Resulta difícil discutirle al retrato su protagonismo medular en la cultura contemporánea. Si ya Montaigne hablaba, en el siglo XVI, del ensayo como el acto de “pintarse uno mismo”, qué podemos decir de esta época en la que millones de imágenes –en su mayoría autorretratos- nos acechan desde Facebook, Flickr, Fotolog, MySpace, Twitpic y todas esas redes en las que el rostro aparece como vehículo de la obsesión por dejar una huella de nuestra épica cotidiana.
Retratar, al revés que en los tiempos de Montaigne, parece haberse convertido en el acto de “ensayarse uno mismo”.
En esa línea, tiene lugar Other Mirrors, proyecto que aborda “la configuración del retrato como motivo artístico” y que inauguramos mañana como un puente entre el festival OFFF-dedicado a la cultura postdigital- y el Sònar.
A través de las piezas de Joshua Davis, Aram Barthol, Daito Manabe o Ignore, se constata una fuerte tendencia a la consolidación de un retrato interactivo, que casi siempre distorsiona las caras o incluso puede apelar a la sorpresa con el objetivo de captar nuestra imagen en estado de shock y no como quisiéramos “salir en la foto”. Unas veces, la sombra no es otra cosa que “el píxel” de la vida. Otras, se crean gestualidades a partir de los tipos de letras (itálicas, negritas, etc.). En alguna otra posibilidad, nuestros gritos se transforman en imágenes visuales de nuestras angustias.
Los autores de The Janus Machine (un colectivo que se ha unido para rendir homenaje a la dualidad del dios Jano) se permiten darle “movimiento” en directo al retrato, a partir del escáner de distintos perfiles del rostro. Mientras, el holandés Marnix de Nijs nos entrega, en Mirror Piece, retratos no del todo deseables, a base de un programa biométrico que establece nuestras semejanzas con personajes conocidos o criminales famosos.
Esta omnipresencia de la distorsión no es nueva en el arte del retrato: basta recordar a Picasso o Francis Bacon. Pero si, en un tiempo no lejano, este arte reflejó lo que nosotros podíamos hacer con la tecnología, hoy, por el contrario, nos ofrece un indicio de lo que la tecnología es capaz de hacer con nosotros.