¿Com fer-nos món? ¿Com fer-nos més món? / ¿Com inserir-nos, com infantar-nos de bell nou / en el món per fer majestat de cada imatge, / per ser únicament món, prodigiosament món, / indiscriminadament món? / ¿I on és, religions al marge, la força que fa adorar?
(Perejaume, Pagèsiques, p. 63)
¿Qué distancia separa nuestros gestos de las cosas que nos rodean? ¿Participamos activamente en su creación o sólo las consumimos? ¿Y qué conexiones tenemos con el mundo que habitamos? Por muchos de nosotros, ha quedado casi olvidado el tiempo en el que el golpe, el roce, el trazo, la incisión eran las formas esenciales de relación con el entorno, una materialidad que había que dominar a menudo, con esfuerzo e insistencia, con el propio cuerpo. Así, por ejemplo, los pies y las manos han dejado de servir, definitivamente, para medir las distancias. Y, como recordaba Perejaume en el programa de TV3 Amb filosofia, la mayoría de nosotros vivimos en ciudades de las que no sabríamos (no podríamos) salir andando.
En nuestro papel de espectadores, consumidores, viajeros de superficie, tenemos a menudo una relación epidérmica con el mundo. Eso no significa, sin embargo, que sea una relación innocua o que no tenga consecuencias: aunque el vínculo entre nuestras acciones y sus resultados se desdibuja, nuestra responsabilidad se mantiene intacta. Pero este “vínculo débil” con los objetos, la tierra, el trabajo o el propio cuerpo nos hace sentir quizá visitantes más que habitantes del mundo que compartimos y con el que establecemos relaciones que no siempre contribuyen activamente a recrear y repensar nuestras condiciones de existencia para mejorarlas.
Como dice Perejaume en la introducción de Pagèsiques, “la potencia de sembrar y cultivar no es de naturaleza exclusivamente vegetal”. Quizá se puede trasladar la metáfora del cultivo, con todo lo que implica hacer germinar (el respeto por el ritmo inalterable de algunos procesos, la preparación y la espera, el cuidado), a los nuevos espacios que habitamos lejos de la naturaleza y de la tierra. Sin estar impregnada de la nostalgia por un pasado rural idealizado, la agrariedad podría convertirse en una alegoría del cuidado de los lugares que habitamos “en común”. En palabras de Perejaume:
“La agrariedad. Entendida, esta agrariedad, como cultivo de cualquier tipo de cosa. Del espacio antes que nada, cualquier espacio, en la medida en que no tenemos que pensar únicamente en encontrar un buen sitio sino en contribuir a que lo sea”.
Para saber más de lo que Perejaume entiende por “Agrariedad”, puedes acercarte al CCCB para escucharlo el próximo miércoles, 6 de marzo, en el marco del ciclo “En común”. Lo presentará su amigo Jacint Torrents, antropólogo experto en el mundo rural. Imperdible.