En los últimos tiempos hemos sido testigos de un doble movimiento. Por una parte, palabras que parecían arrinconadas en los pliegues de la historia han reaparecido con fuerza en el discurso público. Es el caso de «clase», por ejemplo, a la que el radical aumento de las desigualdades parece haber devuelto su potencial explicativo, o de «común» y «comunidad», que no solo han recuperado su sentido original, sino que han incorporado un amplio abanico de nuevos significados. En paralelo, algunas de las palabras que tradicionalmente habíamos utilizado para explicar y describir el mundo parecen incapaces de dar cuenta hoy de los cambios radicales que todos estamos experimentando. Tenemos, cuando las utilizamos, la misma sensación que cuando nos ponemos el zapato de otra persona: son el perfecto contenedor de un pie que, evidentemente, no es el nuestro.
En las últimas décadas, el mundo que conocemos se ha transformado radicalmente. Las formas tradicionales de hacer política y las instituciones democráticas están hoy bajo sospecha y atraviesan una crisis de legitimidad sin precedentes. A esto se suman los cambios en escala, velocidad y perspectiva de un mundo globalizado, y las nuevas y desconcertantes relaciones entre identidad, poder, Estado y mercado. El decisivo desvelamiento que ha supuesto la crisis financiera internacional sobre las condiciones del capitalismo neoliberal, y la profundidad de las transformaciones tecnológicas han ampliado, también, y en algunos casos forzado, los límites y las posibilidades de las palabras y las categorías habituales. En este contexto, ¿qué ocurre con las ideas de «igualdad», «libertad», «soberanía», «ciudadanía», «Estado», «trabajo», «capitalismo», «partido»? ¿Sirven aún, en su formulación habitual, para hacer inteligible el mundo que compartimos y para articular y coordinar el sentido de nuestras acciones? ¿Qué aspectos de nuestra experiencia y de nuestro entorno quedan oscurecidos y cuáles se iluminan cuando las utilizamos? ¿Qué nuevos sentidos y perspectivas debemos incorporar para reenfocar, interpretar y reformular nuestro presente político?