El próximo lunes 3 de febrero el director teatral Toni Casares conversará con el dramaturgo Josep Maria Benet i Jornet en la segunda sesión del ciclo de conferencias «Ciudad abierta». Su diálogo sobre «Ciudad y drama» nos permitirá conocer cómo ha influido en el dramaturgo haber crecido en el barrio del Raval, y descubriremos que la ciudad, como espacio de conflicto y de choque, es ideal para imaginar historias de toda clase. En esta entrevista Casares nos adelanta el papel del espacio público en la obra de Benet i Jornet.
¿Qué podemos esperar de la conversación que va a tener con Josep Maria Benet i Jornet en el
CCCB?
Benet es un hombre radicalmente moderno en sus planteamientos, y es un ejemplo muy claro de que escribir teatro es un mecanismo personal para ordenarse el mundo y entenderlo. Para él ser teatrero es una forma de entender la vida. Aparte de esto, Benet es un personaje pasional, grandilocuente en sus expresiones, y siempre es divertido oírlo hablar.
Lo más interesante de la tertulia puede ser conocer su punto de vista sobre la ciudad: cómo piensa la ciudad un dramaturgo, qué encuentra en ella, qué le da la ciudad, tanto a nivel personal como en el momento de escribir. Ver como cada ciudad y cada zona de la ciudad tiene su propia teatralidad. Benet se considera un escritor muy de barrio, del Raval y Sant Antoni, y a menudo contrapone la ciudad del ruido a la ciudad del silencio: en los barrios populares todo es ruido, mientras que los barrios ricos son silenciosos y por lo tanto en ellos se da una teatralidad más intimista.
Será interesante ver cómo la vida en la ciudad le ha influido en la escritura y, por otro lado, cómo el teatro afecta a la ciudad. Esto último puede que nos permita hablar de la evolución que ha tenido el papel del teatro en las dinámicas urbanas, desde los años 70 hasta ahora. Con el teatro independiente de los 70 vivimos una explosión de la creatividad y una politización de la escena, y la función social que esto tuvo ha sido muy reconocible. Durante los 80 se dio un recogimiento, un teatro más críptico, y ahora seguramente el teatro vuelve a ser solicitado por la ciudad, no solo institucionalmente, sino de una forma vital.
¿Por qué hay tanta ciudad en las obras de Benet?
Porque la ciudad es el territorio de los conflictos y los escondites, es el espacio de choque, donde este ruido y la forma de tratar los problemas y conflictos se convierte en teatral. En la ciudad las relaciones se basan en las puntas de conflicto que vemos, pero con mucho subtexto escondido debajo, como en el teatro. Esto también pasa en los pueblos, pero en la ciudad se multiplica y diversifica el abanico temático. La calle es el espacio de encuentro entre personas, y esto la hace teatral. Para el teatro de Benet, el barrio es el espacio donde es posible el contacto entre perdedores y vencedores, entre víctimas y verdugos, de un modo horizontal y transversal, y esto le permite imaginar infinidad de historias.
Él sitúa sus obras tanto en interiores como en exteriores, tanto en la esfera privada como en el espacio público.
Tanto Una vella, coneguda olor como Olors, que de hecho es una especie de continuación de la primera al cabo de unos años, son dos obras especialmente urbanas, situadas directamente en el Raval. Y de hecho Una vella, coneguda olor no está pensada ni en el interior ni en el exterior: Benet la sitúa en los balcones del barrio, que es el exterior del interior que escondes. En el balcón puedes espiar al vecino, puedes conversar, y la obra refleja un mundo de balcones y persianas del que la protagonista quiere escapar. Estas dos obras también reflejan cómo ha evolucionado el Raval, cómo ha dejado de ser un espacio de la Cataluña menestral, de las clases populares, y cómo ha cambiado con la inmigración, española y más tarde de todo el mundo. De hecho, en Olors, cuando retoma la historia de la primera, ya introduce el tema de la inmigración de los países árabes y la diversidad que vive el barrio en la actualidad.