És possible narrar la veritat de la revolució? Com dir amb veracitat allò que ha succeït, de bo i de dolent, quan ha passat el brogit de la Història? Com es pot defensar la revolució si l’has perduda, sense oblidar el que hi vas guanyar i a quin preu? Quin és el valor del testimoni, de la memòria de la revolució?
El seminari Flexo. Revolució 2/6, organitzat per l’Institut d’Humanitats de Barcelona i impartit per la narradora i periodista Mercè Ibarz, explorarà aquestes i altres qüestions relacionades amb les formes de contar la veracitat de l’experiència de la revolució. Ho farà a través de la lectura de les memòries del líder anarcosindicalista Joan Garcia Oliver (Reus, 1901 – Guadalajara, Mèxic, 1980), l’únic dels tres caps de la CNT-FAI que va sobreviure al daltabaix de la Guerra Civil. Ministre de Justícia de la República, es decideix a escriure El eco de los pasos (Ruedo Ibérico, 1978) arran del cop militar contra Salvador Allende. Massa poc considerat i reconegut, el llibre és un testimoni formidable per la precisió dels fets relatats i el coratge narratiu i històric de l’autor, que l’editor José Martínez va acompanyar amb documents –discursos, textos legals, cartes—que confirmen les paraules i l’acció de Joan Garcia Oliver.
A continuació reproduïm les paraules introductòries del mateix Garcia Oliver sobre les raons que el van portar l’any 1978, tres dècades després dels fets revolucionaris, a escriure el llibre:
Este no será un libro completo. Tampoco será una obra lograda.
Sobre la CNT –CNT igual a anarcosindicalismo— se ha escrito bastante. Y se ha escrito por haberse revelado como la única fuerza capaz de hacer frente a los militares españoles sublevados contra el pueblo. Fue la CNT –los anarcosindicalistas— la que impidió, por primera vez en la historia, que un ejército de casta se apoderase de una nación mediante el golpe de Estado militar. Hasta entonces, y aún después, nadie se opuso a los militares cuando en la calle y al frente sus soldados asestaban a su pueblo un golpe de Estado. La sublevación de julio de 1936 era de carácter fascista y al fascismo europeo, en la calle y frente a frente, ningún partido ni organización había osado enfrentarlo. La CNT –los anarcosindicalistas— no logró hacer escuela en las formaciones proletarias del mundo entero. Otros golpes de Estado han sido realizados después por militares. El de Chile, por ejemplo, frente a casi los mismos componentes que en España –socialistas, comunistas, marxistas—, pero, sin anarconsindicalistas, fue para los militares un paseo. Tal como se está explicando lo ocurrido en Chile, la lección para los trabajadores será nula. Porque no fueron los militares quienes mataron a Allende, sino la soledad en que lo dejaron. Algo muy parecido le ocurrió al presidente de la Generalidad de Cataluña, Luis Companys, en el movimiento de octubre de 1934.
Entonces, como ahora, predominaba en Europa una manifestación del comunismo, gritón, llorón, dado a difamar a cuantos no se doblegan al peso de sus consignas. Bueno, sí, para organizar desfiles aparatosos en Madrid, en Barcelona, en Santiago, en Berlín. Pero, al trepar al poder Hitler en Alemania, solamente el anarquista individualista holandés Van der Lubbe tuvo el arranque de pegarle fuego al Parlamento, desafiando las iras de quien se creía más poderoso que los dioses. Aquel fuego purificador alumbró la sordidez del mundo comunista, pagado de sus periódicos, de sus desfiles, de sus manifestaciones, pero que, carente de la chispa insurreccional de los anarcos, siempre dejó libre el paso a los enemigos de la libertad. No amando la libertad, no son aptos para defenderla.
La CNT tuvo excelentes luchadores, hombres y mujeres capaces de llenar páginas de Historia. Pero careció de intelectuales capaces de describir y de teorizar nuestras gestas.
Durante años he vivido en la duda de si debía eternizarse nuestras luchas en narraciones veraces. El final de Allende, asesinado por la soledad en que lo dejaron sus partidarios, me ha convencido de que convenía que el mundo obrero conociera lo que éramos colectivamente, y no solamente a través de la imagen de un hombre y de un nombre. La CNT dio vida a muchos héroes.
En la medida de lo posible deben irse aportando ya los materiales de la verdadera historia del anarcosindicalismo en su aspecto humano, más importante que las manifestaciones burocráticas, que tanto se han prodigado. Solamente la veracidad puede dar la verdadera dimensión de lo que fuimos.
La verdad, la bella verdad, sólo puede ser apreciada si, junto a ella, como parte de ella misma, está también la fea cara de la verdad.
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