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El último I+C+i de 2011 estuvo dedicado a uno de los temas que en este año han provocado más controversia: los derechos de autor y la propiedad intelectual. El reto era intentar acercar dos posturas prácticamente irreconciliables: los que consideran que se deben mantener los derechos tal y como están ahora y proteger al autor; y los que están a favor de modificar la legislación vigente, abrirse a nevas formas de propiedad intelectual y, sobre todo, no cargar las culpas al usuario. La sesión, pues, contó, por un lado, con representantes de la Facultad de Derecho de ESADE -en la primera colaboración de esta escuela de negocios con el CCCB-y de la SGAE; y, por el otro, con defensores de las licencias Creative Commons.

La jornada empezó con una presentación de Agnès Lucas-Schloetter, investigadora del Institut für Informations und Wirtschaftsrecht de la Universidad de Karlsruhe, quien habló de la situación actual de los derechos de autor desde el punto de vista legislativo. En resumen, Lucas-Schloetter comentó la dificultad de discernir quién es culpable a la hora de violar los derechos de autor, pues la digitalización y, especialmente, los softwares P2P de intercambio de archivos, favorecen que “el usuario tenga la tentación de acceder ilegalmente a obras protegidas de manera gratuita”, pero a menudo no hay modo de encontrar el origen de la ilegalidad. Es decir: ¿quién es culpable?, ¿quien usa el software existente, quien lo crea o quien lo aloja? En Francia, se intentó llegar a una solución con la Ley Hadopi, una ley bastante polémica por ser excesivamente abusiva: hasta 3 años de cárcel y 300.000 € de multa a quien se demostrara que era culpable de violar los derechos de autor; además, permitía cortar el suministro de Internet a los usuarios. La ley se tuvo que modificar varias veces y, en realidad, no se ha llegado a aplicar del todo. Otro aspecto que comentó Lucas-Schloetter fue el de los streamings, que en realidad no suponen un intercambio de archivos, sino la difusión de una obra protegida; por tanto, no se sabe todavía cómo se puede “culpabilizar” al usuario.

En el tiempo del debate, la primera pregunta estuvo destinada a si los controles de vigilancia como la Ley Hadopi no son también una vulneración de los derechos de los usurarios y cómo se puede encontrar una postura unificadora ante el conflicto. Lucas-Schloetter apuntó una solución posible con la Ley de uso justo (Fair use), utilizada en los países anglosajones; pero también afirmó que se trata de dos posturas enfrontadas: la de los autores y la de los internautas. Y, por ahora, es difícil encontrar una solución que satisfaga a todos.

El abogado Abel Garriga, especializado en licencias Creative Commons, entró en el debate aportando una reflexión: “el debate se encuentra no en el interés DEL público, sino en el interés PÚBLICO”. Por tanto, lo que se necesita es un sistema que permita al autor obtener un rendimiento por su trabajo y, al mismo tiempo, encontrar el lugar del interés público.

El debate empezó a reunir posturas discrepantes, sobre todo en las redes sociales, en las que se añadieron defensores de Creative Commons y en contra de las entidades gestoras de los derechos de autor, como la SGAE, representada en el debate por Mercè Vallverdú. Según Vallverdú, en estos momentos no solamente hay que proteger al autor, sino también a la industria; por tanto, hay que encontrar soluciones como iTunes, un negocio que puso como modelo por tratarse de un negocio que aporta dinero a los creadores y tiene muy poca piratería.

Esta propuesta, sin embargo, no tuvo mucha aceptación por otro de los participantes del debate, Julián Altuna, creador de la Fundación Quepo y responsable de la película Interferències, realizada con licencia CC. En opinión de Altuna, la industria no reconoce suficiente a los autores porque éstos obtienen pocos beneficios de los sistemas actuales, por eso las licencias CC son más equitativas: al menos, permiten que el autor decida qué quiere hacer con su obra.

Carmenchu Buganza, codirectora del Master in Intellectual Property and the Information Technologies de ESADE, añadió que este tipos de licencias son sobre todo útiles en el ámbito académico, una opinión con la que no coincidían representantes en la sala de entidades como el Barcelona Creative Commons Film Festival, quienes consideran que las licencias libre no tienen suficiente reconocimiento porque se cree que solamente sirven para amateurs y ONGs. En opinión de uno de los representantes de este festival, no se tienen en cuenta las ventajas de la red a la hora de difundir una obra y solo se habla de las descargas ilegales, y esto es un error.

El debate se animó con contribuciones del público, que en algunas intervenciones llegó a plantear qué pasaría si se eliminaran los derechos de autor, y se preguntó si se podía crear al margen de la industria. Al final, Buganza concluyó que nos encontramos en momentos de cambios y que hay que adaptarse a éstos desde las dos posturas.

5/12/2011

participaOtro de los temas que trató extensamente David de Ugarte en el ICI fue el de la propiedad intelectual en este “nuevo mundo” en el que las ideas pueden ser copiadas en cuestiones de minutos.

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Como comenta Ugarte en su artículo Creative Commons por qué no:  “En todo lo creativo y científico en el momento en que admitimos que dos personas pueden llegar al mismo resultado, a la misma idea excluye toda posibilidad de la mera existencia de propiedad”.

Siguiendo esta teoría, de Ugarte defendió el Dominio Público frente al Creative Commons, puesto que según él,  éste último no deja de ser un sucedáneo: “Más del 70% de las licencias Creative Commons no permiten la obra derivada”. Y añadió que es como si en la época de la esclavitud el patrón liberara al esclavo siempre y cuando no tuviera productos derivador (hijos), sólo pudiera trabajar en países pobres o siempre y cuando lo hiciera sin ánimo de lucro, por ejemplo”.

Y como se predica con el ejemplo, toda la obra de de Ugarte es de Dominio Público,  sólo instando al lector a respetar los derechos morales del autor sobre éste.

¿Incentiva el dominio público a la innovación constante o al contrario, aletarga la creación por el miedo a ser copiados? ¿Puede funcionar un mundo en el que toda creación sea de dominio público o debe existir algún tipo de legislación que lo controle? ¿Es la sociedad suficiente madura para respetar la propiedad moral de la creación? Esperamos vuestras opiniones.

19/6/2009