Liliana Antoniucci trabaja en el Departamento de Exposiciones del CCCB y coordinó la exposición del CCCB “La Trieste de Magris”. Con motivo de la exposición, el Centre organizó un viaje con el colectivo de AMIGOS del CCCB para conocer más a fondo la ciudad del escritor Claudio Magris. Liliana Antoniucci viajó con los AMIGOS y, en este artículo, relata sus vivencias en Trieste.
-Yo? Yo soy austríaca. –No! Tú eres italiana!
Veinticinco AMIGOS del CCCB visitan Trieste durante tres escasos días casi sin respiro entre visitas programadas. Estamos en el punto de inflexión entre dos meses de un otoño cálido y soleado como hacía tiempo que no veíamos. Estamos en Trieste, intrigados por una ciudad que entrevimos a través de una exposición temática, La Trieste de Magris.
Grupo de AMIGOS del CCCB con Italo Svevo, Trieste 2011
No todas las exposiciones son iguales y “La Trieste de Magris” me la siento especialmente cercana. Como si me hubiera impregnado y me costara pasar página… Ha sido un proceso de trabajo emocionante e interesante a muchos niveles: laboralmente (¡todo un reto trabajar con equipos de fuera!); intelectualmente (descubrimiento de nuevos pensadores, lugares, culturas, relaciones), y humanamente, por todas las personas excepcionales que he conocido en este viaje.
Hemos trabajado con la complicidad y la colaboración del autor a quien estaba dedicada la muestra; con Giorgio Pressburger, el comisario, escritor y realizador de cine ―de origen húngaro― amigo personal del autor, y con una arquitecta milanesa, Paola Navone, de talento excepcional ¡y todo un personaje! Su equipo de jóvenes diseñadores nos ha sorprendido gratamente por su creatividad, su capacidad de trabajo y su gran tenacidad.
No era fácil porque contábamos con poco tiempo (¡una exposición como esta no debería prepararse con menos de un año y medio de margen y lo hicimos en 10 meses!); tampoco facilitaba las cosas logísticamente el hecho de que el comisario viviera en Trieste, ni que los diseñadores (tanto los del montaje como los de la gráfica) fueran de Milán… ¡Y no era nada práctico que los productores de la película que se ha grabado expresamente para la exposición vivieran en Gorizia!
Seguramente deberíamos haber realizado muchas más reuniones de trabajo, muchos más encuentros, más visitas de obra durante el montaje, más cambios de impresiones en vivo y en directo, etc. Pero hemos tenido que ingeniárnoslas con la comunicación vía teléfono (¡en otra lengua!), vía correo electrónico, ¡y usando los Sendspace, los Dropbox y los FTP como locos!
¡Los diseñadores gráficos han tenido que entrar correcciones en textos en catalán y en castellano! (en catalán hemos confundido algún «en» por algún «em»…). Todos hemos acabado hablando con un deje extraño y diciendo «tramonto» en vez de «crepúsculo» (es infinitamente más bello, ¿no creéis?).
Recopilación de imágenes de la exposición “La Trieste de Magris”. Fotografías: La Fotogràfica – CCCB -2011
No fue nada fácil pasar del «guión literario o científico» al «guión expositivo», es decir, el comisario tenía claros los temas que la exposición debía recoger: todos aquellos elementos culturales, geográficos, artísticos, etc., de Trieste que han configurado el universo de Magris, y al mismo tiempo la propia literatura, el pensamiento y la mirada del escritor, como el Caffé San Marco, la librería Antiquaria, el escritor Italo Svevo, el poeta Umberto Saba, la obra Microcosmos, el Danubio, los istrianos, etc. Pero debíamos concretar (¡y buscar en un tiempo récord!) con qué materiales y recursos lo haríamos: ¿con pinturas originales de los museos triestinos? (¡algunas las hemos presentado de forma un poco «irreverente»!), ¿reproducciones escenográficas de todos los espacios? (¡no podíamos ir por este camino de forma desmedida porque el presupuesto se nos habría terminado en la primera sala!), ¿documentos originales del escritor? (¡qué privilegio tener acceso a los archivos y documentos, «las matrices de trabajo» de este gran autor!), ¿audiovisuales? (tanto documentales históricos como piezas de nueva creación), fragmentos literarios, citas, sonidos, luz…
«¡Debemos tener el agua del Danubio en la exposición!», decía literalmente el comisario, «¡debemos traer las rocas del Carst triestino!» (¡eso sí lo hemos hecho! ¡Incluso con algún animalejo que se ha resistido a las fumigaciones pertinentes!), «debe notarse el viento de la Bora» (se nota, se nota…).
¿Cómo hallar el equilibrio y construir una obra sostenible (en todos los sentidos) pero que al mismo tiempo sea capaz de hablar de todos esos temas con una cierta profundidad y que emocione? ¡Lo hemos intentado y esperamos que os guste!
Twitter será uno de los principales canales de comunicación de la jornada, que se podrá seguir utilizando la etiqueta #DIAMAGRIS. Podréis contribuir a la conversación sobre Claudio Magris con vuestros comentarios y siguiendo las voces del CCCB en Twitter: @cececebe y @CCCBeducacio.
Este artículo forma parte del catálogo de la exposición “El Trieste de Magris” que se puede ver en el CCCB del 9 demarzo al 17 de julio de 2011.
Esta muestra está dedicada a Trieste, una ciudad que un viajero definía como bellísima a principios del siglo pasado, pero en la que se tenía la sensación de no estar en ningún lugar. La Trieste recreada aquí tampoco es un lugar, sino más bien la hipótesis, la nostalgia, la profecía, la ficción de un lugar: es un arca que recoge, recompone y salva los añicos del gran sueño que fue, sepultado bajo el diluvio de la historia. El arca navega, traslada aquel lugar fluctuante. Entre la ciudad y el espacio que la escenifica está el espejo de Alicia; la muestra, el país de las maravillas, está al otro lado del espejo. Se entra y se ve –al revés, solo al revés– la verdad de aquel no lugar.
La exposición, en parte, está dedicada a mí, lo que me llena de gratitud y, naturalmente, de perplejidad. Algunos momentos recrean mi vida, a las personas y las cosas que he amado, mis intentos de expresar este amor y de disimular las incertidumbres y las oscuridades que suelen acompañarle. Evidentemente, aquellos paisajes, aquellas figuras, aquellas historias de Trieste son mi rostro, al igual que aquellas provincias, reinos, montañas, bahías y personas son, en una famosa parábola de Borges, la imagen de su pintor. Quizá, en la pequeña parte que a mí se refiere, aquellos paisajes y aquellas figuras de Trieste sean también mi pueblo Potemkin, aquel escenario que Potemkin, el poderoso favorito de la zarina que gobernaba Rusia, había construido y colocado como un bastidor de teatro ante la realidad, para ocultar a la zarina la miseria de aquella realidad, de su Imperio. Aquella grandeza de Trieste, por la que me deslizo como un paseante entre la multitud, se convierte así para mí en un escondite, un biombo, una lente de aumento que dilata mi medida. Me siento un poco falsario en cuanto artífice, aunque sea subordinado y colateral, de este reino en el que me escondo. Me siento un infiltrado y estoy agradecido a los legítimos artífices de la muestra –Josep Ramoneda, Jordi Balló y Giorgio Pressburger– que hacen como si no se dieran cuenta.