Amin Maalouf es, seguramente, uno de los escritores de nuestros días que ha reflexionado de manera más consistente sobre la condición de extranjero. Él mismo, que se exilió del Líbano a causa de la guerra civil, ha explicado a menudo que se siente forastero en todas partes y reivindica la metáfora del viaje –el movimiento, la provisionalidad y la inestabilidad– para contrarrestar la violencia que a su parecer provocan las identidades cerradas y monolíticas, que se encuentran en el origen de la intolerancia y la discriminación.
¿Por qué entonces hablar de retorno con Amin Maalouf? ¿Es que hay caminos que lleven hacia atrás? Quizás tendríamos que hablar más bien de la imposibilidad de retornar: al país de origen después de una larga ausencia, al ímpetu y las pasiones de la juventud, a los amigos del pasado, a las utopías que nos hicieron creer que podríamos cambiar el mundo. Este es, se podría decir, el tema principal de su novela, la primera que publica después de diez años dedicado al ensayo y la escritura de libretos de ópera.
En Los desorientados, la maravillosa maquinaria de la ficción permite a Maalouf imaginar el regreso a su país de origen (que el lector identifica inevitablemente con el Líbano) de un profesor de historia que, como el mismo Maalouf, ha hecho del exilio una condición permanente y voluntaria. El protagonista de la novela, un historiador acostumbrado a enfrentarse al pasado y a recrearlo, se encuentra encarado con su propio ayer, con los fantasmas y los desengaños nacidos con el paso del tiempo y la distancia
Si existen o no caminos de retorno, si es o no posible regresar al pasado y ser allí algo más que un forastero, se lo podemos preguntar directamente a Amin Maalouf el próximo miércoles 24 de octubre, cuando visite el CCCB para conversar con la escritora Imma Monsó. Será a las 19:30 h: te esperamos.
Para empezar a abrir boca, puedes ver esta entrevista a Maalouf o leer, a continuación, el pequeño texto que él mismo ha preparado para presentar su novela Los desorientados (Alianza Editorial).
Presentación de Los desorientados:
“Tengo, desde hace años, la impresión obsesiva de que el mundo al que pertenezco se desdibuja más cada día, y que podría desaparecer estando yo vivo. Mi novela ha nacido de ese sentimiento.
En Los desorientados, me inspiro con mucha libertad en mi propia juventud. La he pasado con amigos que creían en un mundo mejor. E incluso si ninguno de los personajes del libro corresponde a una persona real, ninguno es enteramente imaginario. Me he nutrido de mis sueños, de mis fantasmas, de mis remordimientos, tanto como de mis recuerdos.
Los personajes de mi novela habían sido inseparables en su juventud, y luego se habían dispersado, enemistado, perdido de vista. Se reencuentran con motivo de la muerte de uno de ellos. Unos no han querido dejar su tierra natal, otros han emigrado a Estados Unidos, Brasil o Francia. Y los caminos que han seguido les han llevado en las direcciones más dispares. ¿Qué tienen todavía en común la dueña de hotel libertina, el empresario que ha hecho fortuna, o el monje que se ha retirado del mundo para consagrarse a la meditación? Algunas reminiscencias compartidas, y una nostalgia incurable por el mundo anterior.
Es cierto que su tierra natal es de las que llaman a la nostalgia. Lugar de enfrentamiento así como de coexistencia entre diversas tradiciones religiosas y culturales, lugar de riqueza intelectual y política durante sus años universitarios, ha conocido, desde entonces, una sucesión de conflictos armados que han alterado su carácter y creado esa impresión de un mundo que se desvanece. Algunos de ellos siguen pensando que su existencia no tiene sentido más que en ese país de equilibrios delicados, mientras que otros sienten que ya están fuera de lugar, y que no pueden volver más que de paso.
¿Ese país que no se nombra nunca es el país en el que he pasado yo mismo mis años de juventud? Sí y no. Lo he cogido indudablemente como modelo, pero sería vano buscar referencias precisas a lugares o fechas.
Lo que acabo de decir no es, sin embargo, más que una explicación a posteriori. La verdad, es que no he sentido, en ningún momento, que tuviese que llamar a ese país por su nombre. Lo cual es sin duda revelador de los sentimientos complejos que me inspira todavía. Y que me inspirará hasta el fin de mis días.”