BCNmp7: Metalúrgias

30 de mayo de 2015 No Comments

El futuro del cliché

Mery Cuesta

El metal es un género musical fuertemente estereotipado. Alrededor de él se han establecido una serie de imaginarios bien definidos que actúan como emblemas de orgullo pero también como estigmas. Estas señas de identidad fijas y reconocibles se construyen, primero de todo, sobre el concepto de oscuridad: el color negro predomina en la cultura del metal ponderando el espíritu a la contra, esto es, la simpatía hacia el otro lado de la luz. Sobre este sombrío telón de fondo, desfilan las inevitables tachuelas de metal (tililantes como minúsculas estrellas), el áspero apresto del cuero, elementos pop como chapas o cruces invertidas, las largas cabelleras, y la sempiterna calavera, que con su aliento metafísico se erige históricamente como el símbolo subcultural por excelencia. Para acabar, perfúmese este amasijo de un intenso olor a cerrado y a testosterona.

Este compendio es en sí mismo, según el imaginario popular, un jevi o un metalero. Una prueba del algodón que demuestra la fuerte estereotipación asociada al género y a sus acólitos reside en la misma existencia de la parodia dentro del mainstream: desde la película This is Spinal Tap, hasta la madrileñísima Isi Disi, o aquel anuncio de 2007 de la ONCE de los jevis en la playa (“el premio más heavy de la ONCE”, decía el slogan), demuestran que la señas de identidad del heavy y el metal – indistinguibles para la generalidad de la esfera social- están fuertemente adheridas al inconsciente popular, pues es capaz de descodificarlas y, en consecuencia, reírse de ellas.

F/E/A

Y lo cierto es que a la sociedad ya le conviene estereotipar el metal, pues estereotipar – y ni digamos parodizar – las subculturas es domesticarlas. Poder reírse de los jevis y sus pintas es desactivarlos. Ridiculizar al otro es un mecanismo típicamente humano para perder el miedo a lo extraño. Y es que las subculturas vienen a ser como quistes en el sistema, esto, es, nódulos o grupúsculos que con su diferencia hacen que la sociedad vea amenazada la estabilidad que procura la homogeneidad. Para sobrevivir y conservar el espíritu a contrapelo que da razón de ser a lo subcultural, el metal debe evolucionar, unido, pero alejándose paulatinamente de los clichés. No se trata de encerrarse en uno mismo, de cocernos en nuestro propio jugo, sino de evolucionar nuestro sabor hacia nuevos confines. Esta evolución pasa por las alquimias con otras músicas, los recambios de ambición y la conquista de nuevos espacios.

También pasa por la ruptura y el divertimento estético. Me pedían hace poco unas declaraciones para un programa de Radio Euskadi dedicado al metal llamado “El bueno, el feo y el malo”, preguntándome si se puede ser jevi o metalero sin vestir como el cliché que comentábamos al principio. Yo digo que sí, que se puede porque el metal es una pasión que principalmente va por dentro. Yo digo que juguemos al despiste con los que encasillan y parodian. El futuro del cliché siempre debe ser el de desintegrarse y volverse a reintegrar de manera cíclica, reincorporando nuevas sustancias en cada mutación.

La parte por el todo

Joan S. Luna

Si existe un género al que parte de la crítica y ciertos sectores de los aficionados a la música alternativa ha tratado injustamente a lo largo de los años no cabe duda de que es el metal. Lastrado por algunos de los tópicos asociados desde sus inicios al heavy metal, sus detractores han confundido en infinidad de ocasiones la parte con el todo, errando el punto hacia el que disparaban una y otra vez sus dardos envenenados. Mientras a otros géneros incluso menos inquietos se les atribuían propiedades casi sobrehumanas, al metal se le trataba con ese desprecio que solamente puede dar el desconocimiento. Se le recluía en esas mazmorras oscuras y llenas de monstruos en las que supuestamente sucedían las historias que se nos contaban en muchos y muchos discos.

Obsidian Kingdom

Pero mientras, fuera, libres y sin ataduras, infinidad de artistas experimentaban con aquellas primeras herramientas que los pioneros habían puesto en sus manos. Retorcían las reglas que solamente algunos consideraron inamovibles, deconstruían conceptos a la búsqueda de nuevos horizontes, provocaban cruces bastardos con otros géneros, aportaban novedades inimaginables y, con ello, ensanchaban el universo del metal. Así nacieron y evolucionaron, así nacen y evolucionan, así nacerán y evolucionarán infinidad de nuevos creadores que llevarán un paso más allá unas fronteras estilísticas que cada día quedan más difuminadas. Conforme eso sucede, el metal se aleja de los tópicos, crece, madura y se gana el respeto de muchos músicos y aficionados que entienden que siempre hay que sumar y nunca restar en cuestiones musicales.

Ahora, décadas después de que alguien rasgase una guitarra de un modo distinto dando pie al nacimiento de un nuevo sonido, la familia del metal ha crecido hasta límites insospechados expandiéndose en infinidad de subgéneros y evitando el anquilosamiento.

Maud the moth

De ahí la necesidad de dar forma a algo como Metal·lúrgies. Porque queremos mostrar la diversidad del metal, porque queremos que salga a la luz su vocación experimental, porque queremos romper con los tópicos, porque queremos darle la relevancia que muchas veces se le niega, porque nos sentimos orgullosos de haberle prestado tanta atención a una música que toma mil caminos, formas y discursos, que adora la velocidad extrema y la lentitud más ceremonial, que puede levantar catedrales de sonido sobre guitarras eléctricas o puede echar mano de la electrónica para amplificar su crudeza y su fiereza. Y para ello nada mejor que compartirlo. Dejémonos llevar por la improvisación, por la electricidad y por la fiereza. Hagámoslo y, sobre todo, disfrutemos del camino juntos.

La sesión “Metalúrgias” del ciclo BCNmp7 tendrá lugar en el CCCB el 4 de junio. Más información en este enlace: http://www.cccb.org/es/musica_i_art_escenic-bcnmp7_metallrgies-153168

Se busca detective sin nombre

29 de abril de 2015 No Comments

O por qué hay que leer a Eduardo Mendoza cada verano (y venir a escucharlo al Primera Persona)

Es el as de los detectives arruinados, medalla de latón de las existencias insolventes, plusmarquista olímpico de la precariedad (triple salto mortal en las Picornell, la piscina vacía y la ciudad al fondo). Pero cuando quieran dedicarle una calle en Barcelona, tendremos un problema. Porque entre las muchas cosas de las que carece este personaje la primera que no tiene es un nombre.

He aquí algunas hipótesis por las que Eduardo Mendoza podría haberle ahorrado un bautizo al detective de sus cuatro novelas más guasonas: a) No quería que le dedicaran una calle (hizo eso tan raro que es escribir para divertirse, que es la única forma de acabar divirtiendo al lector); b) Pretendía subrayar sus carencias así que lo dejó anónimo: por no tener, que no tuviera ni nombre; c) Quería que cada lector se identificara con él; d) Prefería que fuera el lector quien se lo pusiera; e) Barajó la posibilidad de llamarlo Millet o Maragall, pero al final lo descartó.

Así que al que es, con permiso de Plinio (no el pelota del emperador Trajano, sino el policía de Tomelloso creado por García Pavón), el Mejor Detective Español del Siglo XX se le conoce como “el detective sin nombre”, “el detective manicomial”, “el detective loco”, “el detective amante de la Pepsi-cola”, “el detective de Mendoza” y, permítannos, “el detective favorito de los organizadores de un festival llamado Primera Persona”.

Este detective, como la España de 1978 donde vivió sus primeras cuitas, suele ATRAVESAR problemas morrocotudos. Y quizás él, que ignora la pompa pero que habla con un estilo resabiado, que exhibe una labia con todos los quilates que no atesora en su cartera, no habría elegido el verbo atravesar, porque, como sucede en 2015, “nada hace prever que vayamos a salir por el otro lado”.

Las historias del detective de Mendoza deben leerse en la calle, en el metro, en la playa, en terrazas públicas, en convenciones de telefonía móvil e incluso en auditorios silenciosos para reír impúdicamente y demostrarle al mundo que esto de leer puede ser la monda. Que la euforia que generan sus laberínticas gestas se parece mucho al estado de excitación en el que caería uno después de echarse al coleto los 35 botellines de Pepsi que el detective suele trasegar en cada una de sus aventuras burbujeantes. Para vivirlas, la policía lo saca de la clínica mental, su residencia habitual, quizás porque sabe que solo un loco puede encontrar los móviles lógicos de la realidad (mucho más demente y absurda que la más disparatada de las ficciones).

Que el azar es el único motor de toda historia lo saben los agentes de bolsa, los Hombres del Tiempo, las abuelas del Bingo, los adictos a echar la Primitiva y los buenos novelistas, esos que son conscientes de que la anécdota es la sal de la narración (y que a veces es tronchante y da suerte volcar todo el salero). Bien, pues ya puede entrar en escena una casualidad: este verano estaba volviendo a leer (odio el verbo releer y no lo usaré aunque se resienta la sintaxis: solo dicen que releen los que en realidad no leen jamás) sus aventuras. Leía al fresco en el corral de una aldea zamorana, rodeado de cortinos, orquestas de verbena, bocinazos francachélicos de coches rumbo a la diversión. Decidí entonces enviarle a Kiko Amat un mensaje con un párrafo la mar de hilarante de El laberinto de las aceitunas. Me contestó con otro de El misterio de la cripta embrujada. Los dos habíamos decidido, sin hablarlo antes, volver a Mendoza el pasado verano (decíamos que a Mendoza, como a la aldea y a la cola del INEM, siempre se vuelve). Así que nos prometimos intentar que sus zapatos pisaran el Primera Persona.

Su detective sale de los bajos fondos, duerme en un manicomio y regenta una peluquería (escribió Simenon que su detective Maigret debería ser peluquero, porque son los que conocen mejor el alma humana). Ríe y patalea en el fango y es un poco como esas orquídeas que crecen en lodazales. Es pobre, majara y desgraciado como su tío yanqui, el detective en Babilonia de Richard Brautigan. No llegaron a conocerse, ya que éste solo visitó nuestro país durante la Guerra Civil. ¿El Souvenir? Dos balas alojadas en el pompis que lo libraron de la Segunda Guerra Mundial. El detective de Brautigan no tiene ni para comprar una pistola, pero quizás por eso, y como hacemos con el de Mendoza, regalamos y recomendamos sus libros como si nuestro nombre fuera Mr. Smith y fuéramos puerta a puerta intentando endilgar el maravilloso libro de los mormones. En parte lo hacemos por si algún día a esos detectives les alcanza la calderilla de los derechos de autor para comprarse una pistola y se pueden cargar a todos los mandarines de la literatura aburrida.

No nos importa mucho que Mendoza gane Premios Planeta ni que la gente ensaye hincados, genuflexiones y prosternaciones cada vez que se mentan sus obras más aplaudidas. Lo importante es que Mendoza escribía como le daba la santa gana y lo hacía con tal talento, frescor y brillo que cada año genera nuevos lectores (y vocaciones, en mi caso) en los coles e institutos. Todos querríamos saber el nombre del detective sin nombre y todos querríamos tomarnos una Pepsi con Mendoza (la beberíamos con tragos muy cortos para escucharlo más rato).

Escribía Raymond Chandler sobre los detectives privados, que en realidad son como los buenos escritores, lo siguiente: “Si hubiera bastantes hombres como ellos, creo que el mundo sería un lugar muy seguro en el que vivir, y sin embargo no demasiado aburrido como para que no valiera la pena habitar en él”. Lo mismo pienso no solo del detective de Mendoza, sino de Mendoza. Aquí algún insensato acabaría con un felicísimo cliché: “Si Mendoza no existiera, ¡habría que inventarlo!” (aplausos, en la cara del ocurrente). Ya, amigo, pero es que solo alguien tendría la capacidad fabuladora y el ingenio para inventar a Eduardo Mendoza. Y ese tipo es Eduardo Mendoza. Así que menos mal. Menos mal que existe Eduardo Mendoza. Si un día desapareciera, habría que llamar al detective sin nombre para que lo buscara. Y a ver cómo lo encontrábamos, porque no sabríamos por qué letra buscar en las Páginas Amarillas.

Eduardo Mendoza conversará con José Luis Cuerda viernes, 8 de mayo dentro del festival Primera Persona.

El Primera Persona suena a esto

28 de abril de 2015 No Comments

Siempre que hablamos del festival Primera Persona le añadimos una coletilla. Multidisciplinar. No es gratuita ni nos dan un plus por ponerla, si lo hiciéramos seríamos millonarios (y, desgraciadamente, no es el caso). Durante las tres ediciones que llevamos celebradas hasta la fecha, hemos tenido representantes de muchos y muy variados géneros artísticos: desde el cine de autor a la literatura pulp, de los cómics a los fanzines, la subcultura o el periodismo. Y el pop, claro. No podemos –ni queremos—entender una vida sin el pop, sin sus enseñanzas y su belleza. La importancia de las canciones y los grupos que más nos gustan es proporcional al espacio que tienen en Primera Persona. Nuestros YOS musicales.

Estos son los motivos por los que no pueden perderse los conciertos que tenemos este año en el festival:

Porque deben fiarse de nosotros. ¿Cuándo les hemos fallado? ¿Recuerdan la piel de gallina cuando escuchamos Dive for your memory de los Go-Betweens en el Teatro del CCCB, interpretado por Robert Forster con un grupo formado por músicos de Barcelona? ¿Y el concierto de Jota, de Los Planetas, con Sr. Chinarro? Esperen, seguro que no se han olvidado que hace menos de un año sonaban los atronadores primeros acordes de Sparky’s Dream con Gerald Love entrando con una de las frases más tarareadas del pop: “If she lived in space, man”. O cuando tocaron los Nueva Vulcano. ¡Incluso hemos tenido a Calvin Johnson, de Beat Happening, llegado directamente des de Olympia! Conciertos memorables con nuestros héroes sobre el escenario. Y este próximo mes de mayo tendremos unos cuantos más.

Sleaford Mods

Este año no pueden perderse dos bandas contestatarias, revolucionarias e incorruptibles. Unos son mitos de finales de los años 70, los Monochrome Set; los  otros son más contemporáneos: Sleaford Mods, y representan una nueva manera de entender el pop y el rap con mensaje. Bandas que han ido más allá del paradigma, saltando una –o dos—pasos más allá de lo que es cool. The Monochrome Set son los padres de muchas de las cosas interesantes que han pasado por la música británica de los últimos 35 años. Han influenciado a todos, han hecho post-punk antes que nadie, y también han tocado new wave e indie pop. Y todo lo han hecho bien. Bid es una figura venerada por grupos tan populares como Blur, Fatboy Slim, The Housemartins o The Smiths (Johnny Marr llegó a decir que el grupo no existiría sin ellos).

Avanzados a su época. Una definición parecida la podemos aplicar a Jason Williamson y Andrew Robert Lindsay, los Sleaford Mods, que han colocado su mezcla de spoken word, rap y una desacomplejada actitud punk a los lugares más altos de las listas internacionales con su último disco. Pop de clase obrera dispuesto a romper los tabúes establecidos de las estrellas de rock’n’roll- Esto les ha llevado a ser odiados públicamente por Noel Gallagher de Oasis y a estar en boca de todos Sin duda, uno de los grupos más influyentes del panorama musical y una de las actuaciones más esperadas del año musical en Barcelona.

Porque este año Primera Persona apuesta por dos personalidades absolutamente magnéticas. Una es Jon Langford, una voz tan vital para el movimiento punk británico como las de Johnny Rotten, Dave Vanian, Jake Burns o Joe Strummer.  Con The Mekons (su grupo de siempre) han editado 18 elepés desde 1979. Estar siempre ahí es exactamente esto, pero estar además sin renuncias y con la coherencia y ética punk como bandera es lo que hace de Langford un creador diferente que colecciona fans por todo el mundo, como el novelista Jonathan Franzen. El gran nombre femenino musical del Primera Persona de este año es Laetitia Sadier, excepcional intérprete en solitario (con cuatro discos a sus espaldas) pero conocida históricamente por formar parte de Stereolab, una de las grandes bandas de indie pop y pop electrónico de los 90. Su dueto con Tim Gane (también en McCarthy), el insobornable compromiso político de izquierdas y los discos cantados en inglés y francés fueron su sello inconfundible.

Laetitia Sadier

El año pasado se cumplió un gran sueño del equipo del festival. De esos que nunca piensas que ocurrirán. Pero ocurrió. Y fue en el mismo momento en el que vimos a Manolo García (Los Burros, El Último de la Fila) en el escenario del Teatro del CCCB. Ese sueño era compartido con en el detener a Kiko Veneno, pero la diferencia es que el artista de Figueres estará en Primera Persona guitarra en mano. Acompañado de su hijo, el talentoso pintor Adán López Akimoski, repasará su extensísima trayectoria en solitario. Este escrito sirve para hablar de conciertos que haremos en Primera Persona, pero si alguien no necesita presentación, es él. Veneno cerrará la noche del viernes de la mejor manera, con sus hits de siempre: “Volando voy”, “En un Mercedes Blanco”, “Joselito” et al.

La última razón, y casi la más importante. Porque poder tener a estos artistas en una sala de formato medio, tan cercanos y a un precio tan reducido es una oportunidad que debe aprovecharse. No se lo piensen. Repito: ¿cuándo les hemos fallado?

El festival Primera Persona se celebra los próximos 8 y 9 de mayo en el CCCB. Entradas ya a la venta en este enlace: https://www.ticketea.com/cccb-festival-primera-persona/

Puedes escuchar la música que sonará en el Primera Persona en esta playlist: https://playmoss.com/en/primerapersona/playlist/23primerapersona15

Lapsus 2015: segunda edición del festival de músicas electrònicas de vanguardia

8 de abril de 2015 No Comments

El próximo sábado, 11 de abril, la música electrónica vuelve al CCCB. El festival LAPSUS celebra su segunda edición con un programa musical y audiovisual atrevido, arriesgado e innovador. Hemos entrevistado a Albert Salinas, uno de los codirectores del festival, para que nos hable de las novedades de la edición de este año y del por qué de un encuentro que une lo mejor de la música electrónica del momento con los creadores audiovisuales más sorprendentes.

Más información, aquí: http://www.cccb.org/es/musica_i_art_escenic-lapsus_festival-212719

Menú Archivo Xcèntric especial KOSMOPOLIS

17 de marzo de 2015 No Comments

El Archivo Xcèntric se suma a la programación de Kosmopolis con una programación especial. Una buena manera de entrar en el mundo del cine experimental a través de la literatura.

En  la colonia penitenciaria, Marcel Pié y Daniel Pitarch, 2011, 6 min

Esta animación es una adaptación del relato de Franz Kafka realizada a través de ilustraciones científicas y texto en pantalla, a veces en forma de caligrama. Pone en relación la escritura y el cuerpo, de la misma manera que lo hace la máquina en el cuento, y evidencia dos formas de representar el cuerpo: como símbolo o como representación antropométrica. Es también una obra que nos pide que miremos y leamos, posicionándonos en el lugar del explorador.

La constelación Bartleby, Andrés Duque, 2007, 23 min

El cortometraje esboza dos historias inconexas que gravitan, de una manera más lúdica que reflexiva, en turno a la literatura: desde el Bartleby del escritor Herman Melville hasta la sociedad distópica de Fahrenheit 451 de Ray Bradbury, pasando por los ecos de Vila-Matas o la cita directa a Stanislav Lem. Las múltiples referencias literarias funcionan como pretexto para evocar un estado (alienación), un efecto (añoranza) y una adscripción genérica (ciencia ficción), ámbitos por los cuales transita la pieza y que demarcarían sus posibles significados.

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