Liliana Antoniucci trabaja en el Departamento de Exposiciones del CCCB y coordinó la exposición del CCCB “La Trieste de Magris”. Con motivo de la exposición, el Centre organizó un viaje con el colectivo de AMIGOS del CCCB para conocer más a fondo la ciudad del escritor Claudio Magris. Liliana Antoniucci viajó con los AMIGOS y, en este artículo, relata sus vivencias en Trieste.
-Yo? Yo soy austríaca. –No! Tú eres italiana!
Veinticinco AMIGOS del CCCB visitan Trieste durante tres escasos días casi sin respiro entre visitas programadas. Estamos en el punto de inflexión entre dos meses de un otoño cálido y soleado como hacía tiempo que no veíamos. Estamos en Trieste, intrigados por una ciudad que entrevimos a través de una exposición temática, La Trieste de Magris.
Grupo de AMIGOS del CCCB con Italo Svevo, Trieste 2011
Ninguno de nosotros conoce esta ciudad que de entrada se presenta algo alterada por una regata con vocación de postal, la Barcolana, que, además de inundar el mar de velas también tapa con tiendas y coches de carga -peccato, triestini!- la tan especial apertura de la Piazza Unità hacia el mar. Más tarde veré cómo en la Libreria Antiquaria lo comenta Laura Levi, esposa del escritor istriano Fulvio Tomizza, con Mario Cerne, dueño de la librería e hijo de Carletto, el socio / empleado / ahijado de Umberto Saba, y el siempre presente Stelio Vinci. Me consta que, al menos estos triestinos, no son indiferentes a esta medida -poco oportuna- de la organización del evento.
El viaje comienza curiosamente para mí en la oficina de la SGAE. El maestro Zannerini -que ni bien supo que visitaríamos Trieste propuso ofrecernos un concierto coral- sabe cómo, con su simpatía, convertir esta pincelada burocrática en un momento ameno. Y veo cómo, igual que en Barcelona, la loable iniciativa del siglo XIX se acerca al ridículo en alguna de sus regulaciones actuales.
Me sumo al grupo de AMIGOS en la colina de San Giusto. Entusiasma escuchar a Giovanna, la guía asignada por la agencia organizadora. Nos zambulle en mil historias de la ciudad que a su vez nos filtran en las mil historias familiares de los triestinos. Desde la colina tengo la primera visión desplegada de la ciudad: el protagonismo de su fachada marítima lo tienen las instalaciones portuarias.
Cerca de Barcola, Trieste 2011
Muchas veces las geografías nos vinculan con historias propias, pequeños momentos que por alguna razón quedaron anclados en la cinta larga de los recuerdos. Algunas veces de forma casual, otras de forma directa, como si un flash quedara trabado deliberadamente en la memoria a la espera de respuesta.
Así, asomada a esta Trieste con gran puerto, desde la colina de San Giusto, no pude evitar recordar dos escenas singulares. La naviera Cosulich. Esa compañera de coral universitaria que, con grandes ojos azules explicaba en su casa, junto a carteles de grandes navíos, que su apellido, Cosulich, era italiano. Vaya! Resultaba extraño para mi, entonces, incorporar en el registro de clanes italianos una fonética tan poco italiana.
La segunda escena remonta todavía más atrás. Debía tener siete u ocho años y me costaba entender cómo un mapa geográfico –que seguramente dibujaba siguiendo con cuidado los límites entre provincias- podía sustantivar y representar una realidad. Quizás uno de los primeros ejercicios de abstracción en siete años? La escena remite a una visita a los cuidadores de una casa con especial historia. Mi madre había nacido en el solar y el manzano plantado por su padre daba nombre a la mansión construida después. Nos recibía una señora de grandes proporciones, redonda, que cuando reía dejaba ver –novedad para mí- un diente de oro. Entonces se produjo la pregunta que congeló la atmósfera relajada de merienda con pastel. “Cresci, de dónde es Usted?” preguntó mi madre. “Yo, yo soy austríaca”. Su marido, magro, alargado -opuesto hasta en eso-, con una mirada relámpago le espetó: “No! Tú eres italiana!”.
Así que, finalmente estaba aquí, en Trieste, escuchando unas cuantas historias parecidas que cerraban el círculo del recuerdo, anclado y recuperado, por supuesto, a lo largo de la preparación de la exposición.
Canal Grande, Trieste 2011
Después de paseos y explicaciones, encandilada por la iglesia greco ortodoxa y por el Canal Grande, nos encontramos en el Caffè San Marco con muchos triestinos involucrados en la muestra. Stelio Vinci explicó, con su mejor castellano, historias de propietarios, de decoraciones, y vicisitudes del Caffè a lo largo del siglo XX. Fue ocasión también para encontrar tantos otros que habían colaborado intensamente con la producción de la exposición: Mario Cerne, de la Libreria Antiquaria; Franco Filippi, prestador del retrato de Magris; Massimiliano Schiozzi de Comunicarte, proveedor de tantas reproducciones de Saba y Pincherle; Maddalena Longo y Rossella Pacor, las muy eficientes y cordiales asistentes del Profesor Magris. De repente, en una hora de café, una pequeña multitud de gente contactada a lo largo de meses aparecía, delante de mí, con cara y voz. Para hacer redondo el encuentro el mismísimo Claudio Magris, con toda la gentileza del mundo, y acompañado por su esposa y su perrito, encontró un momento para compartir ese rato con nosotros.
Charla de Stelio Vinci, Caffè San Marco, Trieste 2011
Claudio Magris, Caffè San Marco, Trieste 2011
Quizás demasiada condensación para una hora de café. En el centro, la ciudad vibraba con músicas diversas y una tremenda cantidad de jóvenes por las calles. Era viernes noche y a la vista de lo visto costaría creer que en un futuro Trieste redujera su crecimiento demográfico…
El sábado se presentó con sol pero sin borina, ese viento suave que conocimos el día anterior, muestra gratis de la famosísima bora. Maddalena Longo nos acompañó cuando visitamos la Risiera de San Sabba. Este grupo de AMIGOS catalanes era quizás una buena excusa para visitar tanto la Risiera como el Kleine Berlin. Para muchos triestinos los dos sitios tienen cierta sobrecarga de significado. Visitar los espacios, encontrar alguna imagen o palabra, puede ayudar a pasar a archivo, o aligerar, recuerdos entreabiertos.
Después de estas visitas subimos hasta Opicina, como tenía que ser, con el tranvía. Grata sorpresa: los vagones de cabecera llevan un sencillo dispositivo externo para colocar un par de bicicletas. Gran invento!
Tranvía de Opicina, Trieste 2011
No daban los ánimos para cantar, ni tan sólo tararear El tram d’Opicina pero, al llegar al Carso, un grupo de quince coreutas con su director, el maestro Zannerini -acordeón en mano-, fue a nuestro encuentro para darnos una bienvenida improvisada, espontánea y animada. Saboreamos la jota eslovena, un guiso espléndido, y cantando y bailando dieron las tres: hora de visitar la Grotta Gigante. Además de bella, francamente era grande. Infinitos peldaños de bajada y, peor todavía, de subida, dejaron a más de uno sin aliento. La falta de oxígeno provocó que me encontrara por sorpresa anclada en medio del Carso? Aquella tarde me encontré así, por fuerza, separada del grupo. Una amable pareja ligur que volvía a Trieste treinta años después de visitarla en su luna de miel me acercó a la ciudad. Maddalena Longo, providencialmente aparecida en el Canal Grande, me acompañó, riendo un poco por la aventura, hasta la Libreria Antiquaria para reencontrar al grupo de AMIGOS.
Tal como estaba previsto nos esperaba Mario Cerne. Con su simpatía desbordante y un lenguaje claro que no necesitaba traducción, entre nihilista y crítico tuvo una animada conversación con los AMIGOS. Historias de libreros, historias de libros, de Saba, de su padre Carletto…
El domingo, como de costumbre para nosotros hacía un sol veraniego. Los triestinos estaban casi todos en Barcola tomando el sol y dándose un baño en unas aguas increíbles. Sabíamos que nos esperaba el concierto coral preparado gentilmente por el maestro Zannerini y la mañana comenzó entonces junto al mar, en el Castello Miramare. Francamente sorprendió encontrar unos interiores fin de siècle tan bien conservados, fantástica muestra de inquietudes ilustradas, exotismos, neo romanticismos, orientalismos y, para dejar encandilado a cualquier coleccionista de art déco, las dependencias de los años treinta del duque de Aosta. Todo, condensado en una escala extraña de castillo con proporciones de chalet.
Lions Singers, concierto en el Castello Miramare, Trieste 2011
El grupo coral Lions Singers desplegaba una cincuentena de voces en la sala del trono, magnífica y soleada. La hora que pasamos escuchando y compartiendo el repertorio preparado fue, por demás, exquisita y divertida. Dos momentos quedarán en el recuerdo: la profunda empatía y emoción con la canción triestina Marinaresca, y la apoteosis escénica de L’Italiano a tres voces. El entusiasmo y disfrute de los coreutas era sin duda más que contagioso. No extrañaría que, entre nosotros, más de uno pensara apuntarse a una coral de vuelta en Barcelona. Se hace difícil agradecer con la dimensión que corresponde el esfuerzo de un grupo de personas que duplicaba en número a los AMIGOS visitantes. Gracias maestro y, de nuevo, gracias a todos!
Con las últimas energías dimos un paseo por los jardines del Castello Miramare, y entrevimos después, desde el sendero de Rilke, el Castello de Duino… La última comida, de camino al aeropuerto, cerca del mar y a base de pescado fresco a la parrilla, fue oportunidad para acercarse un poco más a los AMIGOS, a sus relatos, sabiduría y anécdotas.
Atardecer, Trieste 2011
Ya en el avión Trieste nos regaló una última postal: el color especial y maravilloso de su cielo de tramonto. Amanecer y atardecer, el tema que Giorgio Pressburger, comisario de la exposición, no dudó en incluir como singular capítulo de La (nuestra) Trieste de Magris. Por motivos de agenda –clases impartidas en Los Angeles- faltó en nuestra visita su voz tan erudita de vida. Seguramente hubiera agregado más de un color al prisma triestino. A pesar de ello, los triestinos que encontramos, aquellos a los que les faltaba tiempo para organizar y ofrecer todos los encuentros posibles, nos dieron sin lugar a dudas, con todas sus singularidades, un buen y representativo trozo de aquella Trieste, de Magris, que fuimos a conocer.
FABULÓS LILIANA!
REFERENT AL VIATGE, NO SÉ QUE DIR, VAIG QUEDAR ENCANTADA, NO EM FARIA RES REPETIR. NO VAREM PERDRE NI UN MINUT, VAREM VISITAR, CREC QUE TOT, PERÒ EM QUEDA L’ENYORANÇA, DE TORNAR-MI A PASSEJAR.
GRÀCIES,
Maria-Lluïsa
Genial!
Gràcies Liliana. Aquest magnífic text m’ha fet reviure triestinitat de Trieste. Paisatge i gent es comfabulen per a enamorar-te. L’exposició ens va fer començar a conèixer Trieste, el viatge ens l’ha fet començar a estimar. L’estona amb Magris, per mi, va ser emocionant.
Victòria
Tots els Amics amb els que he parlat están fascinats amb el viatge a Trieste. Va resultar magnific, per tant, repte aconseguit. Ara, pensem en el proper? I no me’l penso perdre!
El viatge em va agradar molt i vull agrair-te com ens el vas fer viure. La ciutat és fantàstica. Amb aquest resum tan fantàstic ho he tornat a recordar. Gràcies.
Rosa
Liliana i Amics del CCCB,
No he escrit abans perquè he estat molt ocupada, però vull dir-te Liliana que aquest
recull m’ha encantat, les fotografies, el text, tot. El cafè, la trobada amb Magris, la llibreria i
el programa va ser excel.lent. Moltes gràcies i a veure si ens retrobem en un altra sortida.
Pepita Salvat
Espero puguem retrobar-nos i poder fer un altre viatge tan interessant
Quin descobriment!
La ciutat la vaig trobar fantàstica. Va ser tot una sorpresa per a mi.Ara, que a qualse-
vol punta del món tot sembla igual ,TRIESTE té una personalitat única complexe i ple-
ne de matisos.
Gràcies CCCB per l´organització i haver-me donat l´oportunitat de disfrutar aquest
viatge.
Ma.Àngels
Ara veig que no us vaig donar cap resposta! Us podeu imaginar que estic més que agraïda dels vostres comentaris. Alhora de posar-me a escriure sembla que Trieste embolica convida i encomana…