Crónica de la jam session REGENERACIÓ-3
Iniciamos la recta final de este ciclo de jams en torno a la exposición “El siglo del jazz” con la sensación de que esto ha sido sólo el principio. El público sigue formando cola todos los jueves en la puerta de la Jazz Cava del CCCB. Nos quedan dos sesiones. Y en estos momentos no hay ningún músico que no conozca la cita. Este espacio efímero se ha convertido en un verdadero punto de encuentro. Como el Zurich de la plaza Catalunya, o la torre izquierda de la plaza Espanya en día de concierto, o la estación de Sants. Encuentros que duran un tiempo determinado pero que permanecerán en nuestra memoria sin límites, justamente porque son irrepetibles.
La creación de un espacio que atrae a público y músicos tan diferentes procede a menudo ―como sucede en este caso― de una voluntad colectiva, de una decisión tomada entre todos sin hablar de ello y, por lo tanto, por qué no decirlo, de una cierta magia que ha hecho posible la coincidencia. Éste es el caso de esta Jazz Cava del CCCB, como lo es asimismo del espacio de la Associació Regeneració-3, el grupo de músicos que protagonizaron esa noche la apertura de la jam.
“El nombre de Regeneració-3 ―me explicaba Jordi Berni, presidente de la asociación― vino de un periodista que nos dijo que éramos la tercera generación de músicos de jazz en Cataluña”. Bueno, nadie sabe a ciencia cierta si es la tercera, pero sí que es una de las primeras que sale graduada de la Escuela Superior de Música de Cataluña (ESMUC). De hecho, diría que llega un momento en nuestro país en que las generaciones de músicos de jazz dejan de agruparse por edades o por estudios. Muchos se forman tocando encima de los escenarios y podríamos decir que por “contagio”. Sin embargo, la asociación aprovecha esta idea para reivindicarse como grupo cuya bandera es la idea de regenerarse, lo que, traducido a los tiempos en que nacieron, recién salidos de la escuela, significaba coger el toro por los cuernos y luchar por lo único que les interesaba: tocar. En un momento, además, en que la ciudad vive una carencia de espacios para la música en directo y una situación poco normalizada por lo que se refiere a la música. Así es como Regeneració-3 se instala en un local cerca de Sant Pau para ofrecer a toda una serie de músicos la posibilidad de ensayar, de reunirse, de tocar, de realizar masterclasses, de invitar a gente, etc. Un espacio, asimismo, de encuentros efímeros, porque de ellos ―como han demostrado la serie de proyectos estables y los discos que han salido de los músicos de la asociación―, depende en buena medida la continuidad de su profesión.
Cuatro de los miembros fundadores de la asociación, Jordi Berni al piano, Víctor Correa al trombón, Oriol Roca al contrabajo y Guillem Arnedo a la batería (responsable de las jam sessions del bar Continental, en el barrio de Gràcia), iniciaron la jam de aquel día con tres estándares. Uno de ellos, el magnífico “Lonnie’s Lament” del saxofonista John Coltrane, con arreglos, en este caso, del trombonista Víctor Correa. Sin saberlo o sin quererlo, cada jam session ha aportado una variedad de estilos y formas que han dado a la serie de jams del ciclo una riqueza muy especial. En este caso, fue el sonido del trombón, que marcó el tono vitalista y arriesgado desde el primero hasta el último minuto de la jam.
La jam se abrió a la participación con otro de los miembros de Regeneració-3, el saxo Santi de la Rubia, y otro joven saxo, Lluc Casares, cercano al jazz desde pequeño (su padre, Pau Casares, es integrante de la Vella Dixieland), que interpretaron a dúo el solo de “Yes or not” de Wayne Shorter.
De repente, la parte izquierda del escenario se llenó de estuches de instrumentos. El jovencísimo trompeta Pol Omedes se preparaba para entrar en el quinto tema popularizado por la trompeta de Chet Baker, “There will never be another you”. También aparecieron dos trompetas más, Boro ―ya conocido por el público asiduo―, recién llegado de Valencia hace dos semanas y prácticamente debutante en Barcelona en la Jazz Cava del CCCB, y Rocky Albero, otra de las figuras ineludibles en la militancia del jazz barcelonesa. Ambos subieron al escenario junto con un nuevo batería, Dani Domínguez. A continuación subió Alfred Artigas a la guitarra, afinaron, y sonó… “I remember April”. Mientras tanto, en el fondo de la sala, otro músico que repetía, el pianista Rafa Madagascar, era entrevistado por Marta, de Com Ràdio. “Lo que me hace volver es la diversidad de músicos que se encuentran, el «caliu» que se crea. La proximidad con el público estimula al músico. La inspiración para la improvisación, sin duda, se ve muy influenciada por el hecho de estar «a menys d’un metre»”. Sonrió y se despidió para subir al escenario.
Mientras lo seguíamos, oímos un revuelo entre los músicos que se iban acumulando en el lateral izquierdo. También habían venido Joan Vilalta, Jordi Rossy y Albert Bober. “La semana pasada ya quería venir con mi hijo Fèlix, que también toca la trompeta ―comentó Jordi Rossy―; vino Benet Palet, ¿verdad? Él fue el primer profe de trompeta de mi hijo y habría estado bien oírles tocar juntos. Quizá la semana próxima…” Finalmente, Rossy al piano y Julián Sánchez a la trompeta, con Oriol Roca al contrabajo, lograron crear el silencio absoluto con uno de los clásicos de los años cuarenta, la balada “Skylark”. Respiramos hondo. Jordi Rossy pasó a la batería, a la que se ha dedicado la mayor parte de su vida como sideman junto a grandes figuras, y Albert Bover entró al piano, con “Monk’s dream”. La sesión tocaba a su fin, pero parecía que había energías para empezar de nuevo. Un par de temas con varias intervenciones dieron paso al cuarteto inicial, que cerró la noche, esta vez, acompañado por la sugestiva voz de Sabina Witt interpretando “Autumn Leaves”.