Hoy, las culturas se definen por sus fronteras, que marcan y diferencian lo que está dentro de lo que queda fuera. Como mínimo, eso es lo que sucede bajo nuestra óptica occidental, filtrada a través de un desarrollo histórico concreto. La modernidad, mediante estrategias políticas como el liberalismo, el nacionalismo o el colonialismo representó la culminación de este pensamiento se ha vuelto estructural a la hora de definir las sociedades. Ahora bien, ¿es posible reformular esta visión e imaginar una alternativa política integradora, no fundamentada en la tensión entre la identidad propia y la diferencia del otro? Y en este caso, ¿hasta dónde tendríamos que retroceder para rehacer nuestra historia? ¿Habría que reformular sólo la modernidad o sería necesario ir más allá?
Alternativas ha habido, entre las que destacan las propuestas políticas comunitarias y sus derivaciones internacionalistas, por un lado, y la exploración histórica de la voluntad de autoexilio, por otro. Tanto una como otra, en dos extremos opuestos, proponían formas concretas para reformular la relación con el otro. El tiempo ha mostrado, sin embargo, el fracaso de las dos propuestas: de la primera, por el hecho de dejar atrás la libertad individual, y de la segunda por imposibilitar la identidad colectiva. Se hace evidente, así, la dificultad de ir más allá de la dualidad implícita entre el sujeto y su alteridad.
La globalización, tal como se nos presenta hoy, ligada a sus repercusiones comunitarias, parece que vuelva a proponer como una salida viable. Pero rápidamente nos damos cuenta de que en un mundo altamente conectado necesitamos desarrollarnos y crear nuestras identidades en acuerdos comunitarios que reformulan todas nuestras categorías políticas. En un momento mediatizado –y ahora, con la explosión de las nuevas tecnologías, más que nunca–, estos acuerdos se han ido forjando como simulacros: simulacros que posibilitan a los individuos otro tipo de desarrollo identitario, simulacros que disponen un terreno ajeno en el que se tejen las relaciones intersubjetivas.
Conocer y analizar diversas representaciones de la tensión del individuo con el otro, representaciones que se han dado históricamente a través de la mitología y la religión, del arte y la literatura, hasta llegar al cine como la reformulación más politizada de esta tensión, nos puede ayudar a comprender en qué consiste exactamente. Y nos puede ayudar a comprender también, y esto es quizás más importante, por qué la tenemos tan interiorizada y por qué nos resulta tan difícil imaginar propuestas que vayan más allá o que, incluso, puedan aniquilarla.
“Yo y los demás. Arquetipos para imaginar el mundo” es un seminario impartido por los filósofos Enric Puig Punyet y Gisela Llovet y organizado por el Instituto de Humanidades de Barcelona. Tendrá lugar cada miércoles a las 19:00h entre el 22 de enero y el 5 de marzo. La matrícula está abierta.