Rafael Chirbes nos hablará en la conferencia Ruina y progreso el próximo lunes 3 de marzo sobre la Valencia de su infancia, confrontándola con los paisajes desolados de la costa levantina de hoy. La periodista Marina Espasa acerca la imaginería pictórica descarnada de Francis Bacon a la estética de los escombros de Chirbes.
Es conocida la admiración que el novelista Rafael Chirbes (Tavernes de la Valldigna, 1949) ha sentido siempre por el pintor Francis Bacon. Según el autor valenciano, en cada retrato del pintor inglés hay, aparte de la figura representada, una declaración de principios y una demostración de técnica, no entendida como un conjunto de habilidades, sino como el lugar desde donde el artista mira el mundo. Para Chirbes, Bacon no plantea sus retratos como una forma de representación, sino como una forma de indagación y conocimiento, como una investigación, un diálogo con cierta tradición pictórica y a la vez una negación a ser su esclavo o a repetirla, además de un empecinamiento en representar la totalidad del mundo y el peso del cuerpo del hombre. Esta es, en gran medida, la actitud de Chirbes respecto a la literatura: una escritura carnal, un diálogo con la tradición y una permanente investigación de nuevas formas de decir, de nuevos paisajes por dibujar. No es extraño que, mientras pasamos las páginas de sus novelas, nuestra imaginación lectora convierta a los personajes que transitan en ella –especuladores, prostitutas, catedráticos, escritores, carpinteros– en un conjunto de seres deformados y carnosos (Bacon decía: «Somos carne, somos osamenta en potencia») que vagan como fantasmas por los marjales, las marismas y las urbanizaciones fantasma del País Valenciano. Gracias a sus dos últimas –y muy celebradas– novelas, Crematorio y En la orilla, contamos con un díptico utilísimo para entender la destrucción de los paisajes físicos, humanos y morales que han supuesto los últimos diez años de economía desbocada, políticos y urbanistas corruptos y ciudadanos apáticos, desconcertados o deprimidos, hundidos cada vez más en la miseria.
«Todo tiene en la costa un aspecto de resto de banquete que me molesta». El retrato implacable del perfil dantesco de la costa levantina y de la deshumanización del entorno en el que hoy (mal)viven sus habitantes no es ajeno a la degradación moral que señala el escritor. Las ciudades mediterráneas, que antes eran una explosión de luz y de color, y que se organizaban todas alrededor del mercado de alimentos como unidad mínima de las necesidades humanas, se han convertido en una sombra de lo que fueron: edificios desproporcionados cuando no inacabados, avenidas fantasma o mastodónticas, grúas inactivas con carretillas colgando que oscilan al viento. «¿Tenemos la culpa los constructores de la zona de que a alguien, hace cien años, se le ocurriera inventar el hormigón armado?». Para hablar de todas las ciudades y a la vez de ninguna en concreto, Chirbes ha creado Misent, una ciudad infierno donde reinan los instintos, la voracidad y la bajeza humana, un espejo deformante que nos devuelve una imagen poco amable de nuestra civilización. Cuando habla de los retratos de Bacon, Chirbes recuerda unas palabras del Orfeo de Cocteau: «Mírate toda tu vida al espejo y verás la muerte trabajar, como abejas en un panal transparente». Si colocamos el espejo delante de nuestras ciudades, ¿acaso no veremos lo mismo?
Marina Espasa (Barcelona, 1973) es guionista, periodista y crítica literaria del diario Ara y del programa de radio Cabaret Elèctric (iCat fm). Anteriormente ha trabajado en el programa de televisión Saló de lectura (BTV) y L’hora del lector (Canal 33). Su primera novela se titula La dona que es va perdre (Empúries, 2012).