El 10 de diciembre de 1513, Nicolás Maquiavelo escribió una carta a su amigo Francesco Vettori que contenía el fragmento siguiente:
Os diré en qué consiste ahora mi vida. Me levanto por la mañana con el sol, y me voy a un bosque de mi propiedad que estoy haciendo talar, donde me paso dos horas a ver lo trabajado el día anterior y a pasar el rato con los leñadores, que siempre se tren algún litigio entre manos, con los vecinos o entre ellos mismos. [...] Salgo del bosque, me voy a una fuente, y de allí a un lugar donde tengo trampas para pájaros. Llevo un libro bajo el brazo, o Dante o Petrarca, o alguno de los poetas menores, como Tibulo, Ovidio y similares. Leo sus pasiones y sus amores y, acordándome de los míos, me recreo un buen rato en estos pensamientos. Me voy luego por el camino de la hostería, hablo con los que pasan, pregunto por las noticias de su provincia, me entero de algunas cosas, y compruebo los diversos gustos y pasiones de los hombres.
Maquiavelo había sido funcionario florentino, pero hacía un año que lo habían expulsado del cargo de secretario en la ciudad y había tenido que refugiarse en Sant’Andrea, un pequeño pueblo a las afueras de Florencia. Allí, en un ambiente de pobreza y desolación, Maquiavelo pasaba el día entre leñadores, cazando pájaros o leyendo en medio del bosque, y por la noche se encerraba en casa y trabajaba en la redacción de El Príncipe, el tratado político que tenía que volver a abrirle las puertas de la ciudad que le había rechazado. Así es como Maquiavelo explicaba su día a día escribiendo el tratado:
[...] Avanzada la tarde, me vuelvo a casa y entro en mi despacho. Y en el umbral me despojo de mis vestidos cotidianos, llenos de fango y lodo, y me visto de ropas nobles y curiales. Entonces, dignamente ataviado, entro en las cortes de los hombres antiguos, donde, amablemente recibido por ellos, me deleito con ese alimento que es sólo para mí, y para el que yo nací. [...] Durante cuatro horas no siento ningún aburrimiento, me olvido de toda ambición, no temo la pobreza, no me da miedo la muerte: me transfiero enteramente donde están ellos. Y como Dante dice que no hay saber si no se guarda lo que se ha comprendido, yo he anotado lo que he sacado con su conversación, y he compuesto un opúsculo, De principatibus, en el que profundizo cuanto puedo en las dificultades de esta materia; razonando sobre qué es un principado, de cuántos tipos hay, cómo se adquieren, cómo se mantienen, por qué se pierden.
La historia tiene un final triste, porque El Príncipe no se publicará hasta después de su muerte, convirtiéndose en poco tiempo en uno de los textos más influyentes de la teoría política. Este 2013 celebramos los 500 años del inicio de la redacción de la obra más universal de Maquiavelo, y la fecha elegida para recordar la efeméride es precisamente la del envío de esta carta donde se mencionaba por primera vez el opúsculo y que el próximo lunes 2 de diciembre a las 19:30 horas leerá entera el actor Jordi Boixaderas en el CCCB. Nuestro homenaje a Maquiavelo continuará con la conferencia del filósofo italiano Remo Bodei, que destacará el realismo de la obra de Maquiavelo y nos ofrecerá algunas claves para leer El Príncipe hoy en día, acompañado por los filósofos Juan Manuel Forte y Rosa Rius Gatell.