Antes que llegue la siguiente sesión ICI, el próximo 1 de julio, dedicada al futuro de los archivos, nos proponemos desgranar un poco más The Open Source Embroidery (OSE) de Carpenter; el proyecto que reunió, en diferentes lugares, a bordadores, tejedoras, artistas y programadores de ordenador para compartir sus prácticas y crear un patchwork colaborativo. Cada uno de los hexágonos mostrado permite enlazar con una historia mínima de quién lo realizó. Algunos son más explícitos, otros menos. Pero seguir el rastro en Internet de las personas que los tejieron es un recorrido interesante.
Alison Harries, desde Sheffield, deja su comentario: “Voy a bordar margaritas y colgarlo en la pared de la sala de exposiciones”. Y clicando en otro color, con su correspondiente código HTML, llegamos al grupo artístico Alive and Stitching. Son seis creadores dedicados a reforzar la visibilidad del arte textil.
La dialéctica entre lo material y lo digital es algo que también se trabaja en la obra del artista Iain Clark. Siguiendo la estela de Carpenter, Clark creó el PHP Embroidery (2007), donde demuestra que se puede combinar la programación informática con las habilidades artísticas. “El cuadro fue pintado tres años antes de mi participación en el proyecto de código abierto del bordado”. A partir del código abierto de programación PHP, una pantalla LCD varía sin cesar la obra, con filas de colores espontáneas.
¿Conoces otros ejemplos similares donde se combine la tecnología de código abierto con la creación artística?
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Siempre que acudo a algún foro sobre redes, gestión de la información, etc. por un lado o por otro siempre termina saliendo la idea (mayoritariamente aceptada por los allí presentes) de que este sería un mundo perfecto si no fuera por el irrefrenable afán crematístico de los creadores en general y los artistas en particular de cobrar una y otra vez por su trabajo. “Oye, majo –se suele argumentar–. No pretendas seguir cobrándonos por mirar el cuadro que un feliz día vendiste. Y menos aún, que tus hijos se beneficien de tu fortuna”. Reconozco, un poco avergonzado, que sí, que me gustaría poder dar de comer a mis hijos con el fruto de mi trabajo; al menos, mientras sean menores de edad y dependan económicamente de mí. Ya sé que soy un privilegiado que crea conocimiento que otros aprovecharán y me devolverán multiplicado (en forma de ¿más conocimiento?), y que con mi labor acreciento el acerbo cultural y el patrimonio nacional y de toda la humanidad. Pero, aparte de sentirme orgulloso por tanto honor y abrumado por tanta responsabilidad, ¿no podría recibir alguna compensación económica (no digo ya un sueldo) por el uso que otros hagan de mi obra para disfrutar, investigar o enriquecerse?
JAVIER GASCÓN