En los últimos años hemos visto como los debates en torno a la presencia de símbolos religiosos en la esfera pública se multiplicaban. Por un lado, el incremento de población inmigrante que practica otras religiones y las manifiesta públicamente ha puesto sobre la mesa la reflexión sobre los fundamentos de las sociedades supuestamente seculares, como la nuestra. Por otro lado, estos debates también han puesto en evidencia que el catolicismo, la religión tradicional mayoritaria en nuestro país, disfruta de unas prerrogativas que también son motivo de confrontación entre los que creen que estas deberían eliminarse y los que las justifican por su carácter tradicional y cultural. Sea como sea, la situación es que a principios del siglo XXI las religiones, lejos de formar parte de un pasado pre-moderno, participan de nuestro presente de una forma especialmente controvertida. Entonces, cabría preguntarse: ¿Las democracias liberales occidentales están tratando correctamente el pluralismo religioso actual? ¿Tenemos los mecanismos institucionales necesarios para hacer frente a los conflictos religiosos?
Justamente para debatir estas cuestiones e intentar aclarar algunos de sus conceptos principales, el CCCB organizó el pasado miércoles 23 de noviembre la sesión “Religión y esfera pública”, coorganizado con el Grupo de Investigación en Teoría Política de la Universidad Pompeu Fabra. El debate, moderado por el catedrático Ferran Requejo, contó con la participación de tres figuras clave que han abordado estas cuestiones desde diferentes disciplinas: Cristina Lafont, András Sajó i Cécile Laborde.
Fotos del debate “Religión y esfera pública”
CCCB © Miquel Taverna, 2011
La profesora Cristina Lafont, que desde hace años ejerce de catedrática de Filosofía de la Universidad Northwestern (Chicago), inició el debate planteando las diferencias cruciales que marcan estas cuestiones en Estados Unidos y Europa. Estas diferencias son básicamente sociológicas e históricas. Intentado sintetizarlas, se podría decir que en los Estados Unidos la gran mayoría de la población se declara creyente, de una religión u otra, y que el fragmento de población que se considera no creyente es insignificante. En este sentido, la neutralidad del estado se entiende, desde la versión norteamericana, como la garantía de que ninguna religión pese más sobre las otras y que, por lo tanto, se respete el principio de libertad religiosa para todos los ciudadanos. En cambio, en Europa el secularismo no es sólo la idea de un Estado neutral, sino también un ingrediente importante de la cultura mayoritaria. Es decir, en el contexto europeo, el secularismo se entiende como expresión de una identidad colectiva que goza de una gran relevancia social. Pero lo que complica aún más esta situación es que, a pesar de la importancia del secularismo, los Estados europeos continúan privilegiando a sus religiones históricas, que disfrutan de considerables prerrogativas en la mayoría de países (España, Italia o el Reino Unido son un buen ejemplo de esta situación). Esto, según la profesora Lafont, contradice los principios de neutralidad de los Estados seculares que de manera ideal no deberían dar preferencias a ninguna religión y, a su vez, deberían garantizar el libre ejercicio de las distintas religiones de sus ciudadanos. Esta situación específica de los Estado europeos hace que el debate sobre la presencia de símbolos religiosos en el espacio público sea confuso: cuando, por ejemplo, aparecen quejas por el uso de símbolos islámicos como el hijab en espacios públicos, ¿se debe a que esto pone en juego los principios del secularismo o a que se teme que se pierdan las prerrogativas del cristianismo?
Desde este punto de vista, András Sajó, juez del tribunal Europeo de los Derechos Humanos y catedrático de Derecho Constitucional, planteó que lo que resulta problemático de este debate es que se está trasladando a una esfera jurídica cuando, en realidad, se trata de un problema de raíz política y social. El derecho, según Sajó, no puede aportar mucho en esta controversia, a pesar de que cada vez más casos se resuelvan en los tribunales. La noción de lo público y lo privado ha cambiado substancialmente las últimas décadas y la injerencia del Estado en materias que antes se consideraban privadas es cada día mayor. Desde la teoría, para Sajó, resulta claro que no debería haber preferencias para una determinada religión desde un Estado secular. La práctica, sin embargo, demuestra que el peso de las religiones tradicionales es muy fuerte y que la mayoría de países son reticente a retirar sus privilegios. Entonces, ¿cómo hacer prevalecer la “razón pública”?
Cécile Laborde, catedrática de Teoría Política, concluyó el debate planteando dos retos para los Estado europeos: por un lado, repensar la estructura de la esfera pública y el peso que tienen en ella las religiones tradicionales para, a partir de ahí, ver cómo pueden incorporarse las demandas del secularismo. En segundo lugar, repensar cuál ha de ser el estatus de las religiones en las sociedades actuales. Porque, si bien el discurso de la modernidad quiso hacer de las religiones algo destinado a desaparecer con el progreso, la realidad es que continúan formando parte de nuestra sociedad y son un ingrediente importante de la articulación de las comunidades. En conclusión, la clave sería encontrar un equilibrio que ya propusieron los primeros pensadores del secularismo: “Proteger el Estado de la religión. Proteger la religión del Estado”. El problema es que hoy parece difícil conciliar estas dos premisas.
Debate “Religión y esfera pública” en el CCCB. Vídeo en versión original
También se pueden consultar en el Archivo CCCB todos los materiales de este debate.