En la tragedia de Antígona, la heroína se encuentra ante un dilema que la lleva a enfrentarse a las leyes de su ciudad: si entierra a su hermano Polinices, traidor muerto en el campo de batalla, caerá sobre ella la pena más severa, pero si acata la prohibición de enterrarlo, su hermano jamás descansará en paz. El conflicto que plantea esta tragedia, y que llevará a la muerte de Antígona, pone de relieve el vínculo entre los derechos de los muertos (a la memoria y a la dignidad) y los derechos de los vivos (a unas leyes justas). Desde entonces, el discurso de la memoria y el de los derechos han avanzado en paralelo, algunas veces estrechamente unidos y otras, muy alejados.
Antígona en una imagen de la pintura neoclásica
En la segunda mitad del siglo XX el discurso de la memoria y de los derechos humanos cambió profundamente fruto de una nueva coyuntura. Las guerras y la violencia que devastaron el planeta a lo largo del siglo generaron la necesidad de un nuevo discurso sobre la memoria que se separaba de las naciones y los estados (la memoria nacional) para acercarse a los derechos de los millones de víctimas civiles: ¿cómo había que hacer frente al trauma colectivo? A su vez, los derechos humanos tuvieron un auge sin precedentes después de la Segunda Guerra Mundial, con la aprobación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948. Desde entonces se ha avanzado mucho en la defensa de los derechos de las personas y su protección ante los abusos de los estados.
Fotografía de Gervasio Sánchez para la exposición "Desaparecidos"
Aunque memoria y derechos humanos han definido parte del discurso histórico y político de las últimas décadas, es cierto que nos encontramos ante dos conceptos que en ocasiones han servido a intereses totalmente opuestos a los que representan: ¿cuántas veces la memoria ha servido para incitar a la violencia? ¿Cuántas veces el discurso universalista de los derechos humanos se ha convertido en un arma de doble filo al servicio de intereses expansionistas y coloniales? Ni memoria ni derechos humanos son conceptos unívocos.
Pero en la búsqueda de una perspectiva que permita abordar la complejidad de estos dos conceptos, sí que hay algo que queda en claro: la justicia no es posible sin memoria (la de los muertos, la del trauma) y tampoco es posible sin derechos (el reconocimiento del individuo y de unas leyes justas que lo protejan).
En el marco del ciclo de conferencias “Desaparecidos”, el catedrático de Literatura Comparada Andreas Huyssen estará en el CCCB el próximo miércoles 9 de marzo para hablarnos justamente de estas cuestiones y proponernos una perspectiva que una derechos humanos y memoria en la construcción de sociedades más justas con su presente y su pasado.