En una opinión de la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos de 1963, el juez Earl Warren observó que
“los fantásticos avances en el campo de la comunicación electrónica constituyen un gran peligro para la privacidad del individuo”.
Pasados 25 años, sin jerarquías y sin censuras, Internet pone nuestro alcance información sobre todo y acerca de todos.
El acceso ilimitado al saber significa un avance formidable para la humanidad, pero las fronteras que separan lo íntimo de lo público desaparecen.
Con el auge de las redes sociales, los datos personales -desde el nombre y la dirección de e-mail hasta las opiniones personales, los gustos o las fotos familiares- circulan por la Red.
Ya lo dijo
Mark Zuckerberg, creador de facebook “La edad de la privacidad ha terminado” a pocos parece importarles, para los adolescentes la esfera de la intimidad es minúscula y no se plantean ampliarla.
Nuestra identidad se ha trasladado a la Red, ya no es una foto fija, como el DNI,es un rastro dejado durante años que en algunos casos incomoda pero que cada vez es de más fácil acceso.
En el futuro próximo afirman Juan Freire y Antoni Gutiérrez-Rubí en su libro “2010-2020 32 Tendencias de cambio”
“El sentimiento de red es ese: comunidad. Es en la comunidad donde nos sentimos partícipes de la socie¬dad y nos relacionamos, podemos generar nuevas amis¬tades, conocimientos e ideas y compartir lo que hacemos y lo que somos. Y toda esa información es la que genera la identidad personal de cada individuo, una identidad pública en lo que compartimos, pero privada en lo que no queramos compartir.”
Hablamos ya de una reputación digital que vamos aprendiendo a gestionar y emergen figuras como el comisario digital “curator” actor definitivo en el filtraje y la extracción de conocimiento útil de la sobreabundancia de datos que circulan en la Red .
Pero por ahora el debate sobre la privacidad, la capacidad de control sobre nuestros datos y el uso de estos por terceros, sigue estando más abierto que nunca.