Coincidiendo con la publicación de su último ensayo, Una Europa alemana (2012), Beck inauguró el pasado lunes 14 de enero el ciclo de debates En Común del CCCB y lo hemos entrevistado. En esta conversación, el autor hace una interpretación alternativa de la crisis que atraviesa Europa. Beck defiende la necesidad de construir entre todos una Europa que ponga por delante de todo el individuo y sus derechos sociales. No tiene sentido, dice, que cada país busque su salida de la crisis particular porque los problemas que tenemos son de alcance global, es necesario cooperar y buscar soluciones comunes.
El Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) acogerá los próximos días 3 y 4 de mayo el debate Reinventar la Democracia en Europa dirigido por el filósofo y escritor Josep Subirós. A través de estas jornadas pretendemos reflexionar sobre los límites y perspectivas del proyecto político y comunitario europeo en un momento crítico de su breve historia.
Los tratados constitutivos de la Unión Europea –desde sus escritos fundacionales hasta el proyecto de Constitución que inspira el vigente Tratado de Lisboa—han proclamado como valores primordiales los derechos humanos, la democracia y la justicia social. En cambio, muy a menudo, las políticas de los organismos comunitarios han fomentado, directa o indirectamente, la construcción de una Europa cada vez más cerrada en sí misma y movida por consideraciones estrictamente económicas y competitivas. Esta contradicción ha sido puesta dramáticamente de relieve en el contexto actual de crisis, generando dudas profundas sobre el proyecto europeo de construcción comunitaria.
De un lado, las instituciones europeas han implantado en los últimos meses medidas de ajuste económico y político –creando, incluso, figuras administrativas inéditas como la troika (FMI-UE-BCE) que gestiona la deuda griega—que ponen en entredicho la efectividad del funcionamiento democrático de sus estados miembros. Al mismo tiempo, el crecimiento de las fuerzas políticas con un discurso abiertamente xenófobo parece contradecir los principios de solidaridad internacional y multiculturalismo teóricamente formulados en el imaginario fundacional europeo –el reciente 17,9% de votos obtenido por el Frente Nacional de Marine Le Pen en el primer turno de las elecciones presidenciales francesas sería el último ejemplo de una tendencia generalizada en los parlamentos europeos.
Del otro lado, sin embargo, la reacción a la crisis también está dando lugar al florecimiento espontáneo de movimientos sociales de base que se oponen a la degradación de las vías de participación democrática, combaten la regresión de las políticas sociales europeas y proponen una reconsideración radical de los conceptos de comunidad y esfera pública.
Sobre este complejo trasfondo, el debate Reinventar la democracia en Europa pretende explorar nuevos espacios de pensamiento y posibles futuros alternativos de Europa. Organizado junto a la plataforma Living in diversity –un foro ciudadano creado en 2010 en respuesta al giro xenófobo europeo y al deterioro de los derechos democráticos en la UE—y en colaboración con la plataforma de información independiente Open Democracy, este debate quiere contribuir a la elaboración colectiva de unos conceptos renovados de democracia, esfera pública e intereses comunes.
En los últimos años hemos visto como los debates en torno a la presencia de símbolos religiosos en la esfera pública se multiplicaban. Por un lado, el incremento de población inmigrante que practica otras religiones y las manifiesta públicamente ha puesto sobre la mesa la reflexión sobre los fundamentos de las sociedades supuestamente seculares, como la nuestra. Por otro lado, estos debates también han puesto en evidencia que el catolicismo, la religión tradicional mayoritaria en nuestro país, disfruta de unas prerrogativas que también son motivo de confrontación entre los que creen que estas deberían eliminarse y los que las justifican por su carácter tradicional y cultural. Sea como sea, la situación es que a principios del siglo XXI las religiones, lejos de formar parte de un pasado pre-moderno, participan de nuestro presente de una forma especialmente controvertida. Entonces, cabría preguntarse: ¿Las democracias liberales occidentales están tratando correctamente el pluralismo religioso actual? ¿Tenemos los mecanismos institucionales necesarios para hacer frente a los conflictos religiosos?
La profesora Cristina Lafont, que desde hace años ejerce de catedrática de Filosofía de la Universidad Northwestern (Chicago), inició el debate planteando las diferencias cruciales que marcan estas cuestiones en Estados Unidos y Europa. Estas diferencias son básicamente sociológicas e históricas. Intentado sintetizarlas, se podría decir que en los Estados Unidos la gran mayoría de la población se declara creyente, de una religión u otra, y que el fragmento de población que se considera no creyente es insignificante. En este sentido, la neutralidad del estado se entiende, desde la versión norteamericana, como la garantía de que ninguna religión pese más sobre las otras y que, por lo tanto, se respete el principio de libertad religiosa para todos los ciudadanos. En cambio, en Europa el secularismo no es sólo la idea de un Estado neutral, sino también un ingrediente importante de la cultura mayoritaria. Es decir, en el contexto europeo, el secularismo se entiende como expresión de una identidad colectiva que goza de una gran relevancia social. Pero lo que complica aún más esta situación es que, a pesar de la importancia del secularismo, los Estados europeos continúan privilegiando a sus religiones históricas, que disfrutan de considerables prerrogativas en la mayoría de países (España, Italia o el Reino Unido son un buen ejemplo de esta situación). Esto, según la profesora Lafont, contradice los principios de neutralidad de los Estados seculares que de manera ideal no deberían dar preferencias a ninguna religión y, a su vez, deberían garantizar el libre ejercicio de las distintas religiones de sus ciudadanos. Esta situación específica de los Estado europeos hace que el debate sobre la presencia de símbolos religiosos en el espacio público sea confuso: cuando, por ejemplo, aparecen quejas por el uso de símbolos islámicos como el hijab en espacios públicos, ¿se debe a que esto pone en juego los principios del secularismo o a que se teme que se pierdan las prerrogativas del cristianismo?
Desde este punto de vista, András Sajó, juez del tribunal Europeo de los Derechos Humanos y catedrático de Derecho Constitucional, planteó que lo que resulta problemático de este debate es que se está trasladando a una esfera jurídica cuando, en realidad, se trata de un problema de raíz política y social. El derecho, según Sajó, no puede aportar mucho en esta controversia, a pesar de que cada vez más casos se resuelvan en los tribunales. La noción de lo público y lo privado ha cambiado substancialmente las últimas décadas y la injerencia del Estado en materias que antes se consideraban privadas es cada día mayor. Desde la teoría, para Sajó, resulta claro que no debería haber preferencias para una determinada religión desde un Estado secular. La práctica, sin embargo, demuestra que el peso de las religiones tradicionales es muy fuerte y que la mayoría de países son reticente a retirar sus privilegios. Entonces, ¿cómo hacer prevalecer la “razón pública”?
Cécile Laborde, catedrática de Teoría Política, concluyó el debate planteando dos retos para los Estado europeos: por un lado, repensar la estructura de la esfera pública y el peso que tienen en ella las religiones tradicionales para, a partir de ahí, ver cómo pueden incorporarse las demandas del secularismo. En segundo lugar, repensar cuál ha de ser el estatus de las religiones en las sociedades actuales. Porque, si bien el discurso de la modernidad quiso hacer de las religiones algo destinado a desaparecer con el progreso, la realidad es que continúan formando parte de nuestra sociedad y son un ingrediente importante de la articulación de las comunidades. En conclusión, la clave sería encontrar un equilibrio que ya propusieron los primeros pensadores del secularismo: “Proteger el Estado de la religión. Proteger la religión del Estado”. El problema es que hoy parece difícil conciliar estas dos premisas.
Si alguna ventaja tiene la crisis económica en la que todavía estamos hundidos hasta el cuello es que ha puesto en evidencia algunas de las grietas más severas del sistema. Ha sido, podríamos decir, reveladora. Lo que aún no está tan claro es cuál será el subproducto de este puñado de nuevas certezas que hemos ido adquiriendo a medida que la crisis, huésped inquietante, se iba haciendo un hueco en nuestras vidas. Es decir, si la indignación, la sorpresa, la desmoralización y la pérdida de confianza se traducirán de verdad en acción, crítica, renovación ética y transformación política.
Europa y el toro, de Gustave Moreau
La sesión de clausura del ciclo de debates Crisis contará con el filósofo Étienne Balibar para llevar esta reflexión al contexto europeo. En su opinión, la crisis financiera ha desvelado que el proyecto de construcción europea ha quebrado y que la Unión Europa está atrapada en una serie de contradicciones que parece insolubles. De acuerdo con Balibar, la crisis económica ha ido a la par de una crisis política que afecta tanto a las instituciones nacionales como a las supranacionales y que ha provocado el surgimiento en Europa de un nuevo populismo. Mientras tanto, al izquierda parece haber desaparecido de la escena política europea y no ser capaz de transcender la mera crítica del neoliberalismo para proponer una verdadera estrategia anti crisis.
Étienne Balibar, referente de la filosofía marxista europea, reflexionará sobre la vigencia del proyecto político europeo el próximo lunes, 21 de marzo, a las 19:30 h.
Étienne Balibar es catedrático emérito de Filosofía moral y política en la Universidad París-X y profesor de Humanidades en la Universidad de California, Irvine. Es autor de Para leer El capital (con Louis Althusser, 1965, reeditado en 2010 por Siglo XXI), Nosotros, ¿ciudadanos de Europa? (Tecnos, 2003) y Violencias, identidades y civilidad (Gedisa, 2006).
29 de octubre de 2009
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Pensadores contemporáneos dan su visión de los viejos y de los nuevos muros
El debate “1989. Europa, veinte años después de la caída del muro” trae al CCCB a escritores, filósofos, periodistas, personas que, de una forma u otra, tienen un vínculo con aquel acontecimiento histórico que transformó Europa. Les hemos preguntado cómo cambió el mundo después de la noche del 9 de noviembre de 1989, si los sueños de un continente menos dividido y más libre se hicieron realidad. Veinte años después, también hemos querido saber qué otras fronteras o líneas divisorias –visibles o invisibles– afectan a la humanidad con la misma contundencia que lo hizo el muro de Berlín.