nuestro propio cuerpo está en el cerebro lo sabemos por distintas vías, por ilusiones corporales, que son relativamente fáciles de evocar y dan la ilusión de propiedad sobre un brazo de goma, por ejemplo. También existen numerosas ilusiones de transformación corporal descritas en la literatura, algunas las conocemos debido a lesiones cerebrales específicas, que producen alteraciones extrañas o bizarras, como gente que cree tener un tercer brazo, o gente que cree que puede salir de su cuerpo, o casos como los que describe Oliver Sacks, por ejemplo la persona que piensa que esa pierna en la cama no es suya y se la quiere cortar, este tipo de casos extremos. Con realidad virtual podemos estudiar los límites de la representación de nuestro propio cuerpo recreando esas ilusiones, sin necesidad de pacientes con lesiones cerebrales.

¿Cómo utilizáis la realidad virtual?
A través de la realidad virtual podemos interiorizar un cuerpo externo como propio, sabemos lograr ilusiones corporales induciendo una serie de estímulos correlacionados, que producen ilusiones de transformación en plazos de tiempo muy cortos. En veinte o treinta segundos podemos generar la ilusión de un tercer brazo mediante realidad virtual, por ejemplo. El hecho de que esas ilusiones se produzcan tan rápido nos hace pensar que existe esa plasticidad tan grande del cerebro, y las transformaciones virtuales abren la puerta a aplicaciones muy distintas.

Cuando hablas de realidad virtual, ¿te refieres al casco con pantalla?
Hablamos de realidad virtual inmersiva, con casco, donde, en lugar de ver su cuerpo normal, el usuario ve un avatar. Estos experimentos tienen potencial en muchas áreas, como en la rehabilitación, el entrenamiento, la psicoterapia o el ocio.

¿Qué habéis descubierto, por ejemplo?
En rehabilitación estamos estudiando el tratamiento del dolor. Por ejemplo, tenemos algunos trabajos publicados en los que mostramos que el color con que ves un brazo virtual puede afectar tu umbral de dolor: si tu brazo virtual es rojo vas a ser más sensible a un estímulo doloroso o caliente, mientras que si es de otro color, azul por ejemplo, vas a tener menos sensibilidad a un estímulo doloroso o caliente. Eso significa que el umbral del dolor no es estable y puede modificarse en función de la información visual que recibes.

Estas transformaciones se pueden realizar en un entorno virtual, pero también dando vida a un robot.
Sí, las transformaciones corporales también se pueden dar si uno, en vez de tener un cuerpo virtual, internaliza un cuerpo robótico, y el cuerpo robótico puede estar situado a distancia. Yo puedo utilizar un entorno virtual en Barcelona y ver a través de los ojos de un robot en Londres, e interactuar y hablar en ese entorno, de modo que tienes un «cuerpo» en el lugar de destino. Si esto se generaliza, habría que regularizar legislativamente estas prácticas, regular quién es el responsable de las acciones que realizará el robot en otro sitio, que puede estar al otro lado del mundo.

En este vídeo del programa «Quèquicom», podéis ver cómo una periodista de Barcelona utiliza la realidad virtual para encarnarse en un robot en Londres y entrevistar al científico Mel Slater.

Kamila Shamsie y la escritura multicultural

18 de marzo de 2014 No Comments

Archivo Bolaño. 1977-2003 © Lidia González Alija

Hay muchos escritores de todo el mundo que han escrito sobre Barcelona. Desde George Orwell hasta Jean Genet, pasando por las primeras plumas del boom latinoamericano, Gabriel García Márquez o Mario Vargas Llosa, que durante años hicieron de la ciudad su base de operaciones europea. También Roberto Bolaño describió su Barcelona a Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce (que ahora se adapta al teatro) o en Los detectives salvajes, Colm Tóibín en El sur, Richard Gwyn en The Colour of a Dog Running Away… Son muchas las miradas extranjeras que han escrutado Barcelona, pero pocas para retratar la metrópoli multicultural de la actualidad. Tenemos crónicas de turistas –los apuntes de Hemingway cuando era corresponsal– o bien instantáneas del pasado, de aquel Barrio Chino fascinante o de aquella capital cosmopolita de los setenta donde el catalán era una cuestión privada, pero no hay novelas sobre la metrópoli global de ahora, crónicas de esa World City donde se hablan más de doscientos idiomas y donde hay barrios, como el Raval, en el que el 50% de la población ha nacido fuera del Estado. Crónicas de los recién llegados de ahora, de estos «nuevos otros catalanes», solo tenemos las novelas de Laila Karrouch y Najat el Hachmini, la mirada de un Matthew Tree o Carrer Robadors de Mathias Enard, pero nos falta la novela de los veintitrés mil paquistaníes barceloneses, nos faltan novelas sobre los seis mil chinos de Santa Coloma, nos falta el relato de la comunidad italiana, conocer las inquietudes y alegrías familiares de los ocho mil quinientos filipinos que viven en la ciudad.

En literatura multicultural, la gran referencia es Inglaterra, donde hace generaciones que sus narradores explican la realidad cotidiana de sus cientos de comunidades inmigradas. Por la tradición de integración del país, el corazón de la Commonwealth, o sencillamente porque su lengua, que se enseñaba en las colonias, hace siglos que adapta y acoge todo tipo de acentos y usos sin problemas.  Hoy en día, la Inglaterra literaria está llena de los distritos de Zadie Smith, de los matrimonios interraciales de Vikram Seth o de exilios recientes, como los que nos contó hace unos meses Nadeem Aslam. De hecho, en el último top 20 de los mejores escritores jóvenes ingleses, publicado por Granta en 2013, solo hay un 60% de escritores nacidos en el Reino Unido. El resto provienen de Ghana, Bangladesh, China o Pakistán, y, a pesar de escribir en inglés, no engrosan el canon británico, sino la literatura mundial.

Kamila Shamsie, foto de Robert Burdock

Nacida en Karachi pero instalada en Londres, Kamila Shamsie es una de esas voces a seguir, y sus novelas reflejan ese espíritu multicultural desde muchas facetas. Escribe historias plenamente mundiales, con capítulos en Hiroshima, pero también en la India, en Londres, Nueva York o en Pakistán, y sus personajes no son ingleses o indios, o no solo eso, son ciudadanos de todo el mundo, cada uno con una personalidad rica y en contacto con todo el mundo. En esta literatura sin fronteras establecen multitud de encuentros y choques interculturales, de chicas japonesas enamorándose de médicos alemanes, de ingleses con criados indios, y estos intercambios se explican con inteligencia y sensibilidad, retratando los apriorismos que se establecen por ambos lados, dibujando a personajes poliédricos que se equivocan y rectifican, y sobre los que prevalece la neutralidad de no juzgarlos nunca, de tratarlos como iguales. Este espíritu multicultural también aflora cuando habla de idiomas, porque las de Shamsie son novelas que hablan de comunicación y en que la autora defiende un mundo multilingüe donde cada idioma que aprendes te abre la puerta de un nuevo universo.

Por último, Shamsie controla el macro y el micro, construye el episodio y la anécdota con un tempo excepcional, pero siempre lo inserta en la gran historia, desde la bomba de Nagasaki hasta la caída de las torres gemelas o la última guerra de Afganistán. Y aquí no hay autarquías, muros de contención o vallas de alambre con cuchillas: el mundo ya es un solo ente, todo está relacionado. En Shamsie todas las ciudades son puertos, puntos de intercambio e interacción a los que amarras pero de los que volverás a levar el ancla. Historias de amor en ciudades globales, novelas de individuos y de su encaje en el mundo que no rehúyen mojarse y enfrentarse a la religión o a las desigualdades, al olvido o al perdón.

La escritora Kamila Shamsie cerrará ciclo de debates Ciudad Abierta el próximo 24 de marzo con la conferencia ‘La ciudad sin mapa‘.

Albert Costa: «En la gente bilingüe, el declive del cerebro es más lento»

12 de marzo de 2014 No Comments

«El Cerebro», el tercer ciclo de debates ICREA-CCCB, prosigue el próximo martes con la conferencia «El cerebro bilingüe» del profesor de investigación ICREA Albert Costa, una de las referencias mundiales en este ámbito de la neurolingüística. Hemos hablado con él para que nos adelante los puntos clave de su investigación.

El profesor de investigación ICREA Albert Costa

Tu ámbito de investigación consiste en cómo se instalan las lenguas en el cerebro en el caso de los hablantes bilingües. ¿Esto significa que tenéis detectadas en qué partes se almacenan los verbos y en cuál los nombres, por ejemplo?

Hay que considerar el cerebro como circuitos, no como áreas aisladas. Con neuroimágenes sabemos qué circuitos se activan con el habla. En el caso de los nombres y los verbos, hay pacientes que han tenido un daño cerebral y de golpe son capaces de decir muchos más verbos que nombres, y otros pacientes que pasan a utilizar más nombres que verbos, y por lo tanto hemos visto que existen circuitos cerebrales que se encargan más de los verbos y otros de los nombres. A partir de ahí, miramos en hablantes bilingües si estos mismos circuitos actúan con la segunda lengua, hasta qué punto la organización en el cerebro de la segunda lengua sigue esos mismos principios.

¿Qué hay que entender, por hablante bilingüe?

El bilingüismo no tiene una definición, sino casos muy diversos. Yo viví cuatro años en Estados Unidos, por ejemplo, y hablo en inglés con mi hijo. ¿Soy bilingüe en inglés? ¿O no lo soy? O, por lo que respecta al catalán y el castellano, ¿quién es bilingüe, el que los habla los dos? ¿O solo aquel que hablaba en catalán con su padre y castellano con su madre y, por lo tanto, los aprendió al mismo tiempo? Siempre que intentamos definir el bilingüismo excluimos a grupos de gente, y por ello lo que hacemos es añadir adjetivos al concepto bilingüismo: bilingüismo proficiente, de adquisición simultánea, de adquisición sucesiva, no proficiente…

¿Qué problemas supone ser bilingüe?

Los bilingües conocen menos palabras en cada una de las lenguas que los monolingües, por ejemplo. Si sumas las palabras que conocen en total son más, claro, pero un monolingüe puede conocer 60.000 palabras de su idioma, por las 40.000 de cada idioma que sabe un bilingüe. Si cada día juegas cuatro horas a squash y cuatro horas a tenis, mientras que yo me ejercito las mismas horas pero todas haciendo tenis, entonces yo jugaré mejor que tú a tenis. Más desventajas: al bilingüe le cuesta más encontrar la palabra exacta, tiene «puntas de la lengua» más a menudo, porque cambia constantemente de lengua, y las puede practicar en un 50-50 o 70-30, mientras que el monolingüe está 100% concentrado en una sola lengua y no le cuesta tanto recuperar las palabras no usuales. Por último, está el consumo de energía. Cuando hablas catalán no puedes apagar el castellano, debes focalizarte en una lengua y apagar la otra, y esto un monolingüe no debe hacerlo. El bilingüismo hace que dediquemos más recursos y gastemos más energía en este monitoreo lingüístico. Es como cuando vas a Inglaterra y acabas cansado de tanto forzarte a hablar inglés, de tanto intentar apagar el catalán y el castellano y concentrarte en el inglés. Sin embargo, este desgaste es solo energético, no se desgastan las neuronas, de hecho ocurre lo contrario.

¿Y las ventajas que aporta el bilingüismo?

Pues esta gimnasia lingüística del controlar dos lenguas e ir focalizando ahora una y ahora la otra se ha visto que es beneficiosa, y que afecta a otras estructuras cerebrales y procesos cognitivos fuera de la lengua. Encontramos que las personas que son bilingües focalizan mejor la atención en estímulos, tienen un mejor control atencional, tienen más materia gris y conexiones neurales en determinadas zonas, lo que les hace tener una reserva cognitiva mayor cuando son viejos: en la gente bilingüe, el declive cognitivo es más lento. Hay estudios que han visto, por ejemplo, que en pacientes con Alzheimer la gente que es bilingüe llega más tarde quejándose al médico que los monolingües. Esto no significa que no tengan Alzheimer, de hecho tienen el mismo daño cerebral, pero tienen estrategias compensatorias causadas por esa gimnasia que realizan durante sesenta años.

¿Qué aplicaciones prácticas tienen todos estos estudios?

Entender mejor cómo funciona la representación cortical del lenguaje puede ayudarnos en muchas cosas, decidir si operar a una persona o no, por ejemplo. Ante tumores cerebrales, podremos saber cómo quedará el paciente, si perderá la lengua o no. O en pacientes con ictus, si son bilingües, ¿en qué lengua les hacemos la rehabilitación? ¿La hacemos en la que ha quedado mejor? ¿En la que ha quedado peor? ¿En la que es más útil? Además, estas investigaciones también ayudan en el aprendizaje de idiomas: en la medida en que descubrimos qué técnicas son mejores para aprender, o qué predisposición tiene cada persona por los idiomas: de pequeños podremos saber qué niños son más sensibles a contrastes fonológicos, y por lo tanto cuáles tendrán mayor capacidad para los idiomas, etcétera.

Contemporary Museum of Calligraphy

Otra pregunta que seguro que te plantean siempre: para aprender una lengua, ¿es necesario empezar cuanto antes?

Existe el tópico de que hay que hacerlo cuanto antes, pero depende de para qué cosas. Sabemos que los sonidos y el acento hay que aprenderlos muy rápido. Es cierto que hay variabilidad individual, gente con capacidad de adoptar bien los acentos, pero en general el acento se coge durante el primer año de vida. La sintaxis también hay que aprenderla de joven, pero la adquisición de palabras nuevas, por ejemplo, no tiene edad, se hace toda la vida. Estás aprendiendo palabras nuevas en catalán cada día. Esta cuestión siempre despierta mucha controversia, porque en Cataluña queremos que los niños aprendan inglés cuanto antes, pero ponemos los profesores de inglés nativos en los cursos más avanzados, y los maestros no nativos en las clases de los pequeños. ¡Deberíamos poner a los profesores nativos al principio, con los pequeños! Esta cuestión siempre genera polémica, siempre que hablo de ello recibo correos de profesores de primaria quejándose.

En el Estado español tu investigación siempre ha sido muy politizada.

Ya lo creo, cuando me llaman las radios de aquí sé que quieren que explique las ventajas del bilingüismo, y en Madrid siempre me preguntan por las desventajas… Pero, más allá de lo que suceda en el cerebro, el bilingüismo es una decisión de la sociedad, hemos decidido ser bilingües o no serlo con independencia de lo que ocurra en el cerebro.

En el mundo el bilingüismo es la norma y el monolingüismo la excepción.

Sí, el monolingüismo no es tan común. En Europa es relativamente poco común, la mayoría de ciudadanos europeos hablan más de una lengua. Otra cosa es que seas bilingüe desde la cuna, eso es menos común, pero contactos entre lenguas hay muchísimos y en todo el mundo.

Alternativas a la evolución

5 de marzo de 2014 No Comments

Los retos y los nuevos descubrimientos en la investigación en neurociencias centran «El cerebro» el tercer debate ICREA-CCCB, que en los próximos cuatro martes nos permitirá conocer los trabajos de algunos de los investigadores en neurociencias más importantes del país. El próximo 11 de marzo inaugura el ciclo Ricard Solé, profesor de investigación ICREA en la Universidad Pompeu Fabra, con la conferencia Cerebro(s): autómatas, accidentes y evolución sintética sobre la vida sintética y las posibilidades que se abren de manipular y hallar alternativas a la evolución darwiniana.

El investigador ICREA Ricard Solé

¿Qué entendemos por evolución sintética?

Nosotros trabajamos con sistemas complejos, y la biología sintética es una parte de nuestra investigación en que nos planteamos hasta dónde se puede llegar en la construcción y el diseño a partir de componentes biológicos, si podremos crear algún tipo de sistema que lleve a cabo computaciones y tomas de decisión, sistemas que aprendan y puedan imitar, y por lo tanto se puedan comparar con el cerebro o los sistemas neuronales. En mi departamento nos planteamos qué se puede hacer y qué no se puede hacer. La evolución ha creado una serie de estructuras, como el cerebro, que es una gran innovación, pero nosotros nos preguntamos: «¿habría alternativas?» «¿Esta es la única solución posible?». Si algún día desarrollamos una tecnología que permita imitar algo parecido al cerebro, con inteligencia, conciencia, cognición o empatía, ¿este sistema debe imitar obligatoriamente la vida? O ¿hay alternativas? A partir de aquí, nos formulamos esta pregunta a muchas escalas.

¿Qué papel desempeña el cerebro, en vuestra investigación?

En el laboratorio no podemos crear cerebros, pero estamos manipulando células que normalmente son individualistas, que no saben hacer más que buscar comida. Estamos logrando que se comuniquen y que tomen decisiones colectivamente, como las hormigas, que puedan aprender, que puedan tomar decisiones, etcétera. La evolución ya inventó eso, pero nosotros tenemos la posibilidad de alterar el proceso, de poner cosas que la evolución no ha previsto. Y la biología sintética se está replanteando cosas que teníamos muy claras, como el envejecimiento o la muerte. Todos pensábamos que el envejecimiento era un proceso inevitable, pura termodinámica, pero es mentira, el envejecimiento se puede detener. La evolución, de hecho, nos ha traído aquí porque la forma natural es vivir lo suficiente para reproducirnos y ya está, pero en el laboratorio hemos encontrado que puedes manipular los terminales de los cromosomas para que uno de los enzimas del envejecimiento no funcione, y se han conseguido ratones que viven tres veces más y que logran morir jóvenes. Por lo tanto, esa regla, ese «principio de diseño» nos lo podemos saltar. Nosotros nos preguntamos hasta dónde podemos llegar con estas alternativas, si existen alternativas al envejecimiento, podemos diseñar sistemas donde el envejecimiento no tenga por qué ser una de las reglas básicas. Esto genera más preguntas, y nos hace pensar si hay muchas cosas de esas que dábamos por hechas y que quizá deberíamos cuestionar.

El cerebro, por ejemplo, es óptimo con muchas cosas, pero un desastre en muchas otras: el cerebro consigue que su funcionamiento tenga un coste metabólico muy bajo, y eso somos incapaces de recrearlo los científicos, pero, en cambio, hay cosas muy ineficientes, el cerebro se ha ido montando a partir de lo que había antes. Dentro del cerebro de un humano está el cerebro del reptil, el cerebro de la rata, etcétera, y ello genera muchos conflictos en nuestra manera de pensar, a la hora de tener creencias estúpidas. Si queremos construir una máquina, ¿es importante tenerlo en cuenta? ¿O hasta dónde es importante que hayamos sido niños? Nosotros aprendemos el lenguaje en un proceso de aprendizaje que empieza en la infancia, y hemos visto que quizá para que pasen determinadas cosas es preciso este proceso, es necesario que seamos niños. Ya hay gente que trabaja en robots «infantiles», y quizá el diseño de sistemas complejos también debe pasar por un proceso de crecimiento.

Sea como fuere, la vuestra es una investigación sin resultados prácticos inmediatos…

Sí, es teoría pura. Nosotros siempre hemos sido teóricos, solo hace pocos años que tenemos un laboratorio propio para realizar experimentos. La ambición de nuestro trabajo es intentar entender el origen de la complejidad, y una parte tiene que ver con la cognición, con cómo aprendes, cómo incorporas la información, cómo te adaptas a un mundo externo con la capacidad de predecir o no predecir. Para el ser humano el tiempo es muy importante, por ejemplo, el tiempo nos diferencia claramente de cualquier máquina, tú sabes que hay un futuro y un pasado, pero las máquinas viven el presente. ¿Cómo lo hacemos, para poner eso en una máquina? Nuestro trabajo es plantear las preguntas, aunque estemos lejos de saber las respuestas.

De todos modos, ya tenemos algunos resultados de laboratorio: imagina que conseguimos que unas bacterias se comporten como hormigas, puedan aprender, puedan resolver problemas colectivamente. Estamos intentando recrear en el laboratorio cómo apareció la cooperación hace millones de años. Si somos capaces de hacer eso, se abren horizontes interesantes, podríamos diseñar células que vayan a un tejido y hagan lo que nosotros queramos, reconstruirlo, por ejemplo.

Roomba

¿Cómo trabajáis? ¿Con grandes computadoras? ¿Con simuladores?

El problema puedes abordarlo de muchas formas, desde las matemáticas, haciendo modelos teóricos en los que te plantees la pregunta de manera muy general, o bien con ordenadores, donde hacemos evolucionar circuitos y máquinas artificiales utilizando la evolución darwiniana, es decir, no las diseñamos tal y como lo haría ahora un ingeniero consciente, sino intentando que recreen cómo ha evolucionado la naturaleza. Una parte de nuestra inspiración también viene de la ciencia ficción, cuando leemos cosas que se escribían antes de que comenzara la revolución de la información, en los años cuarenta o cincuenta. Encuentras muchas cosas divertidas, en aquella época, como que el robot que limpiaba la casa no era un Roomba, sino que era un robot con forma humana y un aspirador en la mano, pero más allá de todo eso, hay ciencia ficción muy interesante, que realmente trasciende la tecnología actual. La ciencia ficción también especulaba sobre la interfaz cerebro-máquina, que permitiera expandir el cerebro utilizando tecnología, pero, según lo que sabemos ahora del cerebro, tengo muchas dudas de que ello sea factible.

Chirbes, retratista

26 de febrero de 2014 No Comments

Rafael Chirbes nos hablará en la conferencia Ruina y progreso el próximo lunes 3 de marzo sobre la Valencia de su infancia, confrontándola con los paisajes desolados de la costa levantina de hoy. La periodista Marina Espasa acerca la imaginería pictórica descarnada de Francis Bacon a la estética de los escombros de Chirbes.

Es conocida la admiración que el novelista Rafael Chirbes (Tavernes de la Valldigna, 1949) ha sentido siempre por el pintor Francis Bacon. Según el autor valenciano, en cada retrato del pintor inglés hay, aparte de la figura representada, una declaración de principios y una demostración de técnica, no entendida como un conjunto de habilidades, sino como el lugar desde donde el artista mira el mundo. Para Chirbes, Bacon no plantea sus retratos como una forma de representación, sino como una forma de indagación y conocimiento, como una investigación, un diálogo con cierta tradición pictórica y a la vez una negación a ser su esclavo o a repetirla, además de un empecinamiento en representar la totalidad del mundo y el peso del cuerpo del hombre. Esta es, en gran medida, la actitud de Chirbes respecto a la literatura: una escritura carnal, un diálogo con la tradición y una permanente investigación de nuevas formas de decir, de nuevos paisajes por dibujar. No es extraño que, mientras pasamos las páginas de sus novelas, nuestra imaginación lectora convierta a los personajes que transitan en ella –especuladores, prostitutas, catedráticos, escritores, carpinteros– en un conjunto de seres deformados y carnosos (Bacon decía: «Somos carne, somos osamenta en potencia») que vagan como fantasmas por los marjales, las marismas y las urbanizaciones fantasma del País Valenciano. Gracias a sus dos últimas –y muy celebradas– novelas, Crematorio y En la orilla, contamos con un díptico utilísimo para entender la destrucción de los paisajes físicos, humanos y morales que han supuesto los últimos diez años de economía desbocada, políticos y urbanistas corruptos y ciudadanos apáticos, desconcertados o deprimidos, hundidos cada vez más en la miseria.

El litoral durante el auge de la construcción. Foto: Wikimedia Commons

«Todo tiene en la costa un aspecto de resto de banquete que me molesta». El retrato implacable del perfil dantesco de la costa levantina y de la deshumanización del entorno en el que hoy (mal)viven sus habitantes no es ajeno a la degradación moral que señala el escritor. Las ciudades mediterráneas, que antes eran una explosión de luz y de color, y que se organizaban todas alrededor del mercado de alimentos como unidad mínima de las necesidades humanas, se han convertido en una sombra de lo que fueron: edificios desproporcionados cuando no inacabados, avenidas fantasma o mastodónticas, grúas inactivas con carretillas colgando que oscilan al viento. «¿Tenemos la culpa los constructores de la zona de que a alguien, hace cien años, se le ocurriera inventar el hormigón armado?». Para hablar de todas las ciudades y a la vez de ninguna en concreto, Chirbes ha creado Misent, una ciudad infierno donde reinan los instintos, la voracidad y la bajeza humana, un espejo deformante que nos devuelve una imagen poco amable de nuestra civilización. Cuando habla de los retratos de Bacon, Chirbes recuerda unas palabras del Orfeo de Cocteau: «Mírate toda tu vida al espejo y verás la muerte trabajar, como abejas en un panal transparente». Si colocamos el espejo delante de nuestras ciudades, ¿acaso no veremos lo mismo?

Marina Espasa (Barcelona, 1973) es guionista, periodista y crítica literaria del diario Ara y del programa de radio Cabaret Elèctric (iCat fm). Anteriormente ha trabajado en el programa de televisión Saló de lectura (BTV) y L’hora del lector (Canal 33). Su primera novela se titula La dona que es va perdre (Empúries, 2012).

«...34567...1020...»