Nuestra dependencia energética es total, no podemos desplazarnos al trabajo, cultivar un campo de patatas o preparar la cena sin energía. La sociedad occidental se articula en torno la energía y de las tecnologías que la utilizan y nos hacen la vida más fácil. De hecho, los últimos veinte años hemos consumido tanta energía como en los dos siglos anteriores, cosa que ha provocado un cambio radical en nuestros hábitos y costumbres, con numerosas implicaciones humanísticas derivadas. La agricultura, el transporte, la industria o las comunicaciones dependen del suministro energético, y también nuestra vida cotidiana: solo hay que ver como se colapsa la ciudad cuando hay un corte del suministro eléctrico, y el pánico que sentimos a tener que sobrevivir una noche a la luz de unas velas (que a su vez también son un recurso energético).
Además el acceso reciente a la energía de millones de persones en los países en desarrollo – China ya es el primer consumidor mundial– y nuestra existencia cada vez más hipertecnológica han creado una gran paradoja: el consumo energético crece como nunca, mientras que algunos recursos energéticos empiezan a agotarse. Según algunos científicos el petróleo ya habría llegado a su punto máximo de extracción –el pico de Hubbert– y a partir de entonces se iniciaría un declive de la producción sin alternativas reales a este combustible. ¿Cómo llenaremos el depósito, si el petróleo se vuelve escaso y prohibitivo? ¿Cómo obtener plástico, asfalto o sus miles de productos derivados? La misma incertidumbre planea sobre las energías renovables, que aún no son una alternativa real a los combustibles fósiles, y también genera dudas la energía nuclear, otra vez en el punto de mira después del desastre de Fukushima.
El crecimiento imparable del consumo también conlleva debates asociados. Hasta ahora habíamos asociado progreso económico a consumo energético, y es gracias a la energía consumida que hoy estamos donde estamos. ¿Pero podemos deshacer esta asociación? ¿Podemos desligar nuestro bienestar del consumo energético? ¿Es posible una vida confortable consumiendo menos, como promueven los defensores del decrecimiento? En este debate la sostenibilidad es una cuestión capital: ¿Podemos continuar consumiendo al mismo ritmo? ¿Es sostenible, el gasto actual de recursos energéticos, o estamos hipotecando el mundo de las generaciones venideras? ¿Qué futuro nos espera, si la energía se acaba? O yendo un poco más lejos y entrando en el terreno de la ciencia ficción: en el caso que las innovaciones y el progreso tecnológico nos dieran energía ilimitada –la investigación de la fusión nuclear va en esta línea- ¿Sería bueno para la humanidad disponer de un suministro energético inagotable? ¿O nuestro espíritu insaciable convertiría el Sáhara en un minigolf gigante y construiríamos escaleras mecánicas para subir al Himalaya?
Todas estas preguntas y muchas otras se intentaran responder en el ciclo ‘Retos energéticos: presente y futuro’, la segunda edición de los debates ICREA-CCCB, una colaboración estable para dar a conocer al gran público los avances y retos de la investigación de alto nivel que se hace hoy en Cataluña. EL ciclo de reflexiones sobre producción y consumo de energía será iniciado por César R. Ranero, profesor de investigación del Institut de Ciències del Mar, que se preguntará si el petróleo tiene futuro como fuente de energía (martes 26 de noviembre). Le seguirá Jeroen van den Bergh, profesor de investigación en el Institut de Ciència i Tecnologia Ambientals (ICTA), que hablará de los retos que plantea el crecimiento del consumo energético (martes 3 de diciembre) y también Andreu Cabot, profesor de investigación del Institut de Recerca en Energia de Catalunya (IREC), que hablará de cómo las innovaciones técnicas pueden dar soluciones a los retos energéticos (martes 10 de diciembre). Por último, cerrará el ciclo la catedrática de la Universidad de Lleida (UdL) Luisa F. Cabeza, que se planteará si las energías renovables son realmente una alternativa de futuro (jueves 19 de diciembre).
Contenido relacionado
Debate ICREA: Grandes retos de la biomedicina