Entradas con la etiqueta ‘Conferències’

Peter Wagner: “El mecanismo de dominación y resistencia a la dominación es lo que nos ha supuesto progreso”

3 de marzo de 2015 No Comments

El Debate de Barcelona de este 2015 encara la recta final con la conferencia del sociólogo Peter Wagner, que situará los conceptos de «progreso» y «modernidad» en el marco del léxico político actual y propondrá nuevas lecturas y puntos de vista para actualizar su sentido. Le entrevistamos para conocer algunos detalles de su conferencia.

En la conferencia del próximo lunes 9 de marzo revisarás los conceptos políticos de «progreso» y «modernidad».

Hablaré del concepto de «progreso» relacionado con la «modernidad», empezando por ver cómo nuestras sociedades occidentales han creído fuertemente en el progreso durante los últimos dos siglos, el progreso entendido no solo como una posibilidad, sino como algo que sucedía: creíamos que la sociedad seguiría mejorando. Las cosas fueron así hasta hace treinta o cuarenta años, y entre 1979 y 1989 algo pasó que nos hizo perder la creencia en el progreso. En la conferencia explicaré cuáles son las razones de esta pérdida de confianza, y explicaré que como sociedad tenemos demasiadas cosas por mejorar para rendirnos y abandonar el concepto de «progreso». Debemos intentar recuperarlo, y probablemente dotarlo de un nuevo sentido.

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Entrevista con Bo Stråth

16 de febrero de 2015 No Comments

Tras las multitudinarias conferencias de Axel Honneth, Saskia Sassen y el debate sobre la obra del filósofo Byung-Chul Han, el Debate de Barcelona 2015 sigue replanteándose el significado actual de grandes conceptos políticos que utilizamos constantemente. Bo Stråth, catedrático emérito de Historia nórdica, europea y mundial en la Universidad de Helsinki, tomará la palabra para repensar y revisar los conceptos de «capitalismo» y «bienestar». Le hemos entrevistado para que nos adelante los temas clave de su conferencia, el próximo lunes 16 de febrero.

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Byung-Chul Han y la sociedad del cansancio

4 de febrero de 2015 1 Comment

En estos últimos años, el filósofo Byung-Chul Han se ha convertido en una de las voces más leídas en Europa con sus análisis del fenómeno de la fatiga en nuestras sociedades capitalistas y sus síntomas asociados, como la depresión y el agotamiento. Nacido en Seúl y formado en Berlín, Byung-Chul Han plantea la cuestión de cómo queremos vivir hoy en día y qué podemos hacer para contrarrestar la presión de las sociedades digitales basadas en el logro de objetivos. En este sentido, el síndrome de la fatiga es particularmente virulento en Corea del Sur, que en muy poco tiempo pasó de ser un país agrícola pobre a convertirse en un país industrial pionero. Su libro La sociedad del cansancio tomó el pulso de Europa y de Corea del Sur en 2010, y sus tesis críticas con la sociedad, expresadas en La sociedad de la transparencia, La agonía de Eros, Psicopolítica o En el enjambre, nos ayudan considerablemente a comprender nuestra sociedad en la era de la autoexplotación, el neoliberalismo y la vigilancia.

Ante la imposibilidad de contar con la presencia de Byung-Chul Han, ya que el filósofo no realiza apariciones públicas ni atiende a los medios de comunicación, el lunes 9 de febrero estrenaremos el documental «La sociedad del cansancio – Byung-Chul Han en Seúl / Berlín», de la artista visual Isabella Gresser, que acompañó al filósofo durante sus visitas en Seúl entre 2012 y 2014. Gresser entreteje las observaciones cinematográficas, fotográficas y dibujadas que ha hecho en Corea con texto hablado de Byung-Chul Han, fragmentos de conferencias y otros materiales, tales como una entrevista con el famoso director y productor coreano Park Chan-Wook o grabaciones de monjes de un templo budista. Un tema central del documental es el del caminante, y la parte de Berlín está estrechamente conectada con la película Der Himmel über Berlin (El cielo sobre Berlín), escrita por Wim Wenders y Peter Handke, en que Byung-Chul Han guía al espectador por las intimidades de su barrio y sus nostálgicas peculiaridades autóctonas.

Tras el estreno del documental, iniciaremos un debate sobre los conceptos de «Individuo y comunidad»  con Fina Birulés, profesora de Filosofía en la Universidad de Barcelona; Albert Lladó, periodista cultural; Manel Ollé, profesor de Historia y cultura china contemporánea en la Universidad Pompeu Fabra, e Isabella Gresser, artista visual.

«Individuo y comunidad» es la tercera actividad del Debate de Barcelona de este 2015, que, bajo el título de «Tomar la palabra», dará voz a ponentes como Axel Honneth, Saskia Sassen, Bo Stråth, Luc Boltanski, Montserrat Guibernau, Peter Wagner y Seyla Benhabib.

Si investigas, mejor llamarte John que Jennifer

28 de enero de 2015 1 Comment

Working in Lab (MSA)

John y Jennifer son biólogos formados en la Universidad de Yale. Tienen currículos idénticos y ambos han sido elegidos para ocupar dos puestos iguales como técnicos de laboratorio. Ahora, sus credenciales deben pasar por las manos de 127 profesores de biología, química y física, que sobre el papel tendrán que decidir su sueldo. Lo que no saben es que se trata de personajes inventados por un experimento de esta misma universidad sobre diferencias de género. Han creado la situación para ver cuál es el alcance del sesgo de género. La conclusión es clara: con los mismos méritos, es mejor llamarse John que Jennifer. Para ella, proponen un salario bruto anual 3720 dólares inferior. El estudio, publicado en 2012 en la revista PNAS, fue liderado por una mujer, Jo Handelsman, actualmente directora de la Oficina de Política Científica y Tecnología de la Casa Blanca y, por lo tanto, asesora en temas de ciencia del presidente Obama.

Pocas mujeres llegan donde está ella porque, a pesar de los adelantos, la ciencia aún es sexista. Con el mismo talento, a menudo las mujeres cobran menos que los hombres, tienen muchas más dificultades para prosperar, consiguen menos becas y tienen más posibilidades de acabar abandonando su carrera. Y es así en todo el mundo. Las mujeres que dirigen grupos de investigación todavía son minoría. En las 48 universidades públicas españolas solo hay tres mujeres rectoras. Y para ser rectora, primero hay que ser catedrática. En España tan solo un 15% de las cátedras universitarias las ocupan mujeres.

A la hora de recibir reconocimientos públicos, las mujeres también se quedan atrás. De los 457 premios Nobel que se han otorgado desde 1901, solo 11 han sido para mujeres. Ahora bien, muchas mujeres han trabajado duro en equipos donde otros miembros masculinos han recibido la distinción. Uno de los casos históricos más reconocidos es el de Rosalind Franklyn, biofísica y cristalógrafa de la Universidad de Cambridge (institución que no permitió que las mujeres fueran miembros de la misma hasta el año 1948 y en que durante años se estableció una cuota máxima de mujeres alumnas del 10%). Como investigadora, Franklyn realizó importantes contribuciones al descubrir la estructura del ADN en uno de sus experimentos. Ahora bien, fueron James Watson y Francis Crick, a quien ella enseñó inocentemente las imágenes que había obtenido, quienes publicaron los resultados en la revista científica Nature, y como consecuencia obtuvieron el reconocimiento de la comunidad científica internacional y ganaron el premio Nobel. A nivel público, ambos son reconocidos como los descubridores del ADN, cuando Rosalind Franklyn debería ser considerada la mujer que realmente abrió paso a una nueva era de la medicina.

Esta presencia tan escasa en la élite de la ciencia contrasta con el número de mujeres licenciadas y doctorandas. Si bien en algunas ingenierías las chicas son minoría, en algunas áreas, como las ciencias de la vida, representan el 75% de licenciados y más del 60% de doctorandos. Los porcentajes se adelgazan a medida que la mujer pasa de los treinta años, momento en que la mayoría empieza a plantearse tener hijos. Es en este momento que la gráfica estadística que hasta entonces dibuja dos líneas (la de los hombres y la de las mujeres) con trayectorias más o menos en paralelo se entrecruzan, formando una tijera en la que la hoja inferior, la que corta, la de las mujeres, cae en picado. Hay excepciones, pero lo cierto es que la maternidad y la falta de medidas para conciliar frenan el alto rendimiento, hasta puntos tan desalentadores que llevan a algunas mujeres a abandonar su carrera. Aparte de los prejuicios, la ciencia es exigente: es necesario publicar, asistir a congresos, presentarse a convocatorias que no esperan, viajar… Sin apoyo, todo ello no perdona, ni siquiera a las madres más entregadas que pasan horas ante el ordenador, escribiendo proyectos y dando al mismo tiempo el pecho a su bebé.

El hecho consumado de que en la élite científica los hombres sean mayoría está tan internalizado que incluso es frecuente que muchas de las mujeres que llegan a ser jefas y a publicar en las mejores revistas se encuentren en algún momento cara a cara con algunos de los estereotipos. No es extraño que, antes de conocerlas, la gente dé por supuesto que aquella mente relevante que interviene en estudios científicos de primera línea es la de un hombre. Algunas científicas de alto rendimiento relatan haber sido invitadas a un congreso como ponentes y encontrarse con que en el cartel de presentación ponía Mr. X, en vez de Mrs. X.

Romper ese techo de cristal que no permite que las mujeres científicas prosperen supone acabar con muchas inercias enquistadas en nuestra sociedad. Para empezar, este sesgo no es exclusivo del mundo científico. Las dificultades para conciliar están presentes en todas las profesiones que implican una cierta competitividad y dedicación, como la ciencia, el periodismo, la música o el liderazgo empresarial. Una madre tiene un 79% menos posibilidades de ser contratada que una mujer sin hijos y, encima, cobra menos, según un artículo que publica Nature en un especial sobre mujeres. Contrasta con el hecho de que, precisamente, para un hombre tener hijos sí es una ventaja competitiva.

En el mismo especial de Nature, diferentes autores ponen encima de la mesa las opciones para poner remedio a una situación realmente enquistada en nuestra sociedad. ¿Qué hacer en profesiones en las que, más allá de las condiciones laborales (que tampoco ayudan) la competitividad no permite ningún tipo de tregua? ¿Qué instrumentos pueden revertir el efecto tijera? La aplicación de cuotas es polémica. Sobre todo porque no resuelve los problemas de fondo, como la falta de medidas para facilitar la conciliación adaptadas a la carrera científica. Brigitte Mühlenbruch, presidenta de la European Platform of Women Scientists, en Bruselas, y Maren A. Jochimsen, directora del Essen College of Gender Studies, en Alemania, recogen en el especial de Nature una serie de propuestas. Para empezar, aunque se reconoce que el programa de ayudas de la UE Horizon 2020 incorpora el género como aspecto que deben tener en cuenta los que quieran optar a las convocatorias, denuncian que los comités que deciden a quién se otorgan las ayudas están formados mayoritariamente por hombres. También lo están los paneles de científicos revisores que deciden si se publica un artículo científico o no. Mühlenbruch y Jochimsen proponen que estos entes estén formados por al menos un 40% de mujeres.

Por otra parte, también proponen que exista una mayor flexibilidad en la presentación de convocatorias para las mujeres que hayan tenido hijos, que cuando un trabajo implique movilidad se tengan en cuenta medidas para la familia y que incluso se valore como un mérito más (y no como una penalización) el hecho de que una mujer haya tenido que interrumpir durante un tiempo su trabajo debido a la maternidad.


Los debates «Mujeres y ciencia» abordaron el papel de la mujer en la ciencia a través de las mesas redondas  ’Mujeres y ciencia: la visión desde las instituciones de investigación de excelencia‘ y ‘En primera persona: la voz de las mujeres investigadoras‘.

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Los zapatos de otro y las palabras de la política

20 de enero de 2015 No Comments

En los últimos tiempos hemos sido testigos de un doble movimiento. Por una parte, palabras que parecían arrinconadas en los pliegues de la historia han reaparecido con fuerza en el discurso público. Es el caso de «clase», por ejemplo, a la que el radical aumento de las desigualdades parece haber devuelto su potencial explicativo, o de «común» y «comunidad», que no solo han recuperado su sentido original, sino que han incorporado un amplio abanico de nuevos significados. En paralelo, algunas de las palabras que tradicionalmente habíamos utilizado para explicar y describir el mundo parecen incapaces de dar cuenta hoy de los cambios radicales que todos estamos experimentando. Tenemos, cuando las utilizamos, la misma sensación que cuando nos ponemos el zapato de otra persona: son el perfecto contenedor de un pie que, evidentemente, no es el nuestro.

En las últimas décadas, el mundo que conocemos se ha transformado radicalmente. Las formas tradicionales de hacer política y las instituciones democráticas están hoy bajo sospecha y atraviesan una crisis de legitimidad sin precedentes. A esto se suman los cambios en escala, velocidad y perspectiva de un mundo globalizado, y las nuevas y desconcertantes relaciones entre identidad, poder, Estado y mercado. El decisivo desvelamiento que ha supuesto la crisis financiera internacional sobre las condiciones del capitalismo neoliberal, y la profundidad de las transformaciones tecnológicas han ampliado, también, y en algunos casos forzado, los límites y las posibilidades de las palabras y las categorías habituales. En este contexto, ¿qué ocurre con las ideas de «igualdad», «libertad», «soberanía», «ciudadanía», «Estado», «trabajo», «capitalismo», «partido»? ¿Sirven aún, en su formulación habitual, para hacer inteligible el mundo que compartimos y para articular y coordinar el sentido de nuestras acciones? ¿Qué aspectos de nuestra experiencia y de nuestro entorno quedan oscurecidos y cuáles se iluminan cuando las utilizamos? ¿Qué nuevos sentidos y perspectivas debemos incorporar para reenfocar, interpretar y reformular nuestro presente político?

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